2014
La razón por la que amo el Libro de Mormón
Septiembre de 2014


La razón por la que amo el Libro de Mormón

Steve Rahawi, California, EE. UU.

illustration of man reading a book at his bed

Hace unos treinta años, fui en auto hasta Utah por primera vez. Había llevado una vida muy poco cristiana y quería cambiar; pero no sabía cómo hacerlo.

La noche de mi segundo día en Utah, me alojé en un hotel de una pequeña localidad del Sur de Utah. Cuando la mujer de la oficina me dio la llave de la habitación, le pregunté si era Santo de los Últimos Días. Me respondió de forma agradable: “Sí”. Con una gran sonrisa, agregó: “¿Ha leído nuestro maravilloso libro, el Libro de Mormón?”. Tan sorprendido como interesado, le dije que no lo había leído.

“Hay un ejemplar en su habitación”, prosiguió. “No hay nada entretenido que hacer aquí en el pueblo, de modo que bien podría tomar tiempo para conocer ese magnífico libro”.

Le agradecí y llevé el equipaje a mi cuarto. Una vez allí, noté sobre la mesa de luz un libro de tapa blanda, de color rojo oscuro, titulado el Libro de Mormón.

Abrí el libro con poco interés, como a la mitad, y leí algunos versículos, pero la mente se me puso en blanco. No comprendía nada. Desilusionado, dejé el libro y abandoné la habitación, sintiéndome vacío. Conduje sin rumbo fijo hasta que hallé un bar; un lugar oscuro y feo. Entré y de inmediato me sentí deprimido, solo y desesperanzado. Permanecí allí durante unos minutos, y luego me di la vuelta y salí con paso decidido, con la determinación de jamás volver a desperdiciar ni un momento de mi vida en un bar.

Con renovados bríos, regresé al hotel y tomé el Libro de Mormón. Me arrodillé ante el Señor, de quien sabía muy poco, y le supliqué que tuviera misericordia de mí. Le pedí que me perdonara por el desastre en que había convertido mi vida, y que me ayudase a entender lo que había leído en el Libro de Mormón, a saber si José Smith era un profeta verdadero y si la Iglesia mormona era para mí.

Abrí el libro con reverencia y leí el primer versículo que vi: “Me glorío en la claridad; me glorío en la verdad; me glorío en mi Jesús, porque él ha redimido mi alma del infierno” (2 Nefi 33:6). El pecho me ardía y se me caían las lágrimas. Las palabras resonaron con un maravilloso fulgor de esperanza; la luz de Jesucristo que me invitaba a venir a Él.

Mientras lloraba, me arrodillé de nuevo en oración y le rogué al Señor que continuara guiándome. Luego abrí el libro otra vez y comencé a leer el primer capítulo de 1 Nefi. Me llenó de asombro el poder, la pureza y la verdad incomparables de las palabras y del testimonio de Nefi. Leí hasta las 2:00 de la mañana siguiente; y el Señor iluminó mi entendimiento conforme lo hice.

Seis meses después, me bauticé como miembro de esta Iglesia maravillosa y verdadera. Sé que el Señor me bendijo para que encontrara y leyera el Libro de Mormón, un libro que estableció mi fe y testimonio en Jesucristo.