Mensaje de las maestras visitantes
Los atributos de Jesucristo: Sin pecado
Con espíritu de oración, estudie este material y procure saber lo que debe compartir. ¿De qué manera el entender la vida y la misión del Salvador aumentará su fe en Él y bendecirá a las hermanas que están bajo su cuidado en el programa de maestras visitantes? Si desea más información, visite reliefsociety.lds.org.
Nuestro Salvador, Jesucristo, fue el único ser capaz de llevar a cabo una expiación por todo el género humano. “Jesucristo, el Cordero sin mancha, que de forma voluntaria se puso sobre el altar del sacrificio y pagó el precio por nuestros pecados”, dijo el presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia1. El comprender que Jesucristo no tuvo pecado puede ayudarnos a aumentar nuestra fe en Él y a esforzarnos por cumplir Sus mandamientos, arrepentirnos y llegar a ser puros.
“Jesús fue… un ser de carne y de espíritu, pero no cedió a la tentación (véase Mosíah 15:5)”, dijo el élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles. “…podemos volvernos a Él… porque Él comprende; comprende qué significa afrontar la lucha y también cómo ganarla…
“El poder de Su expiación puede eliminar los efectos del pecado. Cuando nos arrepentimos, Su gracia expiatoria nos justifica y purifica (véase 3 Nefi 27:16–20). Es como si no hubiéramos sucumbido, como si no hubiéramos cedido a la tentación.
“Al esforzarnos día a día y semana tras semana por seguir el camino de Cristo, nuestro espíritu afirma su preeminencia, la pugna interior decrece y las tentaciones dejan de causar preocupación”2.
Escrituras adicionales
De las Escrituras
El Salvador pagó el precio de nuestros pecados mediante Su divino linaje, Su vida sin pecado, Su sufrimiento y el derramamiento de Su sangre en el Jardín de Getsemaní, Su muerte sobre la cruz y Su resurrección de la tumba. Al arrepentirnos de nuestros pecados, podemos volver a ser limpios mediante la expiación de Jesucristo.
El rey Benjamín enseñó a su pueblo acerca de la expiación de Jesucristo y luego les preguntó si creían en sus palabras. “Y todos clamaron a una voz, diciendo: …el Espíritu… ha efectuado un potente cambio en nosotros, o sea, en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente…
“Y estamos dispuestos a concertar un convenio con nuestro Dios de hacer su voluntad y ser obedientes a sus mandamientos en todas las cosas” (Mosíah 5:1–2, 5).
En nosotros también se puede efectuar un “potente cambio” como el pueblo del rey Benjamín, que ya no tenía “más disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:2).