Mensaje del Área
Una invitación de acción
Cada día a un hombre que era cojo de nacimiento lo dejaban en la puerta del templo llamada la Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en él. Pedro y Juan, apóstoles del Señor Jesucristo, subían juntos al templo a la hora de la oración. Cuando este hombre los vio, les rogó que lo ayudaran, y ellos fijando sus ojos en él, le dijeron: “Míranos’’, a lo que Pedro siguió: “No tengo plata ni oro, más lo que tengo te doy: En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!’’1.
He reflexionado mucho en esta experiencia. Pienso en este hombre que no podía caminar por sí solo y que desde su nacimiento necesitó ayuda; no tenía otra manera aparente de tener dinero, más que solo rogar por limosna diariamente. Al ver a Pedro y a Juan pensó una vez más en una nueva posibilidad de socorro. Imagino la mirada desconcertada de este hombre en el momento cuando Pedro le hizo esta invitación, tal vez pensó: “Sabrá este hombre que he tenido precisamente este problema aun desde mi cuna, razón por la que he sido traído cada día para pedir ayuda, ¿cómo me invita a realizar algo que nunca he podido hacer por mí mismo, levantarme y más encima andar?”. Este y otros pensamientos pasan por mi mente cuando me pongo en la situación del hombre y reflexiono en esta experiencia.
Hasta este momento la situación es quizás un poco extraña; no hay un milagro aparente hasta ahora, más que solo una invitación a actuar.
Siguiendo adelante con esta experiencia, el milagro estaba a punto de suceder cuando Pedro, habiendo hablado, le tomó de la mano derecha, lo levantó y al instante los pies y tobillos de este hombre fueron firmes, se puso de pie y entró con ellos en el templo, andando, saltando y alabando a Dios2.
¿Pueden imaginar esta escena? En muchas ocasiones de nuestra vida vivimos esta misma experiencia, continuamente estamos realizando invitaciones a actuar: “Paguen un diezmo”, “vayan al templo”, “trabajen en su historia familiar”, o dicho de otra manera: “¡levántate y anda!”, sin entender que muchos de los que escuchan esta invitación tienen algún tipo de enfermedad, ya sea física o espiritual, en muchas ocasiones, aun de nacimiento, y que por sí solos les sería casi imposible cambiar esta condición. El tomarle de la mano derecha y ayudarle a andar, a caminar en la dirección de la eternidad, es lo que hace toda la diferencia; sin lugar a dudas para mí es el verdadero milagro de una ministración más elevada y santa.
La ministración es ver y atender las necesidades de otros, al hacerlo representamos a Jesucristo y actuamos como Sus agentes para velar, edificar y fortalecer a quienes están a nuestro lado. La ministración es una invitación de acción, pero a la manera del Señor; es ir un poco más allá que un simple consejo, es caminar junto a ellos, en la dirección del templo.
Albert Einstein dijo: “Existen dos formas de ver la vida: una es creyendo que no existen los milagros, la otra es creyendo que todo es un milagro”.
Los milagros son una manifestación del amor de Dios con Sus hijos. La ministración puede llegar a ser un milagro en la vida de los hijos de Dios si nosotros somos parte de esto.
La invitación del presidente Russell M. Nelson es simple y a la vez maravillosa: “Invitamos a todos los hijos de Dios en ambos lados del velo a venir a su Salvador, recibir las bendiciones del santo templo, tener gozo duradero y hacerse merecedores de la vida eterna”3.
Algunos podrán caminar solos al seguir esta invitación profética, muchos otros necesitaremos que nos tomen de la mano derecha y nos ayuden a caminar.
Se nos ha enseñado que cuando ministramos, representamos a Jesucristo al cuidar, engrandecer y fortalecer a las personas que están a nuestro lado. Al hacerlo, hacemos nuestro el llamado de invitarles a venir a Cristo y a caminar por la senda de los convenios. El élder Jeffrey R. Holland nos invitó a trabajar “hombro a hombro con el Señor de la viña, dando al Dios y Padre de todos nosotros una mano de ayuda con Su asombrosa tarea de contestar oraciones, dar consuelo, secar lágrimas y fortalecer las rodillas débiles”4.
Podemos ministrar de maneras variadas. Se nos recomienda que donde sea posible, los hermanos y las hermanas ministrantes visiten a los miembros en sus hogares. También pueden compartir con ellos en los centros de reuniones o en la comunidad. No hay una manera única, estas pueden variar: a través de un servicio, una visita, una llamada telefónica, un mensaje de correo electrónico o un mensaje de texto. Debemos preguntar a los cielos y luego seguir la guía del Espíritu.
La oración sincera nos dará la inspiración necesaria para invitar a venir a Cristo, luego tomarlos de la mano derecha y llevarlos en dirección indicada; tal como Pedro en la antigüedad.
Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios Viviente. La Iglesia de Jesucristo ha sido restaurada por el profeta José Smith. El presidente Russell M. Nelson es el profeta de Dios actualmente sobre la tierra, y quien preste atención a sus palabras no será confundido en estos tiempos de tanta agitación. De esto doy testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.