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Cómo enseñar el Plan de Salvación (Parte 1)
Introducción
El Plan de Salvación es el plan del Padre Celestial para la felicidad de Sus hijos. Se centra en la expiación de Jesucristo y enseña por qué es necesaria. El plan del Padre Celestial también responde las preguntas “¿de dónde vine?”, “¿qué propósito tengo en la vida?” y “¿a dónde iré después de morir?”. Los futuros misioneros deben entender claramente la doctrina del Plan de Salvación y estar preparados para explicarla con sencillez y testificar de ella con poder.
Preparación preliminar
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Estudie 2 Nefi 2:22–25; Alma 12:32–34; Moisés 1:39.
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Estudie Predicad Mi Evangelio, páginas 48–51.
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Prepárese para mostrar el video “Dios es nuestro Padre” (3:05), disponible en LDS.org.
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Prepárese para mostrar el video “The Plan of Salvation” [El Plan de Salvación] (4:30), disponible en LDS.org.
Sugerencias para la enseñanza
La vida preterrenal: El propósito y el plan que Dios tiene para nosotros
Considere pedir a la clase que cante el himno “Soy un hijo de Dios” como parte del devocional de apertura. Para comenzar la lección, pida a los alumnos que repasen en silencio la letra de la primera estrofa de “Soy un hijo de Dios” y que busquen cualquier doctrina o principio que se encuentre en la letra.
Soy un hijo de Dios;
Él me envió aquí.
Me ha dado un hogar
y padres buenos para mí.
Guíenme; enséñenme
la senda a seguir
para que algún día yo
con Él pueda vivir.
(“Soy un hijo de Dios”, Himnos, Nº 196).
Después de unos momentos, invite a los alumnos a explicar las doctrinas o principios importantes que encontraron en el himno. Si fuera necesario, podría considerar hacer las siguientes preguntas:
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¿Qué indica la letra del himno en cuanto a la vida antes de venir a la tierra?
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¿Qué indica sobre el propósito de la vida aquí en la tierra?
Diga a los alumnos que como misioneros tendrán la oportunidad de enseñar en cuanto al propósito de la vida. Pida a uno o más alumnos que lean en voz alta los primeros dos párrafos de la sección titulada “La vida preterrenal: el propósito y el plan de Dios para nosotros”, en la página 48 de Predicad Mi Evangelio.
Quizá también desee compartir las siguientes palabras del presidente Boyd K. Packer, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
“No se nos ha comunicado verdad más grandiosa mediante la Restauración que el conocimiento de nuestra existencia preterrenal. Ninguna otra iglesia conoce o enseña esta verdad. Aunque la doctrina se ha dado solo en forma resumida, importantes hechos se han repetido suficientes veces en las revelaciones a fin de garantizarnos ciertas verdades fundamentales” (Our Father’s Plan, 1984, pág. 14).
Pregunte:
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¿Cómo nos ayuda a que nuestra vida cobre mayor significado el saber en cuanto a nuestra vida preterrenal y que vivimos con nuestro Padre Celestial como Sus hijos, procreados por Él como espíritus? (A medida que los alumnos respondan, quizá desee hacer hincapié en este principio: Cuando comprendemos que somos hijos del Padre Celestial, nuestra vida en la tierra cobra mayor significado).
Para que los alumnos profundicen su comprensión de ese principio, muestre el video “Dios es nuestro Padre” (3:05) y pida a los alumnos que presten atención a fin de descubrir las bendiciones que las personas describen en el video.
Una vez que los alumnos hayan visto el video, haga las siguientes preguntas:
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¿Cuáles son algunas de las bendiciones que las personas del video describieron que procedían de saber que son hijos de Dios?
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¿De qué manera el conocimiento que tienen de que son hijos de Dios les ayuda a que su vida cobre mayor significado?
Pida a varios alumnos que se turnen para leer en voz alta los últimos dos párrafos de la página 48 y los primeros dos párrafos de la página 49 de Predicad Mi Evangelio. Indique a la clase que busque doctrinas y principios que enseñen cuál es el propósito de Dios para Sus hijos y cómo el Plan de Salvación cumple ese propósito. Después pregunte:
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El plan de Dios, ¿qué está diseñado para hacer por Sus hijos? (Entre sus respuestas, los alumnos podrían incluir la doctrina de que el Plan de Salvación hace posible que todos los hijos de Dios disfruten las bendiciones de la inmortalidad y la vida eterna. Si es necesario aclarar, podría hacer referencia a las definiciones de inmortalidad y exaltación que figuran en las páginas 58–59 de Predicad Mi Evangelio. Haga hincapié en que la vida eterna es la clase de vida que tiene Dios).
A fin de ayudar a los alumnos a entender esa doctrina, pídales que lean y memoricen Moisés 1:39. Después de que hayan tenido unos momentos para memorizar y practicar la recitación del pasaje, pregunte:
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¿De qué manera podría influir en las decisiones que los investigadores tomen en la vida diaria el enseñarles que el propósito de Dios es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna?
Conceda a los alumnos un momento para meditar en la función de los misioneros en ayudar al Padre Celestial en Su obra de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Invite a los alumnos a compartir con otro alumno lo que piensan, o bien, a que lo anoten en un diario de estudio.
La Creación y nuestro cuerpo físico
Pida a un alumno que lea en voz alta la sección titulada “La Creación”, en la página 49 de Predicad Mi Evangelio. Indique a los alumnos que presten atención para descubrir la importancia de la Creación en el plan de salvación de Dios. Luego pregunte:
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¿Por qué consideramos que la creación de la tierra es una parte importante del plan de salvación de Dios? (A fin de progresar y llegar a ser como Dios, todos teníamos que venir a la tierra y obtener un cuerpo y pasar por un tiempo de probación).
Para ayudar a los alumnos a entender la importancia de recibir un cuerpo físico, muestre y lea en voz alta la siguiente declaración, que fue pronunciada por la hermana Susan W. Tanner mientras prestaba servicio como Presidenta General de las Mujeres Jóvenes. Pida a los alumnos que busquen la razón por la que todos estábamos entusiasmados de recibir un cuerpo físico.
“En la existencia preterrenal, aprendimos que el cuerpo era parte del gran plan de felicidad que Dios tiene para nosotros. Como se declara en la proclamación sobre la familia: ‘[Los] hijos e hijas, procreados como espíritus, conocieron a Dios y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por medio del cual Sus hijos podrían obtener un cuerpo físico y ganar experiencia terrenal para progresar hacia la perfección y finalmente lograr su destino divino como herederos de la vida eterna’. De hecho, nos ‘regocijamos’ (véase Job 38:7) por ser parte de ese plan.
¿Por qué estábamos tan entusiasmados? Entendíamos las verdades eternas referentes a nuestro cuerpo y sabíamos que este sería a imagen de Dios. Sabíamos que nuestro cuerpo albergaría nuestro espíritu. También entendíamos que nuestro cuerpo estaría sujeto al dolor, a las enfermedades, a los impedimentos y a la tentación, pero estábamos dispuestos, incluso ansiosos por aceptar esos retos porque sabíamos que solo con el espíritu y el elemento físico, inseparablemente unidos, progresaríamos para llegar a ser como nuestro Padre Celestial (véase D. y C. 130:22) y recibir ‘una plenitud de gozo’ (D. y C. 93:33)” (véase “La santidad del cuerpo”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 13).
Luego pregunte:
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¿Qué verdades entendimos en el mundo preterrenal que hicieron que nos sintiéramos entusiasmados de venir a la tierra y recibir un cuerpo físico?
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¿Por qué estábamos dispuestos y ansiosos por venir a la tierra aun cuando sabíamos que podríamos afrontar retos difíciles en la vida terrenal?
Conceda a los alumnos un momento para meditar en la siguiente pregunta: ¿Cómo le explicarían a un investigador la forma en que nuestra experiencia terrenal nos ayuda a progresar para llegar a ser como nuestro Padre Celestial? Si cuenta con suficiente tiempo, invítelos a estudiar las referencias de las Escrituras que se encuentran en el recuadro Estudio de las Escrituras que figura bajo “La Creación”, en la página 49 de Predicad Mi Evangelio. Después de transcurrido alrededor de un minuto, pida a los alumnos que volteen hacia alguien que esté sentado junto a ellos y que expliquen su respuesta a la pregunta.
El albedrío y la caída de Adán y Eva
Escriba los siguientes encabezamientos en la pizarra:
Lo que Adán y Eva podían hacer en el Jardín |
Lo que Adán y Eva no podían hacer en el Jardín |
Pida a los alumnos que estudien 2 Nefi 2:22–25 y la sección “El albedrío y la caída de Adán y Eva”, en las páginas 49–50 de Predicad Mi Evangelio. Mientras lean, pida a la mitad de la clase que haga una lista de lo que Adán y Eva podían hacer en el Jardín de Edén (podían vivir para siempre en un estado de inocencia, podían usar su propio albedrío para tomar decisiones), y a la otra mitad que haga una lista de lo que Adán y Eva no podían hacer en el Jardín de Edén (no podían progresar ni experimentar la oposición, no podían sentir gozo ni tristeza ni dolor ni miseria, no podían pecar, no podían experimentar enfermedades ni sufrimiento, no podían tener hijos). Después de unos minutos, pida a los alumnos que compartan lo que hayan encontrado. A medida que respondan, considere pedir a un miembro de la clase que anote las respuestas de los alumnos en la pizarra.
Dirija la atención de los alumnos a los términos muerte física y muerte espiritual en la página 49 de Predicad Mi Evangelio. Probablemente todos los alumnos entiendan que la muerte física se refiere a la muerte del cuerpo físico. Ayúdeles a entender que la muerte espiritual se refiere a la separación de la presencia de Dios. Ambas muertes son resultado de la caída de Adán. Es solo mediante la expiación de Jesucristo que podemos vencer ambas muertes.
A fin de profundizar el entendimiento de los alumnos de la importancia de la Caída en el Plan de Salvación, muestre la siguiente cita del presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972) y pida a un alumno que la lea en voz alta a la clase:
“Cuando Adán fue expulsado del Jardín de Edén, el Señor dictó una sentencia sobre él, la que algunos han considerado como cosa terrible. Realmente no lo fue; sino que fue una bendición. Yo no creo que pueda ser considerada ni siquiera como un castigo disfrazado.
“Para que los hombres obtengan la salvación y exaltación, es necesario que obtengan un cuerpo en este mundo y que pasen por las experiencias y por la escuela que solamente se encuentran en la vida terrenal. El Señor ha dicho que Su gran obra y gloria consiste en ‘llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” [Moisés 1:39]. Sin la vida terrenal esa gran bendición no podría lograrse. Por lo tanto, los mundos son creados y poblados con los hijos de Dios y a estos se les concede el privilegio de pasar por una existencia terrenal, con el gran don del albedrío como posesión personal. Mediante este don ellos eligen el bien o el mal y así reciben una recompensa al mérito en las eternidades venideras. Por causa de la transgresión de Adán estamos aquí en esta vida terrenal…
“La caída del hombre vino como una bendición disfrazada y fue el medio para llevar adelante los propósitos del Señor en el progreso del hombre, en lugar de ser un impedimento” (véase Doctrina de Salvación, comp. Bruce R. McConkie, 3 tomos, 1978–1979, tomo I, pág. 108).
Luego pregunte:
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¿Por qué es apropiado que consideremos la caída de Adán y Eva como una parte crucial del plan de salvación de Dios? (La caída de Adán y Eva permitió que los hijos que Dios procreó en espíritu obtuvieran un cuerpo físico, e hizo posible que progresaran y llegaran a ser como Él).
Invite a los alumnos a repasar el recuadro “La enseñanza acerca de la Caída” que se encuentra en la página 50 de Predicad Mi Evangelio, y luego pídales que expliquen la doctrina de la Caída con sus propias palabras a un alumno que esté sentado junto a ellos.
Nuestra vida en la tierra
Muestre el video “The Plan of Salvation” [El Plan de Salvación] (4:30) o pida a un alumno que lea en voz alta la siguiente cita del presidente Boyd K. Packer, del Cuórum de los Doce Apóstoles. Pida a los alumnos que busquen las formas en que una obra de teatro en tres actos simboliza el Plan de Salvación:
“El plan de redención, con sus tres divisiones, podría compararse a una grandiosa obra en tres actos. El acto primero se llama ‘Vida preterrenal’. Las Escrituras la describen como nuestro estado original o nuestro primer estado (véanse Judas 1:6; Abraham 3:26, 28). El acto segundo, desde el nacimiento hasta el momento de la resurrección, es el ‘Segundo estado’; y el acto tercero se intitula ‘La vida después de la muerte’ o ‘La vida eterna’.
“En la vida terrenal, somos como actores que entran en el teatro justo cuando se levanta el telón para dar comienzo al segundo acto. Nos hemos perdido el primer acto. El espectáculo consta de muchos argumentos y tramas que se mezclan entre sí, lo que hace que sea difícil darse cuenta de quién se relaciona con quién y qué se relaciona con qué, quiénes son los héroes y quiénes los villanos. Se complica aún más debido a que no somos simplemente espectadores; somos parte del elenco, estamos sobre el escenario, ¡en medio de todo lo que sucede!
“Como parte del plan eterno, la memoria de nuestra vida preterrenal, o sea, el acto primero, está cubierta por un velo. Debido a que entramos en la vida terrenal al comienzo del acto segundo, sin recordar nada del acto primero, no es de extrañar que sea difícil comprender qué está pasando…
“Si ustedes esperan encontrar solo buena vida, paz y felicidad durante el acto segundo, no hay duda de que van a sentirse defraudados. Entenderán poco de lo que sucede y de por qué se permite que las cosas sean como son.
“¡Recuerden! La frase: ‘Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, y todos vivieron felices para siempre’ nunca se escribió para el segundo acto. Esa frase pertenece al tercer acto, cuando los misterios se resuelven y todo se pone en orden…
“Existe algo semejante a un libreto para esta grandiosa obra, la obra dramática de los tiempos. Detalla, al menos en forma breve, lo que sucedió en el acto primero: la vida terrenal. Si bien no contiene mucho detalle, el libreto deja en claro el propósito de todo ello, y revela suficiente de la trama para ayudarles a descubrir de qué se trata la vida.
“Ese libreto, como ya lo saben, son las Escrituras: las revelaciones. Léanlas. Estúdienlas. Les dicen lo que el hombre es, por qué Dios ‘[tiene] de él memoria’ y por qué nos ha hecho ‘un poco menor que los ángeles’ y, sin embargo, nos ‘[coronó] de gloria y de honra’ (Salmos 8:4–5).
“Las Escrituras dicen la verdad. Por medio de ellas, pueden aprender lo suficiente de los tres actos para orientarse y obtener dirección para su vida. Ellas revelan que ustedes ‘[estuvieron] en el principio con el Padre; lo que es Espíritu, sí, el Espíritu de verdad;
“‘y la verdad es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser’ (D. y C. 93:23–24)” (Boyd K. Packer, “The Play and the Plan”, charla fogonera del Sistema Educativo de la Iglesia, 7 de mayo de 1995, págs. 2–3; si.lds.org).
Luego haga preguntas como las siguientes:
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¿De qué maneras simboliza una obra de teatro en tres actos algunos de los elementos del Plan de Salvación?
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De acuerdo con esa analogía, ¿por qué es difícil para muchas personas entender el propósito de la vida en la tierra?
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Según la analogía, ¿dónde podemos encontrar el libreto de esa gran obra en tres actos?
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¿Cómo pueden las Escrituras ayudar a los hijos de Dios a entender mejor el propósito que tienen en el plan de Dios?
Explique a los alumnos que cuando los misioneros enseñan el Plan de Salvación, ayudan a los investigadores a entender mejor el propósito de la vida terrenal y la manera de regresar a vivir nuevamente con el Padre Celestial (véase Alma 12:32–34). Pida a los alumnos que lean la sección titulada “Nuestra vida en la tierra”, en las páginas 50–51 de Predicad Mi Evangelio. Una vez que los alumnos hayan tenido suficiente tiempo para leer la sección, pregunte:
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¿Cómo explicarían el propósito de esta vida en una o dos oraciones?
Diga a los alumnos que es importante que los investigadores entiendan que nuestra preparación para regresar a la presencia de Dios depende de las decisiones que tomamos durante la vida en la tierra. Las decisiones de seguir los mandamientos de Dios nos ayudan a acercarnos más a nuestro Padre Celestial, mientras que el quebrantar Sus mandamientos impide que regresemos a Su presencia. Escriba lo siguiente en la pizarra:
Luego pregunte:
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¿Cuáles son las consecuencias del pecado? (Si es necesario, anime a los alumnos a repasar el segundo párrafo de “Nuestra vida en la tierra”, en la página 50 de Predicad Mi Evangelio. Aunque lo expresen con otras palabras, los alumnos deben comprender estas verdades: El pecado lleva a la infelicidad y produce sentimientos de culpabilidad y vergüenza. Nos hace impuros e indignos de entrar a la presencia de Dios. El pecado impide que regresemos con nuestro Padre Celestial a menos que seamos perdonados).
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¿De qué manera el entender las consecuencias del pecado ayuda a preparar a los investigadores a aceptar el mensaje de la Expiación?
Recuerde a los alumnos que en esta vida todos experimentamos la muerte espiritual: estamos separados de la presencia de Dios. Pregunte a los alumnos:
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¿Cómo nos ayuda el evangelio de Jesucristo a vencer la muerte espiritual y a regresar a la presencia de Dios? (A medida que los alumnos respondan, quizá desee preguntarles cómo la fe en Jesucristo, el arrepentimiento, el bautismo por inmersión y el don del Espíritu Santo nos ayudan cada uno a vencer los efectos de la Caída y nos preparan para regresar a la presencia de Dios).
Es importante que a los alumnos se les dé la oportunidad de que practiquen explicar los elementos del Plan de Salvación que se cubren en esta lección. El hacerlo les ayudará a entender mejor las doctrinas y los principios que estarán enseñando a los investigadores.
Agrupe a los alumnos de dos en dos. Concédales suficiente tiempo a fin de prepararse para enseñar una lección de cinco a diez minutos de duración sobre el propósito de la vida en la tierra. Pida a los alumnos que repasen el material que se encuentra en las páginas 49–51 de Predicad Mi Evangelio, incluso los pasajes de las Escrituras de los recuadros de Estudio de las Escrituras. Si está disponible, también pueden estudiar las páginas 2–9 del folleto misional titulado El Plan de Salvación. A medida que los alumnos se preparen, camine por el aula y ayúdeles a preparar explicaciones sencillas y breves de los elementos del Plan de Salvación. Reafirme que el utilizar pasajes de las Escrituras en su mensaje y el testificar de las doctrinas y principios que enseñen dará poder a la lección.
Una vez que los alumnos hayan tenido suficiente tiempo para repasar el material y preparar una lección breve, asigne a cada grupo de dos alumnos que enseñe a otro grupo; luego pídales que intercambien roles a fin de que cada grupo tenga la oportunidad de enseñar una vez. A medida que cada grupo termine su experiencia didáctica, pídales que analicen lo siguiente con los alumnos a quienes impartieron la enseñanza:
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¿Qué hicieron bien los maestros?
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¿Qué métodos pudieron haber hecho que la presentación fuera más eficaz?
Después de que cada grupo de dos haya tenido la oportunidad de practicar y evaluar su enseñanza, invítelos a compartir con el resto de la clase las perspectivas que hayan adquirido de sus experiencias.
Para terminar la lección, escriba las siguientes declaraciones en la pizarra y pida a los alumnos que consideren cómo esos principios pueden aumentar su deseo de cumplir una misión:
Invite a unos cuantos alumnos a compartir lo que sienten al meditar sobre esas declaraciones. Para finalizar la lección, considere preguntar a los alumnos si a alguno de ellos le gustaría compartir su testimonio con la clase de las doctrinas relacionadas con el Plan de Salvación.
Invitaciones a actuar
Invite a los alumnos a profundizar su comprensión del Plan de Salvación y mejorar sus aptitudes didácticas al elegir una de las siguientes actividades en la que puedan trabajar fuera de la clase:
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Repasa la sección “Definiciones clave” en las páginas 58–59 de Predicad Mi Evangelio. Practica explicar cada uno de los términos con tus propias palabras haciendo uso de declaraciones sencillas de verdad.
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Repasa los pasajes de las Escrituras que se encuentran en los recuadros Estudio de las Escrituras de las páginas 49–50 de Predicad Mi Evangelio. Selecciona uno o dos pasajes que te gustaría utilizar para enseñar cada una de las diferentes partes del Plan de Salvación y márcalos en tus Escrituras. Considera memorizar uno o más de esos pasajes.
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Formula una reseña para enseñar el Plan de Salvación. Considera utilizar como referencia las ideas para el plan de la lección que figuran en las páginas 55–58 de Predicad Mi Evangelio.
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Piensa en alguna ocasión en que el conocimiento que tienes del Plan de Salvación haya sido una bendición en tu vida. Escribe un resumen de la experiencia en tu diario de estudio o compártela con un amigo.