Jóvenes adultos
Seguir adelante con esperanza en tiempos inesperados
Cuando sentimos miedo e incertidumbre sobre seguir adelante en la vida, nuestra esperanza y fe en Cristo pueden alumbrar el camino.
Ninguno de nosotros podría haber anticipado el impacto mundial de la pandemia del COVID-19.
Es como si todo en el mundo se hubiera detenido, y todo por un tiempo indefinido, haciendo que la incertidumbre nublara nuestros pensamientos acerca del futuro.
Regresé a casa de mi misión en Arizona, EE. UU., justo cuando la pandemia comenzaba a extenderse por todo el mundo. Durante las últimas semanas de mi misión, había estado creando una visión de hacia dónde quería encaminar mi vida una vez que regresara a casa. Hice planes y metas específicas y ¡estaba lista para empezar! Hice planes para ir a la facultad de enfermería, comenzar nuevos pasatiempos y encontrar nuevos amigos, y aprovechar las muchas oportunidades que se presentan al principio de la edad adulta. Tuve una sensación de paz y la seguridad de que Dios me estaba guiando y que tenía grandes cosas reservadas para mí después de mi misión.
Eso cambió poco después de llegar a casa.
Mis planes se cancelaron, uno tras otro, debido al COVID-19. Empecé a cuestionar las decisiones y metas que había tomado y a dudar de ellas. Decidí comenzar a buscar trabajo mientras esperaba que comenzaran las clases en línea, en vez de mudarme a otro estado para comenzar los estudios como había planeado en un principio. Después de un tiempo, sentí que había perdido mi propósito y que estaba desperdiciando mucho tiempo. Estaba acostumbrada a tener siempre un horario repleto como misionera, por lo que, de repente, me sentí sola, aburrida e inútil.
No esperaba con ansias el futuro; no quería enfrentarme a esa transición de la vida. Quería volver atrás en el tiempo, volver a las amistades pasadas y lugares que una vez me hicieron feliz. La visión y los planes que tenía para mi vida hacía unas pocas semanas habían desparecido, y me sentía paralizada por la oscuridad, el miedo y el desánimo. No me sentía yo misma en absoluto. Acababa de terminar la experiencia más asombrosa de servir al Señor durante 18 meses, pero me sentía más triste que nunca en la vida.
Me preguntaba por qué estaba yendo todo mal y dónde estaban las bendiciones prometidas del Señor. La tranquilidad que había sentido en las últimas semanas de mi misión parecían haber desaparecido.
Entonces llegó la conferencia general, y me di cuenta de la gran deficiencia que tenía en un aspecto específico de mi vida: la esperanza.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dio un discurso titulado “Un fulgor perfecto de esperanza” (Conferencia General de abril de 2020), y me llamó especialmente la atención. Me di cuenta de que debido a mi fe en Cristo, yo podía y debía tener esperanza de que vendrían cosas mejores. Gracias a que Cristo vive y es una presencia constante en mi vida, me di cuenta de que mi futuro también estará tan colmado de milagros y de abundantes bendiciones como lo ha estado mi pasado.
Debido a que el Salvador sintió y superó todo lo que yo afrontaré, pude creer, a pesar de todas las razones para no hacerlo, que las cosas iban a mejorar; incluso si a veces mis planes se desviaban.
Me he dado cuenta de que si quiero tener gozo, éxito y satisfacción en la vida, debo aferrarme a la esperanza y seguir adelante con ella, incluso al enfrentarme a la incertidumbre. Es fácil rendirse y sentirse desdichado. Es difícil soportar nuestras aflicciones con paciencia y con la segura e inquebrantable certeza de que Dios está al mando y que las cosas mejorarán. Sin embargo, tal y como el presidente Thomas S. Monson aconsejó: “… escojamos el difícil bien en lugar del fácil mal”1.
Confía en que Dios te está edificando, incluso cuando sientes que te estás viniendo abajo. Confía en que, al final, todo saldrá bien porque “para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para su bien” (Romanos 8:28).
Cuando nos rodean nubes oscuras y sentimos miedo e incertidumbre sobre seguir adelante a través de esos caminos por los que nos lleva la vida, nuestra esperanza y fe en Cristo pueden iluminar el camino y permitirnos dar aunque sea un pequeño paso adelante. Gracias a Él, es posible que tengamos gozo ahora, aun cuando nuestras circunstancias no sean las que queríamos o esperábamos.
Si te encuentras atrapado en medio de las transiciones de la vida o si las cosas no marchan como querías, recuerda que el Padre Celestial tiene un plan para ti que tal vez ni siquiera puedas imaginar. Aunque Él parezca estar en silencio, Él está trabajando activamente en tu vida y ve el fin desde el principio. Si confías en Él y sigues adelante, esforzándote al máximo con tus circunstancias actuales, tu vida será infinitamente mejor de lo que jamás pensaste que podría serlo.
No te des por vencido; sigue esforzándote incluso cuando no puedas ver los resultados de tus esfuerzos y nada parezca mejorar; sigue adelante incluso cuando las cosas no vayan según lo previsto; busca la mano del Señor en tu vida y reconoce Su bondad; busca la guía del Espíritu con la intención de actuar según Sus palabras; da lo mejor de ti, sin importar lo que eso represente hoy. Sigue aguantando; sigue avanzando; y sigue con la esperanza de que, con la guía de Él, las cosas mejorarán.