Diez secretos de la verdadera popularidad
La autora vive en Washington, EE. UU.
¿Dónde podía encontrar el secreto de la popularidad? ¿En el Nuevo Testamento?
“¡Somos los mejores!”, gritó una de las animadoras en un partido de fútbol americano de la escuela secundaria. Yo admiraba sus dientes bien alineados y su sonrisa perfecta. La observé mientras ella reía y hablaba con las chicas, y coqueteaba con los muchachos.
“Debe ser espléndido ser ella”, pensé, al reflexionar en mi propia soledad. El trabajo de mi padre requería que nos mudáramos cada tres a cinco años, por lo que era difícil para mi hermana y para mí forjar amistades duraderas.
La animadora tenía la reputación de vestir ropa inmodesta y de ir a fiestas donde se tomaba alcohol. Al observarla, comencé a anhelar la popularidad que pensé que ella representaba. Era tanto el deseo que yo tenía de tener amigos que por un momento fugaz me pregunté si debía rebajar mis normas para ser como ella.
Mientras mi hermana y yo íbamos en el auto de regreso a casa, iba inmersa en sentimientos de lástima por mí misma e hice una oración en el corazón al Padre Celestial. Le pedí que me dijera el secreto para hacer que mi soledad e inseguridad desaparecieran. Aun cuando en ese tiempo no era miembro de la Iglesia, tenía mucha fe en Dios.
Inmediatamente me vino a la mente la idea: “Deja de pensar en ti misma”.
“¿Ése es el secreto?”, pensé desilusionada. “¿Cómo puede eso ayudarme a ser más popular?”
Más tarde, esa misma semana, leí sobre la caridad en 1 Corintios 13, y me ayudó a entender que el Padre Celestial estaba tratando de enseñarme a tener caridad por los demás en vez de concentrarme en la forma en que me trataban. Tomé las características de la caridad que allí se enumeran y las puse en práctica. Al hacerlo, noté que toda mi experiencia en la escuela cambió. Éstas son algunas de las cosas de valor que aprendí:
La caridad es sufrida
Procuré ser más paciente con las personas en la escuela. Un muchacho comenzó a burlarse de mí durante la clase de educación física, pero traté de responder ante sus malos tratos con bondad y sonrisas y, con el tiempo, dejó de molestarme. Para fines del año, nos habíamos hecho buenos amigos.
La caridad es benigna
Siempre había admirado a una chica de mi clase que era amigable con todos, sin importar cuán populares o impopulares fueran. Empecé a seguir su ejemplo y a buscar oportunidades de demostrar bondad hacia los demás.
La caridad no tiene envidia
Mi hermana y yo sentíamos envidia del talento de una jugadora de baloncesto de la escuela, y solíamos hacer comentarios hirientes sobre ella. En vez de ello, decidí empezar a alegrarme por sus victorias. También empecé a desarrollar mis propios talentos. Cuando hice esas cosas, se alivió mi amarga carga y me sentí mucho más feliz.
La caridad no se envanece
A veces pensaba que era mejor que algunas personas porque yo vivía normas morales más elevadas; pero cuando pensé en el Salvador, que era manso y que amaba a todas las personas, decidí cambiar mi actitud. Al procurar ser humilde y amable, las personas comenzaron a hacer un esfuerzo por ser mis amigas.
La caridad no se comporta indebidamente
Yo amaba al Señor y tenía normas morales elevadas. Decidí que si transigía en esas normas, no me sentiría feliz.
La caridad no se irrita
En una ocasión, una maestra hizo un comentario que me ofendió. En vez de reaccionar, le pregunté si estaba teniendo un mal día. Ella reconoció que así era y se disculpó. Los comentarios que hizo surgieron de sus problemas personales, y no tenían nada que ver conmigo.
La caridad se regocija en la verdad
Algo que mis amigos Santos de los Últimos Días me enseñaron es que el chisme y el difundir mentiras es malo. Procuraba evitar los chismes y cambiaba el tema siempre que alguien empezaba a decir algo desagradable.
La caridad todo lo cree, todo lo espera
Empecé a ver lo bueno en las personas y a ser optimista. Cuando cambié mi actitud, las personas empezaron a sentirse edificadas cuando estaban a mi alrededor, lo que hizo que quisieran relacionarse conmigo más a menudo.
La caridad todo lo soporta
Cuando mi hermana enfermó de gravedad y perdió la habilidad de caminar de manera normal, muchos de sus amigos la abandonaron porque caminaba de forma rara. Yo vi su dolor, y me di cuenta de la importancia de ser fieles a las personas en momentos difíciles.
La caridad nunca deja de ser
Al poner en práctica la caridad en mis relaciones con los demás, cultivé muchas amistades verdaderas y perdurables. Mi soledad desapareció y me di cuenta de que la popularidad no era nada comparada al verdadero tesoro de la amistad y del respeto que provienen de vivir los principios del Evangelio.
Estoy agradecida por un Padre Celestial que se tomó el tiempo de enseñarle a una joven de la escuela secundaria el secreto para obtener amistades que perdurarían.