La obra de salvación Antes y ahora
Las cinco responsabilidades de la obra de salvación no son nuevas para esta dispensación; ya se enseñaban y practicaban en la época del Libro de Mormón.
Refiriéndose a los últimos días y a la verdad revelada que entonces inundaría la tierra, Nefi profetizó que las personas “llegarán al conocimiento de su Redentor y de los principios exactos de su doctrina, para que sepan cómo venir a él y ser salvos” (1 Nefi 15:14; véase también Moisés 7:62). En cumplimiento de esa profecía, actualmente la Iglesia procura ayudar a los hombres y mujeres de toda la tierra a aprender la doctrina del Salvador y edificar sus vidas sobre ella a fin de que puedan venir a Él y recorrer el sendero de la salvación.
Los profetas y apóstoles vivientes nos enseñan que “a los miembros de la Iglesia de Jesucristo se les manda ‘obrar en su viña en bien de la salvación de las almas de los hombres’ (D. y C. 138:56). Esta obra de salvación incluye la obra misional de los miembros, la retención de conversos, la activación de los miembros menos activos, la obra del templo y de historia familiar, y la enseñanza del Evangelio”1.
El Libro de Mormón nos muestra que, antiguamente, los miembros de la Iglesia también hicieron hincapié en “la obra misional, la retención de conversos, la activación de los miembros menos activos, la obra del templo y de historia familiar, y la enseñanza del Evangelio”. El hecho de que estas responsabilidades esenciales de los miembros sean una constante en todas las dispensaciones es un testimonio poderoso que confirma que Dios es inmutable y que ama a Sus hijos, dondequiera y cuando quiera que vivan.
La obra misional
En el Libro de Mormón se enseña claramente la doctrina que sirve de base para la obra misional. Por ejemplo, Nefi escribió: “…si seguís al Hijo con íntegro propósito de corazón, sin acción hipócrita y sin engaño ante Dios, sino con verdadera intención, arrepintiéndoos de vuestros pecados, testificando al Padre que estáis dispuestos a tomar sobre vosotros el nombre de Cristo por medio del bautismo, sí, siguiendo a vuestro Señor y Salvador y descendiendo al agua, según su palabra, he aquí, entonces recibiréis el Espíritu Santo; sí, entonces viene el bautismo de fuego y del Espíritu Santo” (2 Nefi 31:13; véanse también 3 Nefi 11:31–40; 27:13–22).
Por consiguiente, no nos sorprende que en el Libro de Mormón haya relatos conmovedores sobre la obra misional. Por ejemplo, cada uno de los hijos de Mosíah se negó a aceptar las responsabilidades inherentes a servir como rey de los nefitas y, en su lugar, partieron a la tierra de Nefi para predicar el Evangelio a los lamanitas, que eran enemigos acérrimos de los nefitas. Su misión duró 14 años, y miles de conversos se unieron a la Iglesia. (Véanse Mosíah 28; Alma 17–27.)
Siguiendo el ejemplo de la obra misional registrada en el Libro de Mormón, actualmente la Iglesia realiza un esfuerzo misional sin comparación en toda su historia.
La retención de conversos
Nefi también escribió acerca de alentar a los miembros nuevos a permanecer activos en el Evangelio para que pudieran recibir la vida eterna:
“…después de haber entrado en esta estrecha y angosta senda, quisiera preguntar si ya quedó hecho todo. He aquí, os digo que no; porque no habéis llegado hasta aquí sino por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar.
“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:19–20).
Los líderes de la Iglesia de la época del Libro de Mormón dieron pasos específicos para ayudar a los miembros nuevos a permanecer en el sendero estrecho y angosto. Ya que había visto nuestra época, y sabía que habríamos de enfrentar dificultades similares (véase Mormón 8:35), Moroni incluyó en sus escritos algunas de esas prácticas para ayudar a los miembros nuevos a mantenerse fieles a sus convenios:
“Y después que habían sido recibidos por el bautismo, y el poder del Espíritu Santo había obrado en ellos y los había purificado, eran contados entre los del pueblo de la iglesia de Cristo; y se inscribían sus nombres, a fin de que se hiciese memoria de ellos y fuesen nutridos por la buena palabra de Dios, para guardarlos en el camino recto, para conservarlos continuamente atentos a orar, confiando solamente en los méritos de Cristo, que era el autor y perfeccionador de su fe.
“Y la iglesia se reunía a menudo para ayunar y orar, y para hablar unos con otros concerniente al bienestar de sus almas” (Moroni 6:4–5).
La Iglesia moderna sigue los patrones de retención de conversos del Libro de Mormón en los consejos de barrio, los quórumes del sacerdocio y las otras organizaciones2.
La activación de miembros menos activos
Hacia el fin de su ministerio, Alma sentía un gran pesar por el bienestar espiritual de un grupo de disidentes de la Iglesia que se llamaban a sí mismos zoramitas. En el Libro de Mormón se registra que “su corazón empezó nuevamente a afligirse a causa de la iniquidad del pueblo.
“Porque le era motivo de mucho pesar a Alma saber de la iniquidad entre su pueblo; por tanto, su corazón se afligió en extremo por causa de la separación de los zoramitas de los nefitas” (Alma 31:1–2).
Alma organizó una forma de intentar recuperar a los zoramitas. Escogió a compañeros fieles y oró por sí mismo y por ellos en la obra, pidiéndole a Dios que “[consolara] sus almas en Cristo”, que les diera fortaleza para soportar las aflicciones propias de sus labores y que les concediera “lograr el éxito al [traer a los zoramitas] nuevamente [al Padre] en Cristo” (Alma 31:32, 34). Entonces dio a sus compañeros bendiciones del sacerdocio e iniciaron la obra (véase Alma 31:36).
Cuando el Señor resucitado ministró personalmente a la gente en la tierra de Abundancia, enseñó a los discípulos que había escogido que procuraran rescatar continuamente a los que se había desviado del sendero estrecho y angosto; les dijo: “…debéis continuar ministrando por éstos; pues no sabéis si tal vez vuelvan, y se arrepientan, y vengan a mí con íntegro propósito de corazón, y yo los sane; y vosotros seréis el medio de traerles la salvación” (3 Nefi 18:32).
En la actualidad, los intentos de la Iglesia por reavivar la fe en el corazón de los miembros menos activos reflejan las enseñanzas del Salvador y de los profetas registradas en el Libro de Mormón.
La obra del templo y de historia familiar
Cuando los nefitas se separaron de los lamanitas, edificaron un templo. Nefi escribió: “Y yo, Nefi, edifiqué un templo, y lo construí según el modelo del templo de Salomón, salvo que no se construyó de tantos materiales preciosos, pues no se hallaban en esa tierra; por tanto, no se pudo edificar como el templo de Salomón. Pero la manera de su construcción fue semejante a la del templo de Salomón; y su obra fue sumamente hermosa” (2 Nefi 5:16).
En el Libro de Mormón se registra que Jacob, el rey Benjamín, Alma y Amulek enseñaron en templos (véanse Jacob 1:17; Mosíah 1:18; Alma 16:13); y los libros de Alma y Helamán contienen referencias a múltiples templos entre la gente (véanse Alma 16:13; Helamán 3:9).
Después de Su resurrección, el Salvador escogió el templo de la tierra de Abundancia como el lugar para aparecerse a los nefitas y lamanitas sobrevivientes (véase 3 Nefi 11:1), y se aseguró de que se le enseñara a la gente la doctrina fundamental de la obra de historia familiar. Para ello citó la palabras de Malaquías concernientes a la aparición de Elías el profeta en los últimos días; dijo:
“He aquí, yo os enviaré a Elías el profeta antes que venga el día grande y terrible del Señor;
“y él volverá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a sus padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con una maldición” (3 Nefi 25:5–6).
El Libro de Mormón contiene alusiones frecuentes en cuanto a registrar historias familiares. Lehi mandó a sus hijos de regreso a Jerusalén para obtener las planchas de bronce, las cuales contenían “los anales de los judíos, así como una genealogía de [sus] antepasados” (1 Nefi 3:3). El libro de Éter contiene los nombres de sucesiones de soberanos y, cuando era necesario, sus hermanos e hijos, lo cual demuestra que la gente llevaba extensos registros familiares.
Las iniciativas de la Iglesia en cuanto a la obra del templo y de historia familiar están de acuerdo con las enseñanzas del Libro de Mormón.
La enseñanza del Evangelio
El evangelio de Jesucristo se enseña a lo largo y ancho del Libro de Mormón. Tal vez estas palabras de Nefi reflejen el espíritu de esa enseñanza fiel y su finalidad sagrada: “…hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados” (2 Nefi 25:26).
Muchas de las grandes enseñanzas del Libro de Mormón proceden de padres que instruyen a sus hijos. Piensen en Lehi enseñando a Jacob acerca de la “oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11), o en Alma enseñando a Coriantón que la “maldad nunca fue felicidad” (Alma 41:10), o en los jóvenes guerreros cuyas “madres les habían enseñado que si no dudaban, Dios los libraría” (Alma 56:47).
Las cinco responsabilidades de la obra de salvación no son nuevas para esta dispensación; ya se enseñaban y practicaban en la época del Libro de Mormón y siempre han formado parte de “los principios exactos de [la] doctrina [de Cristo]” (1 Nefi 15:14).