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Ven, sígueme se ha convertido en la pared que protege un hogar de la maldad del mundo
La Primera Presidencia ha dicho que el tipo de aprendizaje del Evangelio que fortalece nuestra fe y conduce al milagro de la conversión no ocurre en forma inmediata, sino que se extiende más allá del salón de clases hasta el corazón y el hogar de las personas. Exige esfuerzos diarios y constantes por entender y vivir el Evangelio.
Una pared es una obra de albañilería que tiene como función en una casa dividir áreas, aislar el sonido, proteger y proveer resguardo. En la casa de la hermana Karly Artiga existe una pared que no solo les cuida físicamente, sino que también es el símbolo de una protección espiritual.
En el año 2019 la enseñanza del Evangelio adoptó el programa Ven, sígueme como una manera de centrar el aprendizaje en el hogar. La manera en que la hermana Artiga usa este modelo entre semana es la misma que usan miles de familias de todo el mundo. Ella con sus tres hijos, Javier, Beatriz y Mateo, destinan algunos minutos cada día para leer los capítulos asignados esa semana; toman un tiempo para compartir lo que sienten y piensan de las Escrituras, para finalmente aplicar los principios en sus vidas.
Lo que hace diferente su experiencia es una clase especial cada domingo. Durante el 2020 no se pudo asistir a los edificios de la Iglesia, entonces la hermana Artiga pensó que una buena manera de cuidar a sus hijos era tener una lección especial de Ven, sígueme.
Al inicio esta lección era un resumen de lo aprendido durante la semana; al meditar sobre nuevas maneras de enseñar, la hermana Artiga pensó que debían tener experiencias que les permitieran aplicar lo aprendido.
Así fue cómo decidió hacer una actividad para revivir los sucesos de las Escrituras. Por ejemplo, mientras estudiaban sobre el hermano de Jared hicieron de algunas cartulinas rosadas un dedo y tomaron algunos malvaviscos para representar las 16 piedras; en otra ocasión tomaron vasos desechables para hacer formar el ejército de Helamán; títeres para representar la Natividad, hicieron manualidades para representar la armadura de Dios o el estandarte de la libertad. Sus clases se volvían más atractivas usando ayudas visuales, la música, la revista Liahona y cualquier material reciclado que podría ayudarles a representar una escena de las Escrituras.
Para la hermana Karly, las Escrituras son más que palabras bonitas, son el diario personal de muchas personas que vivieron tiempo atrás que cuentan historias llenas de pruebas, fe y milagros. Estas historias cobran vida cuando tratamos de pensar en las circunstancias de las personas que vivían en esa época, o pueden entenderse mejor al tratar de aplicarlas en nuestra propia vida. En una ocasión, mientras hablaban del pesar que provoca el pecado, le pidieron a Mateo, de nueve años, que extendiera sus brazos y, mientras leían algunos versículos, le ponían bolsas con arroz de manera que pudiera sentir el peso y cómo sus brazos se cansaban; este simbolismo sirvió para enseñar cómo los pecados nos hunden y cómo Cristo nos libera de esta carga.
Además de las dramatizaciones, una pared de su casa sirve como pizarra para poder pegar las ayudas visuales, la letra de himnos o escribir los sentimientos que tienen durante la clase; como familia han decidido no quitar estas cosas de su pared sino mantenerlas durante toda la semana de forma que sirva como un recordatorio de lo que aprendieron y como protección ante los dardos de Satanás.
El Espíritu Santo, el mejor maestro
Por lo general las ideas de qué hacer el domingo vienen como susurros durante la semana, y las mejores ideas siempre llegan el sábado como preparación final. La hermana Karly reconoce que pensar en cómo ayudar a sus hijos de diferentes edades a entender mejor el Evangelio le hace esforzarse más, ya que debe personalizar dependiendo de la necesidad de cada uno. El Espíritu Santo finalmente es el maestro que testifica sobre las verdades que ellos aprenden en familia.
Consejos sencillos
La hermana Karly ha aprendido que Ven, sígueme no se trata de lecciones perfectas, sino de buscar aplicaciones reales para su familia. Para ella, estas lecciones junto a la noche de hogar establecen vínculos eternos. Para ella no es un evento por semana, sino un contacto constante con las Escrituras. Como moderadora de la clase, la hermana Artiga trata de involucrar a todos, por ejemplo, su hijo menor siempre es el personaje principal, a Beatriz le encanta la música y aprende mejor con himnos; Javier, que es el mayor, ama leer, por lo que algún dato histórico siempre es bien recibido.
El presidente Russell M Nelson ha dicho: “En este complejo mundo de hoy, esto no es fácil. El adversario está aumentando su ataque sobre la fe y sobre nosotros y nuestras familias a una velocidad exponencial. Para sobrevivir espiritualmente, necesitamos estrategias para contrarrestarlo y planes proactivos”1.
La hermana Artiga demuestra el amor a sus hijos y su obediencia a Dios al hacer de Ven, sígueme su estrategia en un mundo cada vez más difícil. La pared de su casa no se ha pintado por el momento y para alguien que le visite podría desentonar, pero para ella y sus hijos encaja de manera perfecta al ser un recordatorio constante que la enseñanza del Evangelio se centra en su hogar y requiere un esfuerzo diario.