Hasta la próxima
Una lección de Dandy
En Conference Report, octubre de 1968, pág. 87; se han actualizado la puntuación y las mayúsculas; véase también la Liahona de abril de 2003, pág. 38.
Como a algunos jóvenes, a mi caballo Dandy no le gustaba que le controlaran.
Una vez tuve un potro de raza llamado Dandy; disfruté mucho entrenándolo. Tenía buen temperamento, ojos alertas y bien redondeados, estaba bien proporcionado; en fin, era [un animal] excelente. Al montarlo, era todo lo que se podía esperar de un caballo: dócil, obediente y cooperativo. Mi perro Scotty y él eran buenos compañeros. Me gustaba la forma en que se acercaba a algo que le daba miedo; él confiaba en que si hacía lo que yo le pedía, no iba a resultar herido.
Pero a mi caballo, Dandy, le molestaban las restricciones; no le agradaba estar amarrado y mordisqueaba la cuerda hasta liberarse. No se escapaba; solo quería estar libre. Creyendo que los demás caballos sentían lo mismo, él solía desatarles las cuerdas. Él odiaba estar confinado en los pastizales y si podía encontrar un lugar en el vallado donde hubiese un alambre liso sin púas, lo pisaba con cuidado con ambos cascos hasta que le era posible saltar por encima hacia la libertad. En más de una ocasión, mis vecinos fueron más que amables de llevarlo de regreso a mi campo. Incluso aprendió a empujar la puerta hasta que se abría. Aunque [a menudo causaba daños] molestos y a veces resultaban caros, yo admiraba su inteligencia y su ingenio.
Mas su curiosidad y el deseo de explorar el vecindario hicieron que él y yo nos metiéramos en problemas. En una ocasión, estando en la carretera, lo atropelló un automóvil, causando grandes desperfectos al auto, heridas al caballo y daños leves, aunque no graves, al conductor.
Una vez repuesto, pero aún impelido por el deseo de andar libre, el animal inspeccionó el vallado de todo el pasto. Descubrió que incluso las puertas estaban cerradas con alambre, así que por algún tiempo creímos tener a Dandy seguro en el pastizal.
Sin embargo, un día alguien salió sin poner el alambre en la puerta y Dandy, al darse cuenta de ello, la abrió, se llevó [a otro caballo consigo] y juntos visitaron el campo del vecino. Fueron hasta una casa vieja que se usaba de almacén. La curiosidad de Dandy le llevó a empujar la puerta. Tal como él había supuesto, había un saco de grano, ¡qué descubrimiento! Sí, pero también ¡qué tragedia! ¡El grano era cebo envenenado para roedores! En cuestión de minutos, Dandy y el otro caballo empezaron a padecer convulsiones espasmódicas y al rato ambos estaban muertos.
¡Cuánto se parecen muchos de nuestros jóvenes a Dandy! No son malos; ni siquiera tienen intención de hacer mal alguno, pero son impulsivos, están llenos de vitalidad, de curiosidad y ansían hacer algo. También les molesta que se les ate; pero si se les mantiene ocupados, se les guía con cuidado y adecuadamente, demuestran ser ser responsables y capaces; mas si se les deja ir sin rumbo, muy frecuentemente violan los principios del bien, lo cual a menudo lleva a las trampas del mal, el desastre e incluso la muerte.