Cuando tus amigos quieren saber el porqué
Cuanto mejor entiendas a los demás, más podrás ayudarles a comprender tus normas.
Kathy R., una joven de 17 años, de Arizona, EE. UU., ha tenido que explicar frecuentemente a los miembros de su familia ciertas cosas que, como Santo de los Últimos Días, ella hace o no hace.
“Recuerdo una ocasión en que conversé con una tía”, dice Kathy. “Ella me dijo: ‘Tu iglesia no te deja fumar ni beber, ¿no es así?’. Yo le dije que la Iglesia enseña que el beber alcohol y el fumar no son buenos, pero que el Padre Celestial me concede la libertad de elegir; y sabiendo lo que yo sé, yo decido no fumar ni beber alcohol”.
Kathy comenta que, en su caso, ésa fue una mejor respuesta que decir: “Fumar y beber son contrarios a mis normas”, aunque a veces, ésa pudiera ser una respuesta perfectamente adecuada.
“Mi tía piensa que las iglesias obligan a las personas a ser obedientes, por lo que al explicarle que nosotros tenemos nuestro albedrío, se mostró interesada en que le dijera más”, comenta Kathy. “Cuando le expliqué que yo me había fijado como meta personal no fumar ni beber, ella estuvo dispuesta a apoyarme”.
Muestra interés por las personas al compartir
Como lo demuestra la experiencia de Kathy, te resultará más fácil explicar las normas de la Iglesia a otras personas si primero te preguntas qué sabes sobre las personas con quien conversas. ¿Qué las motiva a hacer tales preguntas? ¿Es sólo curiosidad en cuanto a tus creencias? ¿Hacen preguntas específicas buscando respuestas directas, o son preguntas tentativas, con las que esperan que tú entiendas sus puntos de vista antes de que estén dispuestas a aceptar tus respuestas? ¿Qué es lo que ellas desean saber?
Puede que recibas una idea o un sentimiento del Espíritu acerca de lo que podría ser de utilidad para ellas. Si eso ocurre, sigue la inspiración del Espíritu. No hace falta que improvises un discurso de reunión sacramental ni que entres en debates doctrinales. Mantén el tono coloquial. Sencillamente explica las metas espirituales que te has fijado y cómo las has establecido.
Recuerda que es perfectamente razonable decirles que no siempre tendrás todas las respuestas, pero que les puedes presentar a otras personas, como los misioneros, que las ayudarán a encontrar lo que buscan.
Recuerda que no se trata de lo que tú quieras decir, sino de lo que ellos estén listos para escuchar. Permite que tanto tú como ellos puedan expresar sus sentimientos y sencillamente comparte lo que crees. Cuando sea apropiado, incluye tu testimonio y permite que el Espíritu Santo testifique de la verdad. Ésa es la mejor manera de ayudar a los demás a comprender cuáles son tus normas y por qué las observas (véase 1 Nefi 10:17–19).
El ejemplo de vivir el Evangelio
Laurent B., de Francia, sabe cómo se siente la persona que hace las preguntas. Tenía 15 años cuando asistió por primera vez a las reuniones de la Iglesia, y quedó muy impresionado por lo felices que eran los miembros, en especial, los jóvenes.
“Yo tenía muchas preguntas”, explica. “A diferencia de los jóvenes de mi colegio, ellos no fumaban ni bebían alcohol y se trataban con mucho respeto. Todos parecían tener sentido de dirección y propósito en su vida, y eso me resultó muy interesante”.
Se hizo amigo de Jean-Michel L., un joven de 16 años, y de su hermana, Eva, de 14 años. “Ellos me explicaron que la Palabra de Sabiduría ofrece principios para una vida saludable”, recuerda Laurent. “Compartieron sus sentimientos en cuanto a la ley de castidad y explicaron que se trata de un mandamiento del Padre Celestial, quien desea que seamos esposos y esposas fieles por la eternidad.
“No sólo me explicaron sus normas, sino que pude apreciar de cerca que ellos vivían según sus creencias”, comenta. “Cuando guardas los mandamientos, eres muy feliz, y tu felicidad ayuda a los demás a querer saber por qué tú vives de esa manera”.
La experiencia de Laurent le enseñó que la mejor forma de compartir lo que uno sabe no consiste en recitar un montón de respuestas estándar; la mejor manera es vivir según tus creencias. De modo que, como dice el pasaje de las Escrituras: “…estad siempre preparados para responder con mansedumbre y reverencia a cada uno que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
Para más ayuda en cuanto a contestar preguntas sobre el Evangelio, visita lds.org/go/55914002.