¿El Señor tiene algo que decirme?

Por Delbert H. Strasser

Finalmente, a los 90 años, mi madre recibió su bendición patriarcal.

Mi madre, Margaret, se mudó de Suiza a los Estados Unidos cuando era joven. Poco después, fijó una cita para recibir su bendición patriarcal. Pero cuando fue a reunirse con el patriarca, este no se hallaba presente. Por alguna razón, mi madre sintió que esa era una confirmación de que el Señor no tenía nada que decirle, y nunca reprogramó la cita.

De vez en cuando, a lo largo de los años, le sugería a mi madre que reconsiderara recibir su bendición. Ella fue una de las mujeres más fieles que he conocido. Sin embargo, era tan humilde que respondía que no merecía nada especial del Señor. Decía que no necesitaba la bendición, pues solo era una mujer sencilla, y estaba conforme con eso.

Finalmente, a los 90 años, la convencimos de que fijara una cita con el patriarca. Irónicamente, también hubo un malentendido con el patriarca y cuando mamá llegó a la cita, el patriarca estaba fuera de la ciudad. “¿Lo ves?”, dijo ella. “Te dije que el Señor no tiene nada especial que decirme”.

Afortunadamente, ella y el patriarca pudieron reunirse la semana siguiente. Cuando se dio la bendición, estaba llena de dones, promesas y detalles sobre su vida que eran tan personales que solo podían haber venido del conocimiento que el Señor tenía de ella.

“Supongo que el Señor sí tenía algo que decirme, después de todo”, dijo.

Me queda claro que el Señor nos conoce individualmente. Ya sea que estén al principio de la vida o al final de ella, Él les ama tanto que tiene consejos importantes que darles por medio de su patriarca.

El autor vive en Utah, EE. UU.

Bendiciones para toda la vida

Por Christy Monson, Revistas de la Iglesia

Estas son algunas de las maneras en que las personas mayores que conozco se han fortalecido debido a sus bendiciones patriarcales:

“Al principio de mi vida, tuve dificultades con sentimientos negativos de autoestima. Pero mi bendición me hablaba de características específicas que el Padre Celestial veía en mí. Hice una lista de cada cualidad. Al estudiar la lista a lo largo de los años, he llegado a verme a mí misma como Dios me ve”.
“Mi bendición me prometió que mi esposo y yo viviríamos con respeto y amor mutuos. Sin embargo, mi esposo se apartó de la familia y desarrolló una adicción. Le dije al Señor que haría todo lo que estuviera a mi alcance para que la promesa de mi bendición se hiciera realidad. Pero le dije que Él tendría que guiar mis pasos. Ha tomado años, pero mi esposo y yo hemos superado los problemas, nos hemos acercado más y hemos permanecido fieles. Sé que el Padre Celestial me dio esa promesa en mi bendición para ayudarme a sobreponerme”.
Otro hombre que conozco se unió a la Iglesia cuando tenía 89 años. El cáncer le había afectado todo el cuerpo. Sin embargo, su bendición patriarcal prometía que iría al templo. Con el tiempo, estuvo lo suficientemente fuerte como para sentarse en una silla de ruedas. Fue investido y sellado a su esposa poco antes de morir.

Recibimos bendiciones patriarcales de Dios para instruirnos y darnos consuelo, paz y guía. A medida que envejecemos y contemplamos nuestra vida, podemos ver la mano del Señor en ella por medio de nuestras bendiciones patriarcales.