2019
Mi Padre Celestial tenía un plan para mi vida
Octubre de 2019


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Mi Padre Celestial tenía un plan para mi vida

Hace unos años, unos misioneros tocaron a mi puerta y no les tomé la debida importancia, hasta que el 26 de diciembre de 2013, al fallecer mi cuñado, acompañando a mi hermana, conocí la Iglesia.

Al principio era solo por mi hermana. Pero, luego de tres domingos de asistir a la capilla, acepté leer el Libro de Mormón. No estaba muy convencida, porque mi vida era muy complicada: tenía un hijo con discapacidad y sentía que no iba a poder aceptar el Evangelio. Sentía que nada iba a cambiar siendo una madre sola; me refugiaba en cosas erróneas y trataba de olvidar los problemas que mi situación me acarreaba. Creía que el cigarrillo y la vida mundana harían menos difícil mi vida.

Entonces, un día conocí a un misionero de la Iglesia de Jesucristo y tuvimos esta conversación:

Hermana Gladys: “¿Ama a su hijo?”.

Yo le dije: “Sí”.

Y siguió: “¿Usted desea ser feliz?”.

Le respondí: “Es lo que más deseo”.

Entonces agregó: “Entonces ore y siga el camino que nuestro Salvador tiene para usted”, me dijo.

Le pregunté: “¿Cómo lo sigo?”.

Y él respondió: “Lea las Escrituras, sienta en su corazón que este es el camino para su salvación y la de su familia, arrepiéntase y bautícese. Le prometo que, si hace estas cosas y persevera hasta fin, lo logrará”.

Esas palabras llegaron muy fuerte a mi corazón. El domingo siguiente me bauticé y sentí muy fuerte el Espíritu. Entendí que mi Padre Celestial me ama y que tiene un plan para mi vida. Agradecí mucho a mi hermana por haberme ayudado a conocer la verdad del Evangelio.

Aprendiendo cada domingo los principios y los convenios, pude ir al templo después de un año de mi bautismo. Ese día fue muy especial para mí; sentí que estaba con mi Padre Celestial y que, en verdad, si yo sigo este hermoso camino, iba a poder llegar algún día a ver a mi hijo teniendo un cuerpo perfecto.

Al año siguiente, en febrero de 2015, pude presenciar el bautismo de mi hijo Gonzalo. Todo el tiempo él me sostuvo de la mano para seguir, me mostró el verdadero Evangelio de Jesucristo; él me enseñó muchas cosas. Pude verlo feliz y disfrutar de cada reunión a la que asistíamos juntos. Lo vi sonreír al recibir el sacerdocio y cuando los demás jóvenes del Sacerdocio Aarónico lo ayudaron a repartir la Santa Cena. El 2 de octubre del 2017, mi hijo partió para estar en los brazos de nuestro Salvador. Fue muy fuerte el dolor, pero tengo el consuelo de que él ahora no sufre, y que está feliz de ver que puede hacer tantas cosas y más trabajando para nuestro Salvador.

Sé que siempre tendré pruebas en esta vida, pero también tengo el consuelo de que no estoy sola. Aún me espera una mayor bendición después de esta vida, si soy obediente y cumplo con los mandamientos.

Hace un tiempo fui maestra de la clase de Principios del Evangelio. Fue uno de los llamamientos más lindos el poder enseñar los principios de nuestro Salvador. Ya pasaron más de cinco años desde mi bautismo y siento que sigo aprendiendo cada vez más. No imagino mi vida fuera del Evangelio. Sé que si persevero hasta el final podré ver a mi hijo, podré escucharlo decir: “Gracias mamá por lograr llegar hasta aquí, por perseverar hasta el fin; te amo mamá”. Estoy agradecida a los misioneros que me enseñaron esta hermosa verdad.