“Lección 24 — Material de preparación para la clase: El poder del Señor para librar”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro, 2021
“Lección 24 — Material de preparación para la clase”, Enseñanzas y doctrina del Libro de Mormón: Material para el maestro
Lección 24 — Material de preparación para la clase
El poder del Señor para librar
Al pasar por una prueba, quizás se han preguntado: “¿Por qué me está pasando esto a mí?”, o “¿por qué el Salvador no retira esta prueba de mí?”. En el Libro de Mormón podemos aprender lecciones importantes acerca del origen de nuestras pruebas y cómo podemos ser bendecidos al volvernos al Salvador para recibir Su ayuda. Conforme estudias para prepararte para la clase, considera cómo puedes profundizar tu confianza en el amor, el poder y la sabiduría infinitos de Jesucristo, en tanto que Él te sostiene o te libra de las pruebas que enfrentas.
Sección 1
¿Por qué tengo pruebas, aun cuando hago lo que es correcto?
El Libro de Mormón ilustra que las pruebas tienen diversos orígenes. Algunas pruebas son el resultado del pecado. Por ejemplo, Zeezrom sufrió una fiebre ardiente y una enfermedad causada por la culpa de sus propios pecados (véase Alma 15:3). Los nefitas y los lamanitas soportaron años de guerras debido a las acciones inicuas de Amalickíah (véase Alma 46:9–10). Sin embargo, no todas las pruebas son el resultado de la iniquidad. Las familias de Lehi e Ismael sufrieron muchas dificultades que eran una consecuencia natural de viajar por el desierto (véase 1 Nefi 16:9–17:4).
El élder Robert D. Hales, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó lo siguiente sobre las tribulaciones:
En la escuela de la vida, el maestro es muchas veces el dolor y la tribulación, pero las lecciones tienen por objeto refinar y fortalecer, y no destruir (“La fe en medio de la tribulación trae paz y gozo”, Liahona, mayo de 2003, pág. 17).
La declaración del élder Hales se ilustra en la experiencia de Alma y su pueblo. Ellos creyeron en las advertencias del profeta Abinadí. Luego de convertirse al Señor y ser bautizados por Alma, el pueblo huyó al desierto perseguido por el ejército del inicuo rey Noé. Luego de andar ocho días, llegaron a una nueva tierra que llamaron Helam. Allí vivieron el Evangelio y “se multiplicaron y prosperaron en sumo grado” (Mosíah 23:20). Sin embargo, su paz finalmente se vio interrumpida por un ejército lamanita que los encontró y fueron sometidos a cautiverio (véase Mosíah 17–18; 23).
Sección 2
¿Por qué es importante para mí confiar en el tiempo del Señor durante mis pruebas?
Luego de que Alma y su pueblo escucharon el llamado de Abinadí al arrepentimiento y huyeron al desierto, el rey Noé y el resto de su pueblo rechazaron al profeta y no se arrepintieron. Debido a sus pecados, fueron superados por los lamanitas y fueron sometidos al cautiverio. Durante el reinado del rey Limhi, el hijo de Noé, los lamanitas impusieron pesados impuestos sobre el pueblo y los persiguieron en gran manera. El pueblo de Limhi fracasó tres veces en sus intentos por librarse del cautiverio, y muchas personas murieron en estos esfuerzos (véase Mosíah 12:2; 19:1–21:12). Finalmente acudieron al Señor en busca de ayuda.
Cuando el pueblo de Limhi se humilló y esperó en el Señor, un grupo de búsqueda enviado por el rey Mosíah los encontró. El grupo de búsqueda y el rey Limhi consultaron con el pueblo en cuanto a cómo escapar del cautiverio. Durante la noche acordada, le dieron una ración extra de vino a los lamanitas, quienes se emborracharon y se durmieron. Entonces el pueblo de Limhi huyó al desierto y llegó de forma segura a Zarahemla (véase Mosíah 21:23–22:14).
Como se ilustra en este relato, el Señor tenía Sus propósitos y Su tiempo para librar al pueblo de Limhi.
El presidente Dallin H. Oaks, de la Primera Presidencia, enseñó:
El primer principio del Evangelio es fe en el Señor Jesucristo. Fe significa confiar: confiar en la voluntad de Dios, confiar en Su manera de hacer las cosas y confiar en Su horario, en vez de tratar de imponerle el nuestro. El élder Neal A. Maxwell, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha dicho:
“En lo referente a nosotros, la cuestión reside en confiar en Dios lo bastante como para confiar también en Su tiempo. Si realmente pudiéramos creer que el Señor quiere lo mejor para nosotros, ¿acaso no le permitiríamos desplegar Sus planes como Él considerara mejor?” [Even As I Am, 1982, pág. 93], (“Todo tiene su tiempo”, Liahona, octubre de 2003, pág. 12).
Sección 3
¿Cómo puedo recibir fortaleza del Señor al sobrellevar mis pruebas?
Un ejército lamanita persiguió al pueblo de Limhi, pero se perdió. Al final, se toparon con los sacerdotes inicuos de Noé, quienes se unieron al ejército lamanita. Al viajar por el desierto, descubrieron al pueblo justo de Alma y lo sometieron al cautiverio. Amulón, quien había sido uno de los sacerdotes inicuos de Noé, fue elegido por el rey lamanita para gobernar al pueblo de Alma. Amulón puso capataces sobre el pueblo y amenazó con matar a cualquiera a quien se le encuentre orando (véanse Mosíah 22:15–16; 23:25–24:1; 24:8–11).
El pueblo de Alma ejerció la fe y la paciencia, y finalmente el Señor los libró. Él “hizo que cayera un profundo sueño sobre los lamanitas” (Mosíah 24:19), que permitió que Alma y su pueblo escaparan a la tierra de Zarahemla (véase Mosíah 24:17–25).
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó en cuanto a esta experiencia:
Al pueblo no le fueron quitados inmediatamente los desafíos y las dificultades; pero Alma y sus seguidores fueron fortalecidos, y su mayor capacidad hizo que sus cargas fueran más ligeras […].
Las cargas particulares de nuestra vida personal nos ayudan a confiar en los méritos, la misericordia y la gracia del Santo Mesías (véase 2 Nefi 2:8). Testifico y prometo que el Salvador nos ayudará a soportar nuestras cargas con facilidad (véase Mosíah 24:15). Al atarnos a Él por medio de convenios sagrados y recibir el poder habilitador de Su expiación en nuestra vida, procuraremos cada vez más comprender y vivir de acuerdo con Su voluntad. Además, oraremos por la fuerza para aprender de nuestras circunstancias, o para cambiar o aceptarlas, en vez de orar incesantemente para que Dios las cambie según nuestra voluntad (“Soportar sus cargas con facilidad”, Liahona, mayo de 2014, págs. 89, 90).