2020
Ministración en los años ochenta
Abril de 2020


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Ministración en los años ochenta

Al comenzar la década de los ochenta, mis padres vivían en Santiago de Chile y comenzaron a recibir la visita de misioneras poco después de mi nacimiento. Continuaron con las charlas misionales por casi un año y, una vez que obtuvieron un testimonio de la veracidad del Evangelio, decidieron bautizarse; para entonces yo tenía dos años. Asistieron como nuevos conversos con mucho entusiasmo. A mí me encantaba la primaria, cantar y compartir con otros niños.

Al transcurrir unos años, surgió un malentendido con mis padres y algunos hermanos del barrio y poco a poco comenzaron a disminuir su asistencia a la Iglesia, hasta llegar a la completa inactividad. En aquel tiempo, teníamos un maestro orientador llamado Juan Huencho y durante todos los años que mis padres estuvieron inactivos, el hermano Huencho los ministraba. En algunas oportunidades no hablaba nada del Evangelio, sino que jugábamos a juegos de mesa como dominó, cartas, o nos contaba chistes. Él se convirtió en un verdadero amigo de la familia, tanto así que lo recuerdo en fechas importantes de mi niñez. Yo era muy feliz cuando él nos visitaba, nos paseaba en una motoneta que tenía y aunque él no lo sabía algunas veces después que salía de nuestro hogar mis padres conversaban sobre la posibilidad de volver a su actividad en la Iglesia, incluso comenzaron a asistir intermitentemente durante un tiempo.

En ocasiones, he pensado si yo habría actuado igual, si al no ver los resultados que uno espera, habría seguido constante e incesantemente cumpliendo el oficio al cual fui llamado, ¿habría podido seguir visitando a una familia que durante años se mantuvo alejada de la Iglesia?

Por asuntos de trabajo mi familia se trasladó a la ciudad de Talca, en Chile (255 km aproximadamente de Santiago), y gracias a esa dedicación del hermano Huencho, mis padres buscaron a qué barrio debían asistir en su nueva dirección, y comenzamos a asistir al Barrio Talca 3, me bauticé en ese barrio y desde ese momento en adelante jamás nos hemos alejado del evangelio verdadero de Jesucristo, gracias a la dedicación y constancia durante años del hermano Huencho y su ministración.

Años después serví una misión en Barranquilla, Colombia, mis padres se sellaron en el templo, yo encontré a mi compañera eterna y actualmente sirvo como obispo en Jardín del Valle, Talca.

Hoy puedo ver como mis hijos, Elisa de siete años y Julián de once, mis padres, mis tres hermanas y dos de ellas con sus propias familias, todos nosotros disfrutamos de las bendiciones del Evangelio gracias al servicio desinteresado, silencioso y lleno de amor de nuestro hermano ministrante en aquel tiempo, el hermano Huencho, al cual le estaré eternamente agradecido por soportar tribulación y mirar a mis padres y a mi familia con ojos de fe.

“Por lo pronto no podéis ver con vuestros ojos naturales el designio de vuestro Dios concerniente a las cosas que vendrán más adelante, ni la gloria que seguirá después de mucha tribulación.

“Porque tras mucha tribulación vienen las bendiciones. Por tanto, viene el día en que seréis coronados con mucha gloria; la hora no es aún, mas está cerca” (Doctrina y Convenios 58:3–4).