2014
Una oración como la de Alma por mi amigo
Septiembre de 2014


Una oración como la de Alma por mi amigo

El autor vive en Distrito Federal, Brasil.

“…y esto porque oró con fe” (Alma 31:38).

composite photo of young men talking and young man praying

Mi mejor amigo había ido conmigo a la Iglesia las últimas dos semanas, pero cuando lo volví a invitar, dijo que no iba a ir. Quería disfrutar del resto del fin de semana, para lo cual quería levantarse tarde y salir a divertirse. Acepté su respuesta, pero por dentro me entristecí porque realmente deseaba que fuera y sintiera el Espíritu y aprendiera de Dios. Cuando llegué a casa, fui a mi habitación y oré, y le dije al Padre Celestial que estaba triste y le pedí Su consuelo y Su guía.

Cuando terminé de orar, fui a la cocina a lavar los platos. Mi padre me preguntó si mi amigo iba a ir conmigo otra vez a la Iglesia al día siguiente; cuando le dije lo que mi amigo había dicho, mi padre se dio cuenta de que yo estaba preocupado y triste. Lo único que me dijo fue: “Tú hiciste tu parte; las personas tienen el albedrío, pero tú plantaste la semilla”. Las palabras de fe de mi padre dieron paz a mi corazón.

Como preparación para la Escuela Dominical, leí Alma 30–32. En el capítulo 31, Alma ora al Señor con todo su corazón por sus hermanos los zoramitas, quienes estaban rechazando los caminos del Señor y empezando a caer en error. Al leer sus palabras, sentí la influencia del Espíritu, y yo también me sentí inspirado a orar.

Me arrodillé y ofrecí una oración similar a la de Alma por mi mejor amigo. Tal como Alma, le dije al Padre Celestial que “[su alma es preciosa], oh Señor, y [es mi hermano]; por tanto, [dame], oh Señor, poder y sabiduría para que [pueda] traer a [éste], [mi hermano], nuevamente a ti” (Alma 31:35).

Al día siguiente me preparé para ir a la Iglesia, y sabía que mi amigo no iría conmigo. Sin embargo, sentí paz en el corazón porque, tal como Alma, había orado con fe. Al disponerme a salir para la Iglesia, recibí una llamada de mi amigo. Me preguntó si ya había salido de la casa y si podía pasar por la de él y recogerlo. Tuvimos una reunión maravillosa ese domingo, y sé que el Espíritu le testificó de la verdad.

Sé que mi amigo no fue el único que fue bendecido ese día por el Libro de Mormón y la oración de fe. Mi propio testimonio del Señor y de ese libro se fortaleció, y ese testimonio me llevó a prestar servicio en una misión e hizo posible que yo testificara de la verdad. Sé que el Libro de Mormón nos acerca más a Dios, que nos enseña a venir a Cristo, y que Él salvará nuestra alma.