MENSAJE DE LA PRESIDENCIA DE ÁREA
Firmes marchad
Un nuevo año comienza y me preparo para empezar con mis metas para ganar la batalla de este año nuevo ¿cómo continuó fortaleciendo mi fe y esperanza en Cristo?
Mientras me encontraba en una reunión sacramental en el barrio que asistimos como familia, el hermano Greg Johnson en su discurso hizo referencia a mi hijo Chucho, quien al día siguiente entraba en el CCM en casa, y cómo este joven se convertiría en un nuevo élder Alvarado, quién se uniría al batallón del Señor como misionero de tiempo completo; siendo el hermano Johnson militar, habló sobre la guerra y la paz.
Comenzó diciendo que, antes de nacer, participamos en una guerra en los cielos; todos somos guerreros, fuertes y poderosos porque estamos aquí, elegimos seguir a Jesucristo y el Plan de nuestro Padre Celestial.
En la Iglesia tenemos varios himnos que nos enseñan sobre la guerra, ser soldados, guerreros que siguen a Jesucristo y la rectitud, así como el “Himno de batalla de la República”, y las de las letras del himno:
¡Oíd! El toque del clarín nos llama a luchar;
los oficiales de Sion empiezan a marchar.
Sus armas tienen listas ya, igual su corazón;
soldados buscan, con valor, que luchen por Sion.
Yo quiero ser soldado fiel, al lado del Señor,
y por la libertad luchar con fuerza y valor1.
También hay otro himno que dice:
Con valor marchemos, huestes de Jesús,
y tomad las armas de verdad y luz.
Nuestro gran caudillo el Señor será2.
Y uno de los preferidos del hermano Johnson, “Somos los soldados”:
Somos los soldados que combaten error…
A la batalla id sin tardar;
con la verdad podréis conquistar…
Ya empieza la batalla con gran clamor…
Hacen falta más soldados; id con valor…
Por el reino lucharemos contra el mal…
La victoria del Señor será.
En los peligros no hay temor,
pues nos protege el Salvador3.
Estos soldados nos podrían ayudar, además, a combatir la ignorancia, el desconocimiento que muchas veces puede ser conflictivo para alcanzar la felicidad y el gozo eterno.
El gran capitán Moroni, Helamán y los dos mil guerreros jóvenes lucharon valientemente; también el profeta Moroni, quién vio la completa destrucción de su gente por la guerra con los lamanitas4.
Todos estamos en la guerra más importante, una guerra espiritual contra un enemigo que tiene miles de años de experiencia. Él pone tentaciones y obstáculos en nuestro camino para desviarnos y hacernos caer. Cuando un soldado se prepara para una guerra, se entrena, estudia los planes, tácticas, técnicas y procedimientos de las operaciones de combate, se pone su armadura y casco, y lleva sus armas listas para la batalla. Nosotros también tenemos un plan a seguir, estudiamos la doctrina, las Escrituras, oramos, asistimos a la Iglesia, donde participamos de la Santa Cena, hacemos y guardamos convenios en los templos del Señor, fortalecemos nuestros testimonios y así nos preparamos para la batalla espiritual.
Cuando el hermano Johnson estuvo en la guerra en Iraq, cada vez que participaba en una operación de combate, siempre había unas “fuerzas pendientes” mientras cumplían sus misiones, listos para ayudarles en caso de una emergencia. Estas se llamaban la “fuerza de reacción rápida”.
En una ocasión, hicieron un movimiento de una ciudad a otra, y emboscaron su convoy. Esta fuerza de reacción rápida les ayudó inmediatamente a salir de una situación peligrosa y continuar su misión. En el Evangelio, tú y yo, todos, somos esa fuerza de reacción rápida, donde estamos siempre listos para ayudar a un familiar, un ser querido, un amigo, un miembro de nuestro cuórum o clase o cualquier persona que necesite ayuda para seguir en la senda de los convenios.
El élder Dale G. Renlund contó durante la dedicación del Templo de Helsinki, Finlandia en el año 2006, que Finlandia había estado en conflicto y guerra con Rusia por siglos, pero cuando llegó el día en que los miembros de la Iglesia recibieron un templo en su país, apartaron el primer día de operaciones del templo para los miembros que estaban visitando desde Rusia. El amor de los miembros hacia nuestro Padre Celestial y a su prójimo era más fuerte que el conflicto entre estos dos países5.
El hermano Johnson nos habló, además, acerca de la paz. En los primeros años después de la restauración de la Iglesia, los miembros fueron perseguidos, maltratados, echados de varias ciudades e incluso torturados. En la ocasión en que el Profeta José Smith estuvo preso en la cárcel de Liberty, proclamó: “Oh Dios, ¿en dónde estás?” ¿Cuánto tiempo tendría el pueblo del Señor que “sufrir estas injurias y opresiones ilícitas?”.
Y así le contestó el Señor: “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento;
“Y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos” (Doctrina y Convenios 121:1, 3, 7–8).
El élder Quentin L. Cook enseñó: “La paz en el mundo no se nos promete ni garantiza hasta la segunda venida de Jesucristo…
“Sin embargo, es posible lograr una paz personal a pesar del enojo, la contención y la división que plagan y corrompen nuestro mundo. Nunca ha sido tan importante procurar la paz personal”6.
¿Cuáles son algunas de las obras justas que nos ayudarán a encontrar paz?
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Primero, amemos a Dios, vivamos Sus mandamientos y perdonemos a todos.
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Segundo, busquemos los frutos del Espíritu.
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Tercero, ejerzamos el albedrío para escoger la rectitud.
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Cuarto, edifiquemos Sion en nuestro corazón y en nuestro hogar.
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Quinto, sigamos los consejos actuales de nuestro profeta.
El hermano Johnson finalizó con esta última experiencia: “En otra ocasión, cuando estuve en Iraq, tuve la asignación de transportar a más o menos ciento cincuenta insurgentes enemigos que fueron capturados a un centro de detención. Subimos a un avión militar, los insurgentes estaban esposados y sentados en el piso del avión porque habían retirado todos los asientos. Durante el vuelo, me puse a escuchar con mis audífonos unos discursos de la conferencia general que había descargado, y en ese momento, aunque yo me encontraba en medio de una guerra, rodeado por gente que me quería hacer daño, escuchando la voz del profeta, pude sentir el amor de Dios y sentir una paz personal intensa”.
Yo sé en quién he confiado, en Jesucristo, y para estar listo y ganar la batalla el presidente Russell M. Nelson nos ha dado varias herramientas para tener las municiones con qué defendernos y ser esa fuerza de reacción rápida.
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Remodelar nuestro hogar y convertirlo en un santuario de fe7.
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Estudiar Ven, sígueme diariamente8.
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Programar espacios de tiempo regulares para adorar y servir en el templo9.
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Buscar revelación personal, refinando nuestra capacidad de reconocer los susurros del Espíritu Santo10.
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Dejar que Dios prevalezca en nuestra vida11.
Testifico que cuando seguimos el consejo del profeta y de los apóstoles, podemos encontrar, como dice en las Escrituras, paz en este mundo. Ya sabemos quién va a ganar esta guerra espiritual, y queremos estar en el batallón de Jesucristo. El Señor es nuestro gran caudillo, el Príncipe de Paz.