En una reunión de capacitación con las Autoridades Generales, el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) dijo en cuanto a enseñar la doctrina de la Iglesia: “Nunca podemos ser demasiado precavidos. Debemos tener cuidado de no desviarnos del [curso]” [reunión de capacitación para las Autoridades Generales, Salt Lake City, 29 de septiembre de 1992] […].
A medida que la educación avanza en el siglo XXI, nuestros maestros tienen que considerar cualquier cambio que deberían hacer en la forma en que se preparan para enseñar, en cómo enseñan y en lo que enseñan, a fin de edificar una fe inquebrantable en la vida de nuestros preciados jóvenes.
Atrás han quedado los días en los que un alumno hacía una pregunta sincera y el maestro respondía: “¡No te preocupes por eso!” […]. Atrás han quedado los días en los que se protegía a los alumnos de la gente que atacaba la Iglesia.
Afortunadamente, el Señor ha proporcionado este consejo oportuno y eterno a los maestros: “Y por cuanto no todos tienen fe, buscad diligentemente y enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” [Doctrina y Convenios 88:118].
Eso se aplica de manera especial hoy día, puesto que no todos los alumnos tienen la suficiente fe para afrontar los retos que tienen por delante y porque muchos, mediante internet, ya han sido expuestos a las fuerzas corrosivas de un creciente mundo secular que es hostil a la fe, a la familia y a las normas del Evangelio. Internet está extendiendo su alcance en todo el mundo a casi todos los hogares y a las manos y las mentes de nuestros alumnos […].
El presidente Harold B. Lee (1899–1973) observó:
“Les recuerdo que adquirir conocimiento por la fe no es un camino fácil hacia el aprendizaje; exige un esfuerzo arduo y una lucha constante mediante la fe” [Harold B. Lee, en Clyde J. Williams, editor, The Teachings of Harold B. Lee, 1996, pág. 331] […].
El conocimiento mediante la fe producirá un testimonio puro, y un testimonio puro tiene el poder de cambiar vidas (véase “Por el estudio y por la fe”, Liahona, diciembre de 2016, págs. 28–29).