“Ora por ellos”, Liahona, octubre de 2022.
Voces de los Santos de los Últimos Días
Ora por ellos
El cierre de los templos permitió que se me ocurrieran nuevas maneras de participar en la obra de Dios y de ayudar a las personas que están en este lado del velo.
Hace unos años, tomé la decisión de asistir al templo cada semana. En aquella época, vivíamos cerca de uno. Esa costumbre se convirtió en una fuente confiable de luz y poder con la que llegué a contar.
Un año después, cuando la familia se mudó al otro extremo del país, ya no vivíamos cerca del templo. La asistencia al templo no era imposible, pero debido a que el viaje era más largo y a las necesidades de mi joven familia, solo asistía dos veces al mes.
Cuando comenzó la pandemia del COVID-19, ya no pude asistir al templo en absoluto, lo que parecía un castigo después de haber reorganizado mi vida para asistir a menudo. Me preguntaba cómo podría seguir creciendo espiritualmente y sentía pesar por lo injustas que parecían las cosas.
Durante una limpieza dental de rutina, experimenté dificultades para sentirme calmada. Cuando la profesional odontológica me preguntó qué quería escuchar mientras me hacían la limpieza, contesté: “Me encantaría escuchar sonidos de meditación que relajen”.
Dijo que nunca nadie había pedido algo así, pero me complació. Quince minutos después, expresó lo mucho que estaba disfrutando de la “limpieza meditativa”. Entonces me habló de las preocupaciones que tenía en su vida, entre las que estaba la reciente lesión de su hijo de trece años. En medio del murmullo del concurrido consultorio, compartió su carga conmigo y hallamos paz juntas.
En mi estado mental relajado, mis pensamientos se tornaron al templo. Me vi a mí misma avanzando por una sesión de iniciatoria y las palabras de los convenios del templo me acudieron a la mente de forma literal. Recibí tres diferentes impresiones claras del Espíritu:
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Pregunta a la profesional odontológica el nombre de su hijo.
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Dile que orarás por él.
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Ora por ambos mencionándolos por su nombre.
Mediante esa aparentemente simple interacción, sentí que mi carga se transformaba en una bendición. Pude vislumbrar la forma en que mis convenios me ayudaban a amar al Padre Celestial y a mi prójimo. El Espíritu me enseñó que asistir al templo tiene que ver tanto con ayudar a las personas que están de este lado del velo como con facultarme espiritualmente a mí y a mis antepasados.
El cierre de los templos no había detenido mi progreso espiritual. Más bien, sirvió para que se me ocurrieran nuevas maneras de participar en la obra de Dios y de recibir amor, luz y conocimiento celestiales.