2022
El CCM empieza en casa
Febrero de 2022


Voces de los Santos de los Últimos Días

El CCM empieza en casa

La obra misional puede salvar vidas, no es necesario tener una placa para predicar el Evangelio, tampoco es necesario tener un conocimiento perfecto de las cosas, sólo es necesario tener deseos de servir, porque si tenemos deseos de servir somos llamados a la obra.

El año 2020 estuvo marcado por eventos que nos impidieron visitar los centros de reuniones, pero nos impulsaron a vivir el Evangelio en casa con un mayor compromiso.

En marzo del año pasado, un domingo antes que iniciara la cuarentena en Honduras, mis primas, mi hermana y yo nos quedamos en casa de nuestros abuelos, para poder aprovechar las dos semanas libres que se venían. Al inicio de la cuarentena todo era muy divertido, leíamos Ven, sígueme, hacíamos las noches de hogar y teníamos la reunión sacramental en casa, nos preparábamos cada domingo para santificar el día de reposo.

Entre la semana, mi abuelo Luis nos asignaba discursos y los preparábamos, yo me encargaba de dar la clase de jóvenes y niños a Valeria y Valentina, mis primas de 14 y 8 años. Rocío, mi hermana mayor, entraba en la clase de Escuela Dominical de adultos. Pero a medida que pasaban los meses, seguíamos todos encerrados y extrañábamos a nuestros padres, el programa Niños y Jóvenes fue una bendición y un consuelo enorme.

Luego de la conferencia general de abril, y que se anunciara que los misioneros estarían de regreso, surgió un entusiasmo por la misión en mis primas. Así que Rocío y yo hablamos, y luego de orar, pensamos hacer un mini CCM, como actividad del programa en una semana.

¡Sería genial! Lo planificamos bien; imprimimos boletos de avión, pasaporte y una placa misional, hicimos un calendario, hicimos asignaciones y se las entregamos a las chicas, en la clase de niños y jóvenes del domingo leyeron su carpeta misional. Ellas hicieron maletas, empacaron sus vestidos y zapatos y salieron al campo.

Hablamos con un par de amigos: Misael Munguía (misionero retornado) y Franklin Rivas, quien tuvo que regresar debido a la pandemia y esperaba su reasignación; ellos nos dijeron las normas misionales, y nos explicaron a Rocío y a mí lo que se suponía que debíamos saber sobre la misión. Los primeros dos días les mostramos videos sobre todos los temas del manual Predicad Mi Evangelio. Mi hermana había seleccionado pasajes de Escrituras de ese manual y nos había enseñado sobre los mismos durante las clases de estudio del Evangelio. (Esas clases eran como Seminario, las hacíamos mientras llenábamos los manuales para estar al día en Seminario).

Ya que no estábamos con nuestros padres, cada noche luego de cenar nos reuníamos para discutir temas de las Escrituras y los sábados nos poníamos al día en los manuales de Seminario. El martes por la tarde tocaron la puerta de mis abuelos y tíos, y les enseñaron la primera lección. Luego Misael y el élder Rivas recibieron la lección también y, al finalizar, dijeron que las chicas, las hermanas Valentina y Valeria, estaban listas para enseñar. Entonces, durante los demás días estuvimos haciendo “Lives” en Instagram sobre el Evangelio; como resultado un amigo de Rocío se conectó en una clase de Instituto virtual el viernes.

Nos tomamos una foto grupal cada día. Nos levantábamos a las 5.00 am para hacer nuestro desayuno, hacer un devocional, leer las Escrituras personalmente, hacer ejercicio y bañarnos. No podíamos usar nuestros teléfonos para nada que no fuera predicar el Evangelio. Con cada estado en WhatsApp sobre discursos, Escrituras y frases aprendimos que el Evangelio no solo brinda paz y gozo, sino que siempre será una respuesta consoladora para todos.

Alargamos el CCM dos días más, así que terminó el miércoles; ese día nos despedimos de cada persona a quien le habíamos enseñado, hayan sido miembros o no, y agradecimos a nuestros amigos por apoyarnos, las chicas compartieron sus testimonios, y mi hermana y yo también, al cerrar las videollamadas. Nos reunimos en la sala, hicimos nuestro último devocional, mi hermana y yo compartimos nuestros testimonios y mis primas también. Finalmente, abrimos el lugar donde están guardadas las reliquias familiares, y ahí guardamos las placas de papel, con la promesa de algún día cambiarlas por unas de verdad.

El domingo no hubo discursos, mi abuelo nos pidió nuestros testimonios y Valentina, por primera vez, compartió su testimonio. Ese día prometimos poner más atención en las clases de estudio del Evangelio, ser más reverentes en las lecturas de Ven, sígueme y en las noches de hogar. Entendimos por qué el profeta, el presidente Russell M. Nelson, nos ha invitado a participar en el recogimiento de Israel. Creo que más que una actividad fue algo que nos elevó espiritualmente.

Luego del mini CCM, el élder Rivas recibió su reasignación misional, y cuando nos compartió la noticia, nos sentimos llenas de gozo porque ahora entendíamos un poco mejor la Escritura de Doctrina y Convenios 18:16: “Y ahora, si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído al reino de mi Padre, ¡cuán grande no será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!”. Y si aprendimos algo en el estudio del Evangelio y Ven, sígueme es que el hombre existe para tener gozo, y el gozo proviene de Jesucristo; por eso, para que nuestro gozo sea cabal debemos hacer todo lo posible para participar en el recogimiento de Israel.

Yo sé que la obra misional puede salvar vidas, no es necesario tener una placa para predicar el Evangelio, tampoco es necesario tener un conocimiento perfecto de las cosas, solo es necesario tener deseos de servir, porque si tenemos deseos de servir somos llamados a la obra. Sé que esta es la obra verdadera, y sé que Jesucristo vive y nos ama. Testifico que los programas de la Iglesia nos acercan al Señor y nos acercan a nuestras familias a pesar de la distancia.

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