Voces de los Santos de los Últimos Días
Una bombilla azul
Mi mamá y mi papá no estaban de acuerdo en cómo decorar su casa durante la Navidad. Mi padre era daltónico, por lo que para él los colores rojo, verde y marrón tenían un aspecto similar y sin brillo; sin embargo, el color azul le parecía brillante y hermoso. También era un gran aficionado al fútbol americano y partidario de la Universidad Brigham Young, cuyos colores escolares incluían el azul.
Dado que ese era su color favorito, quería decorar con luces azules. Sin embargo, mamá decía que el azul no era un color navideño; de modo que cada año papá colgaba con esmero a lo largo del techo extensiones de luces de Navidad rojas, verdes y blancas. Para jugarle una broma a mamá, reemplazó una de las bombillas con una de color azul brillante. Si uno miraba de cerca, podía distinguir una bombilla azul entre las luces rojas, verdes y blancas.
Cada año, la bombilla azul brillaba desde un lugar diferente. A veces, la ocultaba alrededor de la esquina donde nadie la notaría, pero otras veces la colocaba encima del garaje o de la entrada principal. Era un juego divertido entre mamá y papá.
Un año, papá falleció repentinamente dos días antes de la Navidad. En su funeral, se relató la historia de la bombilla azul que él colgaba cada año. La noche siguiente, mamá se asomó por la ventana; al otro lado de la calle, entre las luces blancas que brillaban encima de la entrada de la casa de la vecina, había una luz azul. A los pocos días, muchos vecinos y amigos añadieron bombillas azules a sus luces navideñas; algunos incluso decoraron sus árboles con luces azules.
Estoy agradecida porque los amigos y vecinos de mi madre demostraron su amor por ella al decorar con luces azules; ellos me ayudaron a saber lo que significa “llorar con los que lloran… y… consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosíah 18:9). Estoy agradecida porque nuestro Padre Celestial nos dio el don de Su Hijo. Gracias a Jesucristo, volveré a ver a mi padre.