Nuestro hogar, nuestra familia
Nuestra mejor defensa en contra de la pornografía
La autora vive en Washington, EE. UU.
En un versículo de las Escrituras encontré la clave para que mi familia evitara las imágenes explícitas que parecían estar en todas partes.
Estaba haciendo compras de ropa para la escuela con mi hijo de nueve años cuando nuestra conversación de temas triviales se tornó en una pregunta más seria. “Mamá, ¿por qué tienen que poner esas cosas en las vidrieras de todas las tiendas?”.
Con “esas cosas” se refería a las imágenes inmodestas que se exhibían en los escaparates de casi todas las tiendas por las que pasamos. Aun cuando las imágenes de ese tipo siempre habían estado allí, anteriormente no les había puesto mucha atención, pero el hecho de que mi hijo mayor estaba empezando a notarlas hizo que tomara conciencia de ello. En el transcurso de las siguientes semanas comencé a ver esas imágenes por todas partes: en la televisión, en el supermercado, en los restaurantes, en la publicidad que llegaba en el correo. No había manera de escapar de ellas. Algunas eran tan explícitas que me empecé a sentir confusa, y un sentimiento de alarma comenzó a arraigarse en mi corazón. ¿Cómo se suponía que debía proteger a mi familia de las trampas de la pornografía?
En todas las conferencias generales escuchamos advertencias en cuanto a los efectos devastadores que tiene y nos hemos familiarizado con sus víctimas. Habíamos tomado todas las precauciones en casa con la computadora y los medios de comunicación con los que contábamos, pero, obviamente, a menos que pusiéramos a nuestros hijos en cuarentena, no parecía haber una manera de evitar completamente el ver imágenes indeseables que pudieran llevar a una mayor curiosidad. ¿Podría la mirada inocente de mi hijo en el supermercado convertirse en una lucha de por vida con la pornografía? La ansiedad que sentía en cuanto al asunto aumentó y empecé a tener un sentimiento de impotencia y vulnerabilidad en cuanto a la protección de mis hijos.
Entonces un día, mientras leía el Libro de Mormón, inesperadamente encontré consuelo en 1 Nefi 15. Nefi está explicando la visión de Lehi sobre el árbol de la vida a Lamán y a Lemuel cuando ellos le preguntan el significado del río de agua. Nefi contesta en el versículo 27: “Y les respondí que el agua que mi padre vio representaba la inmundicia; y que su mente se hallaba absorta a tal grado en otras cosas que no vio la suciedad del agua” (cursiva agregada). ¡La mente de Lehi estaba centrada en el árbol de la vida y en conducir a su familia a él para que participaran de su fruto! Por estar concentrado en ello, ni siquiera vio la suciedad.
¡Esa era la respuesta! El mantener los medios de comunicación inapropiados fuera de nuestro hogar era un inicio, pero un esfuerzo más directo y deliberado de enseñar a nuestros hijos el Evangelio es lo que finalmente sería su mejor defensa en contra de cualquier cosa que pudiera desviarlos.
Gracias a esa experiencia con las Escrituras, mi esposo y yo decidimos redoblar nuestros esfuerzos de enseñar a nuestros hijos y de esa manera mantener su vista en el amor de Dios en vez de la suciedad del mundo. Hemos tenido la impresión de que debemos concentrarnos en tres diferentes aspectos*:
1. Aumentar nuestro propio estudio personal de las Escrituras y reducir el “ruido” que nos rodea. Al igual que Lehi, nuestra mente debe estar llena de cosas positivas a fin de escuchar las impresiones del Espíritu y para mantenernos concentrados en anclar a nuestra familia en el Evangelio. Mi esposo y yo procuramos dedicar tiempo con regularidad a hablar sobre las necesidades espirituales de cada persona de la familia y la forma en que podemos satisfacer esas necesidades y crear un hogar en donde el Espíritu pueda florecer.
2. Hacer que el estudio de las Escrituras en familia sea más significativo. Aun cuando se requiere mucho esfuerzo para simplemente reunir a la familia todos los días para leer las Escrituras, estamos procurando analizarlas más cuando las leemos. La edad de nuestros hijos abarca una amplia gama, así que leemos las Escrituras con los más pequeños más tarde durante el día y con los mayores temprano por la mañana mientras los pequeños están dormidos para que haya menos distracción y mayor oportunidad de hablar al respecto. Nos hemos dado cuenta de que casi todos los días hablamos de eventos actuales que se relacionan con las Escrituras que estamos leyendo.
La mayoría de las mañanas no son del todo ideales, pero con perseverancia nos estamos dando cuenta de que nuestros hijos realmente están escuchando y participando, aun cuando a veces se requiere mucho esfuerzo para reunir a todos.
3. Hacer obra misional. Cuando damos testimonio, el Espíritu testifica que lo que estamos diciendo es verdad y nuestro testimonio crece. Estamos tratando de hacer de la obra misional un asunto familiar. Hablamos de compartir el Evangelio y a menudo invitamos a amigos a casa. También aprovechamos toda oportunidad de tener a los misioneros y a los investigadores en casa para hablar sobre el Evangelio. Hemos tenido experiencias maravillosas con nuevos miembros de la Iglesia e investigadores en nuestra casa, lo cual ha dejado una impresión en nuestros hijos a medida que reflexionan en cuanto a su propio testimonio y escuchan el de los misioneros.
Estoy tan agradecida por el Libro de Mormón y la forma milagrosa en que un versículo de las Escrituras me ha dado tranquilidad y una dirección bien definida para nuestra familia. Las Escrituras realmente pueden reemplazar el temor y la impotencia con poder y paz.