Capítulo 10
El poder del ejemplo
Cuando ponemos nuestras creencias en práctica en la vida diaria, afianzamos el buen nombre de la Iglesia e inspiramos a los demás a vivir el Evangelio.
De la vida de Heber J. Grant
En un homenaje que tributó al presidente Heber J. Grant, el élder John A. Widtsoe, del Quórum de los Doce Apóstoles, escribió: “Su vida es una lección para todos”1. El élder Samuel O. Bennion, de los Setenta, también habló del ejemplo que daba el presidente Grant: “Él está anhelosamente consagrado a la gran causa del Señor; sólo recibe el mandato de Dios y da a la gente el debido ejemplo; el resultado de ello es que la obra se va engrandeciendo y se va volviendo más maravillosa”2.
Además de dar él mismo un ejemplo de rectitud, el presidente Grant enseñó que cada miembro de la Iglesia puede vivir de tal manera que dé honra y gloria a la obra del Señor. Dijo: “El mejor y el más espléndido predicador entre los Santos de los Últimos Días es el hombre o la mujer que pone en práctica el Evangelio del Señor Jesucristo”3.
Cuando prestaba servicio en calidad de miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, el élder Heber J. Grant recibió una carta de un amigo que no era miembro de la Iglesia. En un discurso que pronunció en una conferencia general, el élder Grant leyó partes de esa carta con el fin de hacer hincapié en la necesidad de que los Santos de los Últimos Días den un buen ejemplo:
“ ‘Mi estimado Heber:
“ ‘…Usted sabe, aparte de la larga e íntima amistad que nos une, cuánto me ha impresionado la autenticidad y la sinceridad de los sentimientos religiosos de hombres y mujeres que tienen la misma fe de usted. En muchas ocasiones, en la conversación que he mantenido con diversas personas, he dicho que las únicas personas religiosas que he conocido que viven de acuerdo con la fe que profesan son los mormones de Utah. Y eso es verdad’ ”.
Tras haber leído esa parte, el élder Grant comentó: “En realidad estoy agradecido por el hecho de que mi amigo no haya tenido acceso a la lista de miembros que no pagan los diezmos… porque, de haber sido así, dudo mucho que entonces hubiese dicho ‘que las únicas personas religiosas que he conocido que viven de acuerdo con la fe que profesan son los mormones de Utah’. Me siento agradecido por que los mormones que él ha conocido no son mormones tan sólo de nombre, sino que son verdaderamente Santos de los Últimos Días. Se formó una opinión de todos “los mormones”, basándose en los que él conocía. A menudo he dicho en público que considero que todo Santo de los Últimos Días tiene el deber de poner su vida en orden, de modo que, debido a eso, su conducta inspire respeto por su propia persona y por todos los demás [de su fe]. Cuando cumplimos con las enseñanzas de nuestro Salvador, hacemos alumbrar nuestra luz delante de los hombres, para que, al ver nuestras obras buenas, glorifiquen a Dios y sean llevados a aceptar el Evangelio de Jesucristo”.
El élder Grant siguió dando a conocer partes de la carta y leyó:
“ ‘Eso es lo que inspira respeto… su gente pone sus creencias en práctica en la vida diaria con lo cual manifiestan que esas creencias son importantes…’ ”.
Haciendo de nuevo referencia a la carta de su amigo, el élder Grant dijo:
“Ahora bien, hay aquí una parte que deseo grabarles en la mente de un modo indeleble:
“ ‘Si hay algo (mi amigo ha subrayado con una gruesa línea negra la palabra algo) en una creencia que lleva aparejada una eternidad de existencia futura, esa creencia lo tiene todo (mi amigo ha subrayado con otra línea negra el vocablo todo)’.
“¿Creemos eso como Santos de los Últimos Días? ¿Apreciamos el poder, la potencia de la observación de mi amigo?: ‘Si hay algo en una creencia que lleva aparejada una eternidad de existencia futura, esa creencia lo tiene todo’. ¿Estamos convencidos de que lo tiene todo la creencia que lleva aparejada una eternidad de existencia futura? ¿Y ponemos nuestras creencias en práctica en la vida diaria, como dice nuestro amigo, y, por medio de ello, manifestamos que esas creencias son importantes?”4.
Enseñanzas de Heber J. Grant
Llevamos sobre nuestros hombros la reputación de la Iglesia.
Ya han llegado a conocernos por lo que somos: un pueblo recto y temeroso de Dios; y, en la misma proporción en que vivamos el Evangelio, sabiendo que es verdadero, seguiremos desterrando el prejuicio, estableciendo la buena voluntad y atrayendo hacia nosotros a las demás personas.
Esa situación se ha suscitado por el hecho de que tenemos un conocimiento y por motivo de que muchas personas de nuestra gente han vivido de conformidad con dicho conocimiento. Entre nosotros, cada persona lleva sobre sus hombros la reputación de la Iglesia, y, si ustedes y yo ponemos en práctica el Evangelio de Jesucristo, honraremos la obra del Señor que se ha establecido de nuevo sobre la tierra en esta dispensación.
Me siento muy agradecido por esa situación a que hemos llegado; mi corazón rebosa de gratitud al Señor por el cambio extraordinario que se ha verificado y confío en que todo hombre y toda mujer que sea miembro de esta Iglesia reciba la inspiración necesaria para tomar la determinación de hacer lo mejor que pueda por poner en práctica este Evangelio a fin de que su vida proclame la veracidad de él5.
Las murmuraciones en contra de la Iglesia, la malevolencia y las mentiras acerca de nuestra gente de un modo global se han extinguido casi por completo por motivo de que la gente ha llegado a conocer los deseos de nuestros corazones, que no tenemos enemistad ni siquiera con los que nos difaman. El Señor nos ha ayudado en muchas ocasiones a hacer amistad con quienes en un tiempo fueron nuestros enemigos. Han llegado a saber que todo fiel Santo de los Últimos Días es un siervo del Señor que desea saber lo que el Señor quiere que haga, y aun cuando sus aspiraciones personales sean muy diferentes de las nuestras, aun así, las personas se están enterando de que un verdadero y auténtico Santo de los Últimos Días es una persona digna de confianza en todo aspecto por motivo de que desea conocer la disposición y la voluntad de Dios. Aun cuando piensen que estamos equivocados como pueblo, comprenden nuestra sinceridad e integridad6.
Vayan a cualquier parte entre los élderes de Israel, viajen de un extremo al otro de la Iglesia y hallarán un testimonio ardiente en el corazón de los Santos de los Últimos Días de que ésta es la obra de Dios Todopoderoso y de que Su Hijo Jesucristo la ha establecido. Ustedes encuentran ese testimonio y lo oyen cuando la gente lo expone, pero, ¿llevamos siempre la vida de los Santos de los Últimos Días? ¿Vivimos como debemos vivir, dado el gran testimonio que se nos ha dado? ¿Guardamos los mandamientos del Señor como debemos hacerlo? Cada uno de nosotros lleva sobre sus hombros la reputación —por decirlo de esa manera— de la Iglesia7.
Ruego al Señor que bendiga al pueblo de Sión. Ruego que guardemos Sus mandamientos, de manera que todas las personas, al ver nuestras obras buenas, nuestra sinceridad y nuestra integridad, por lo menos se sientan inclinadas a respetarnos, crean o no en nuestra fe8.
Los Santos de los Últimos Días que hacen mal se desacreditan ellos mismos y también desacreditan la causa de la verdad.
Sostengo que el Santo de los Últimos Días que hace mal no sólo es responsable de esa mala acción, sino que también lo es del daño que hace a la Iglesia. Si un hombre que pertenece a la Iglesia se emborracha, es probable que, para quien le vea, sea el primer ejemplo de un mormón que se presente a la vista de esa persona. Se indica que es mormón y se juzga a todos los demás mormones por los actos de ese hombre. Quien le viera diría: “Si eso es el mormonismo, yo no quiero saber nada de ello”, y si oyera que un mormón va a pronunciar un discurso, no acudiría a oírle. Y así vemos que hay muchos pecados encaminados a cerrar el corazón de las personas en contra del reino de Dios9.
Predicar y hablar no significan nada si no llevamos una vida en armonía perfecta con nuestras enseñanzas10.
En una ocasión, un hombre pronunció un discurso extraordinario. Después, uno de sus amigos le dijo: “Sabes, el discurso que has dado ha sido excelente, portentoso, pero las cosas que haces hablan de forma tan estridente que no oí nada de lo que dijiste”11.
Supe de un hombre que se encontraba en un gran banquete conversando con otro con respecto a la fe de los Santos de los Últimos Días y que dijo a éste: “Los ‘mormones’ que viven su religión no consumen té, ni café, ni tabaco ni licor”. Su interlocutor le dijo: “No creo una palabra de eso”. El primero le afirmó: “Es verdad”.
Esos dos señores que no eran mormones estaban sentados a la mesa en aquel banquete. Entonces llegó un “mormón”. El que defendía a los “mormones” dijo: “Allí viene un mormón y se va a sentar con nosotros. Le apuesto a que no bebe café”. La apuesta se aceptó. ¡Y el “mormón” bebió el café! Cuando salieron del banquete, el que había perdido la apuesta dijo: “Ya no confío en ese hombre que profesa creer que Dios dio una revelación por medio de José Smith en la que indicaba a la gente que se abstuviese de esas cosas y, no obstante, él ha venido aquí y ha desobedecido públicamente las enseñanzas de su profeta. Había confiado en ese hombre, pero ya no confiaré más en él”12.
Cuando vivimos de acuerdo con nuestra religión, nuestro buen ejemplo brilla como una luz ante el mundo.
Deseo decir a los Santos de los Últimos Días que es preciso que nosotros, que hemos recibido un testimonio de la divinidad de la obra a la que nos hemos consagrado, pongamos en orden nuestras vidas día tras día, de tal manera que las buenas obras que llevemos a cabo den gloria a la obra de Dios, que alumbre nuestra luz delante de los hombres para que vean nuestras buenas obras y glorifiquen a Dios [véase Mateo 5:16]. Ningún otro pueblo sobre la faz de la tierra ha recibido tan grandes bendiciones como los Santos de los Últimos Días; ningún otro pueblo ha tenido las muchas manifestaciones de la bondad, la misericordia y la longanimidad de Dios que se nos han otorgado a nosotros, y recalco que nosotros, más que todos los demás hombres y todas las demás mujeres que están sobre la tierra, debemos llevar una vida santa y recta13.
El Salvador dijo a Sus discípulos que eran la sal de la tierra, pero que si la sal perdía su sabor, no servía más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. También les dijo que eran la luz del mundo y que una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Y les dijo que no se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre un candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. Y los amonestó diciendo que así alumbrase su luz delante de los hombres, para que viesen sus obras buenas y glorificasen a Dios [véase Mateo 5:13–16].
Esa admonición se aplica a nosotros. Somos la luz del mundo. Hemos recibido la inspiración de Dios Todopoderoso. Hemos recibido un testimonio del Evangelio y sabemos que Dios vive, que Jesús es el Cristo, que José Smith fue un profeta de Dios… En el corazón de todo fiel Santo de los Últimos Días arde ese testimonio. Ahora bien, ¿estamos viviendo de tal manera que las obras buenas que efectuamos honren la obra de Dios? ¿Es el ejemplo que damos digno de que todos los hombres lo imiten? ¿Ponemos de manifiesto que tenemos fe en el Evangelio mediante el ejemplo que damos?14.
Afirmo que cada miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene el deber indiscutible de ordenar su vida de tal manera que su ejemplo sea digno de emulación por parte de todos los hombres, atrayendo de esa forma sobre sí y sobre su posteridad honor y bendiciones, y también ganando amigos para la obra del Señor, lo cual debe ser la más elevada aspiración de todo Santo de los Últimos Días15.
Que Dios, nuestro Padre Celestial, nos ayude a ser leales y fieles a Él, y que siempre pongamos de manifiesto mediante nuestra fidelidad, mediante nuestra integridad para con hombres y mujeres, y mediante la rectitud de nuestras vidas que somos efectivamente siervos y siervas del Dios viviente, que nos esforzamos por difundir el Evangelio de Jesucristo, es mi ferviente oración16.
Nuestro buen ejemplo podrá llevar a otras personas a investigar el plan de salvación.
Ruego que todo Santo de los Últimos Días viva de acuerdo con el Evangelio, a fin de proclamar la veracidad de éste por medio del ejemplo17.
El mejor y el más espléndido predicador entre los Santos de los Últimos Días es el hombre o la mujer que pone en práctica el Evangelio del Señor Jesucristo. “Muéstrame tu fe por tus obras” es lo que cuenta. Santiago dijo que mostraría su fe por sus obras y que la fe sin obras está muerta. Es como el cuerpo sin el espíritu [véase Santiago 2:17–18, 26]… Podemos predicar este Evangelio mediante nuestras obras, nuestra diligencia, nuestra fidelidad y nuestras energías. Las gentes del mundo están comenzando a reconocer, a saber y a comprender el hecho de que los frutos del Evangelio de Jesucristo, como lo enseñan los Santos de los Últimos Días, son frutos buenos… La gran norma que prescribió el Salvador del mundo fue: “por sus frutos los conoceréis” [Mateo 7:20]. Desafío a cualquier persona del mundo a buscar un pueblo que tenga más felicidad en sus hogares, más satisfacción, más prosperidad, más integridad en los negocios, más sobriedad y que observen más estrictamente las leyes de Dios y del hombre que los Santos de los Últimos Días. Al decir esto, no incluyo a los mormones que no guardan los mandamientos de Dios18.
Que Dios bendiga a todos ustedes. Que cada uno de nosotros que tenga un testimonio de la divinidad de la obra a la que nos hemos consagrado ponga en orden su vida de tal manera que los que no conozcan la verdad, al ver nuestra diligencia, nuestra fe, nuestra humildad de corazón y nuestro deseo de servir a Dios, sientan deseos de investigar la verdad que tenemos para testificarles. Ésa es mi oración y mi anhelo19.
Dios vive; Jesús es el Cristo; José Smith es un profeta del Dios viviente; tenemos la verdad; y ruego que los que la conozcan vivan de una manera tal que los que no la conozcan investiguen el plan de vida y salvación y obtengan la vida eterna, que es el mayor de todos los dones de Dios para el hombre20.
Ruego que las bendiciones de Dios Todopoderoso estén y permanezcan con todos los miembros de esta Iglesia, con todo fiel y diligente Santo de los Últimos Días. Ruego que podamos predicar el Evangelio del Señor Jesucristo mediante la honradez, la rectitud y la fidelidad de nuestras vidas. Si hacemos eso, podemos estar seguros de llegar al triunfo final21.
Siento una gratitud que excede al poder y a la facultad que Dios me ha dado para expresarme por el conocimiento que poseo de que Él vive, de que Dios es nuestro Padre y de que Jesucristo es nuestro Redentor y Salvador.
Ruego al Señor que nos ayude a ustedes y a mí, así como a toda alma que tenga ese conocimiento, para que trabajemos con toda la capacidad que poseamos a fin de llevar a los demás a ese mismo conocimiento mediante nuestro ejemplo. ¡Ah!, cuán agradecido estoy a nuestro Padre Celestial por que estimó conveniente escoger a José Smith como el instrumento en Sus manos para establecer de nuevo sobre la tierra el plan de vida y salvación. Suplico al Señor que les bendiga a todos y a cada uno, que bendiga a toda alma sincera que esté sobre la faz de la tierra y que ayude a todo Santo de los Últimos Días a vivir de tal manera que su ejemplo brille y sirva para llevar a otras personas al conocimiento de la verdad22.
Sugerencias para el estudio y el análisis
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¿Por qué es el ejemplo una influencia tan poderosa?
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¿Qué significa llevar la reputación de la Iglesia sobre nuestros hombros?
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¿Cómo podemos ser mejores ejemplos tanto para nuestros familiares como para los miembros del barrio o de la rama y para los vecinos?
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¿El ejemplo de qué personas ha influido en usted? ¿Por qué esas personas han ejercido tanta influencia en usted?
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¿Qué ejemplos podría mencionar en los que las buenas obras de Santos de los Últimos Días hayan inspirado a otras personas a investigar el Evangelio?