Oraciones de cumpleaños por mi papá
Mi padre nunca se crio en un ambiente religioso, y la familia de mi madre dejó de ser activa en la Iglesia cuando ella era joven. Sin embargo, un día, mi madre sintió que le faltaba algo, así que decidió volver a la Iglesia en la que había crecido, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mis hermanas y yo íbamos con ella, pero a mi padre no le gustaba que asistiéramos a la Iglesia, y aquello puso a prueba la relación de mis padres como nunca antes.
Yo me bauticé a los ocho años de edad, y aprendí que las familias pueden estar juntas para siempre. Cada año, por mi cumpleaños, soplaba las velas deseando en secreto que mi padre se bautizara. Oraba para que su corazón se ablandara. Después de muchos años, los misioneros por fin pudieron venir a cenar con nosotros; pero nunca hablábamos del Evangelio.
Entonces, un verano, mi padre fue conmigo a un campamento de Hombres Jóvenes. Aunque él no era miembro de la Iglesia, ¡se le pidió que se encargara de una charla fogonera! Yo estaba asustado, pero todos ayudaron con su participación en la charla. Luego, un amigo mío dio su testimonio sobre la oración. Habló de una ocasión en la que mi padre había ayudado al hermanito pequeño de mi amigo, y había sido la respuesta a su oración. Por primera vez en mi vida, vi a mi padre llorar. Él sintió el Espíritu.
Después de aquel viaje, mi padre quiso aprender más acerca del Evangelio con un nuevo entusiasmo, y una mañana anunció que quería bautizarse. ¡Yo no podía creerlo!
El bautismo de mi padre fue uno de los mejores días de mi vida. La capilla estaba a rebosar con todos los que acudieron para dar su apoyo a mi papá, y yo practiqué la oración bautismal varios cientos de veces, porque estaba muy emocionado. Pude bautizar a mi padre, y no puedo siquiera describir la incontenible emoción que sentí al abrazarlo en la pila bautismal.
Al año siguiente, mi familia y yo nos sellamos en el templo. Después del sellamiento nos pusimos en círculo —como familia eterna— abrazándonos unos a otros mientras lágrimas de gozo recorrían nuestras mejillas.
De aquella experiencia aprendí que todas las cosas son posibles. No te des por vencido. Yo voy a tratar de hacer absolutamente todo lo que pueda por ser digno de sellarme en el templo con mi futura familia.