La ofrenda de ayuno de Wilford
Un día vi a mi hijo mayor, Wilford, preparar un sobre de diezmos. En ese momento probablemente tenía cinco años. Wilford no ganaba dinero, de modo que me pregunté por qué estaba pagando el diezmo. Cuando le pregunté, me dijo que en realidad estaba pagando una ofrenda de ayuno.
Wilford no tenía mucho dinero, pero aun así, estaba ilusionado por pagar una ofrenda de ayuno.
Me impresionó su acto de bondad y le pregunté por qué había decidido hacer eso.
Wilford contestó: “A mí no me falta nada, no tengo necesidades, pero sé que otras personas sí las tienen”. Él sabía que su dinero ayudaría a las personas, y estaba contento por eso.
Esta experiencia sencilla me enseñó una buena lección: los niños están en armonía con el Espíritu y tienen un amor natural semejante al de Cristo. Wilford tenía algo que no necesitaba y sabía que sería útil para otras personas. Estaba dispuesto a hacer ese sacrificio.
Ahorrar dinero está bien, pero mi joven hijo me enseñó otra lección por medio de su ejemplo. Al escuchar al Espíritu, podemos bendecir la vida de otras personas cuando compartimos lo que tenemos.