Capítulo 14
“¡Oh, está todo bien!”
El himno“¡Oh, está todo bien!” inspira gratitud para con los primeros pioneros Santos de los Últimos Días e intensifica nuestra fe y valentía.
De la vida de Heber J. Grant
El himno preferido del presidente Heber J. Grant era “¡Oh, está todo bien!”, el cual es una canción de esperanza que inspiró a los primeros pioneros Santos de los Últimos Días que viajaron al Valle de Salt Lake (véase Himnos, N° 17). Consideraba que era importante que los miembros de la Iglesia comprendiesen ese himno, en particular la cuarta estrofa, con su mensaje de esperanza referente a los que “morir [les tocase] sin llegar” y a los que Dios les diese la vida “para vivir en paz allá”.
El himno recordaba al presidente Grant su herencia pionera. Decía: “Nunca he oído, ni nunca oiré, hasta el día de mi muerte, mi himno predilecto: ‘Santos, venid, sin miedo, sin temor, mas con gozo andad’ [sin pensar] en la muerte y sepultura de mi hermanita que falleció en la primera infancia en las llanuras, y cuyo cuerpecito desenterraron los lobos. Pienso en el fallecimiento de la primera esposa de mi padre y en que trajeron aquí sus restos mortales para sepultarla”1. La historia de Jedediah Grant, su esposa Caroline y Margaret, la hija de ellos, ejemplifica el mensaje que se repite en el himno: “¡Oh, está todo bien!”.
En 1847 Jedediah Grant condujo una compañía o caravana de pioneros Santos de los Últimos Días desde Winter Quarters, Nebraska, hasta el Valle de Salt Lake. No mucho antes de que llegaran al valle, su hijita Margaret, de seis meses de edad, contrajo el cólera y falleció. La sepultaron cerca de la senda, y el cuerpo quedó protegido sólo por un túmulo de arcilla. Poco después de eso, la primera esposa de Jedediah, Caroline, falleció por las consecuencias del cólera y de la fiebre. Las últimas palabras que musitó a su esposo fueron: “¡Oh, está todo bien; oh, está todo bien! ¡Te ruego que me lleves al valle, Jeddy. Ve a buscar a Margaret… y tráemela!”. Él le aseguró: “Sí, sí, Caroline. Haré lo mejor que pueda. Haré lo mejor que pueda”.
La compañía llegó al valle tres días después. Al atardecer del día que llegaron se llevó a cabo el funeral de Caroline Grant. Tras unos días de descanso, Jedediah emprendió la marcha para ir a buscar el cuerpo de Margaret. Le acompañaron su amigo Bates Noble y Susan, hija adoptiva del hermano Noble. Una noche, mientras se encontraban acampados, Jedediah expresó a su amigo su confianza en la voluntad de Dios:
“Bates, Dios lo ha manifestado claramente. El regocijo del paraíso donde están juntas mi esposa y mi hijita parece estar sobre mí esta noche. Por algún sabio propósito han sido relevadas de las dificultades de la tierra en las que tú y yo nos hallamos sumidos. Ellas son mucho, muchísimo más felices de lo que nosotros podríamos serlo aquí. Este lugar donde hemos acampado debiera ser el más lúgubre de todos los sitios para mí, pero esta noche parece estar cerca del cielo”.
Los tres viajeros llegaron al lugar de la sepultura a la mañana siguiente. De esa ocasión, Susan recordó: “A pocos pasos de la pequeña sepultura nos detuvimos indecisos, depositamos en el suelo las cosas que llevábamos y nos quedamos allí, con la vista fija en lo que había sido la sepultura. Ninguno intentó hablar. En el lugar del pequeño túmulo había un desagradable foso y todo daba muestras de que hacía muy poco que los lobos habían estado allí. No me atreví a mirar a Jedediah. Por los sentimientos que me embargaban a mí, me imaginaba lo que sentiría él. Nos quedamos allí de pie, como estatuas en la soledad de aquel entorno, imposibilitados de movernos siquiera, siendo absolutamente conscientes de que ya no había nada más que hacer. Al cabo de varios minutos de haber derramado silenciosas lágrimas, calladamente emprendimos la retirada, transportando sólo lo que habíamos llevado”2.
Unos nueve años después, se efectuó el funeral del presidente Jedediah Grant, que había sido segundo consejero del presidente Brigham Young. El presidente Heber C. Kimball, primer consejero de la Primera Presidencia, al dirigir la palabra a la congregación, contó de una visión que había tenido su amigo Jedediah:
“Vio a los justos reunidos en el mundo de los espíritus y advirtió que no había espíritus inicuos entre ellos. Vio a su esposa, que fue la primera persona que se aproximó a él. Vio a muchas personas que conocía, pero no conversó con ninguna de ellas sino con su esposa Caroline. Ella se acercó a él, y él dijo que se veía hermosa; llevaba en los brazos a su hijita que había muerto en las llanuras y le dijo: ‘…Aquí tengo a la pequeña Margaret; sabes, los lobos devoraron sus restos, pero no le hicieron daño. Aquí está y está muy bien’ ”3.
Enseñanzas de Heber J. Grant
“Mas con gozo andad”
Creo que William Clayton fue inspirado por el Señor cuando escribió este himno… el viaje que los pioneros estaban a punto de emprender era imponente… Siento admiración por la valentía, la fe y la fuerza de voluntad de nuestros padres y de nuestras madres que se pusieron en marcha hacia tierras desoladas sin saber adónde iban, pero cantando:
Santos, venid, sin miedo, sin temor,
mas con gozo andad.
He conversado con cientos de personas que cruzaron las llanuras; ellas sintieron verdadero regocijo y felicidad al ponerse en camino hacia este Valle del Lago Salado.
Aunque cruel jornada ésta es,
Dios nos da Su bondad.
E indudablemente Dios les dio Su bondad todos los días.
Mejor nos es el procurar
afán inútil alejar,
y paz será el galardón.
¡Oh, está todo bien!
Y ése era un buen consejo no tan sólo para las personas que atravesaron las llanuras, sino que también es un excelente consejo para que todos nosotros lo tengamos en cuenta todos los días de nuestra vida. El espíritu jovial y feliz de la serenidad es agradable para nuestro Padre Celestial. La capacidad y la facultad de creer y de aceptar la Escritura que nos enseña a reconocer la mano de Dios en todas las cosas [véase D. y C. 59:21] es agradable a nuestro Padre Celestial.
“Ceñid los lomos con valor”
¿Por qué decís que es dura la porción?
Es error; no temáis.
¿Por qué pensáis ganar gran galardón,
si luchar evitáis?
El problema que tienen muchísimas personas es que no están dispuestas a hacer lo que es necesario realizar para alcanzar la meta; no están dispuestas a esforzarse por triunfar en la batalla de la vida. Se asemejan mucho a los individuos acerca de los cuales leí en el libro del hermano N. L. Nelson sobre la predicación, libro que se me ocurrió abrir un día y en el que leí acerca de las personas que toman literalmente las instrucciones de no preocuparse por lo que habrán de decir. El hermano Nelson [profesor de la Academia Brigham Young] escribió que muchos de los que no se preocupan en absoluto en ese respecto nunca dicen gran cosa, ya que no siguen la enseñanza referente a que tenemos que prepararnos. Con respecto a esas personas [que no hacen nada de su parte], dice el autor que, cuando hablan… dicen: “Oh, Señor, heme aquí. Tengo boca y pulmones que te prestaré por un breve tiempo; lléname de sabiduría para que edifique yo a los demás”, lo cual Él rara vez hace en esos casos [véase Preaching and Public Speaking: A Manual for the Use of Preachers of the Gospel and Public Speakers in General, 1898, págs. 3–7.]
¿Por qué pensáis ganar gran galardón,
si luchar evitáis?
Ceñid los lomos con valor;
jamás os puede Dios dejar,
y el refrán ya cantaréis:
¡Oh, está todo bien!
La magnífica congregación que se encuentra aquí [en la conferencia general], nuestro bellísimo templo, el edificio de la [administración] de la Iglesia y los templos que hay desde Canadá hasta el sur de Utah, y en las islas hawaianas, dan testimonio a todo el mundo de que Dios nunca ha abandonado a Su pueblo.
“Hacia el sol, do Dios lo preparó, buscaremos lugar”
Hacia el sol, do Dios lo preparó,
buscaremos lugar
do, libres ya de miedo y dolor,
nos permitan morar.
Creo que no hay ningún fiel Santo de los Últimos Días que no crea que Dios preparó esta tierra para Su pueblo. Brigham Young… al contemplar este valle, dijo: “Éste es el lugar”. Dios le había mostrado este lugar en una visión, antes de que llegase aquí. Hubo hombres que intentaron persuadirle de que se fuese a California, donde había suelo fértil, pero éste era el lugar que Dios había preparado, y nos detuvimos aquí, y no hubo equivocación en ello.
Cantemos, sí, en alta voz;
dad glorias al Señor y Dios,
y sobre todo, el refrán:
¡Oh, está todo bien!4.
“Aunque morir nos toque sin llegar…”
Aunque morir nos toque sin llegar,
¡oh, qué gozo y paz!
Podremos ya, sin penas ni dolor,
con los justos morar.
¿Consideramos que, si morimos, todo está bien? ¿Vivimos de tal manera que si se nos llamase a morir seríamos dignos de volver a la presencia de nuestro Padre Celestial al dejar esta tierra y seríamos bienvenidos allá? ¿Vivimos de manera de ser dignos de las bendiciones que hemos recibido? Yo mismo me hago esa pregunta: ¿Estoy haciendo todo lo que puedo por elevar no sólo mi espíritu, sino también el de mis semejantes, y soy efectivamente una luz que brilla ante las demás personas por el ejemplo que les doy?5.
¡Qué sublime era la fe de ellos de que todo estaba bien!, aun cuando muriesen en esas tierras despobladas y fuesen sepultados, por ejemplo, en una tumba sin nombre. No obstante, ésa era su fe y cantaban ese himno noche tras noche, creyendo firmemente en la letra de la canción. En verdad, su canto era una oración al Señor; tenían fe absoluta en la revelación que se dio por medio del profeta José Smith a la esposa de éste, en la que está escrito: “…la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza”, y además, “porque mi alma se deleita en el canto del corazón” [D. y C. 25:12].
Aunque morir nos toque sin llegar,
¡oh, qué gozo y paz!
Podremos ya, sin penas ni dolor,
con los justos morar.
Mas si la vida Dios nos da,
para vivir en paz allá,
alcemos alto el refrán:
¡Oh, está todo bien!
Recuerdo la ocasión… de la cual he hablado a menudo… en que mi suegro, el difunto Oscar Winters, me dijo: “Heber, creo que los jóvenes de Sión no aprecian cabalmente lo que el himno del hermano Clayton significaba para nosotros cuando lo cantábamos noche tras noche al cruzar las llanuras… quiero contarte algo que ocurrió cuando yo viajaba en dirección a este valle. Una noche, un miembro de la caravana se retrasó en llegar al campamento. Reunimos algunos voluntarios y estábamos a punto de volver hacia atrás para averiguar si algo había sucedido… cuando le vimos venir a lo lejos. Una vez que llegó, le ayudamos a desuncir las bestias y a conseguir comida para la cena. Había estado muy enfermo, por lo que se había visto en la necesidad de recostarse por el camino un par de veces. Después de la cena, se sentó en una piedra grande, junto a la fogata, y comenzó a cantar el himno ‘¡Oh está todo bien!’. Era costumbre en el campamento que siempre que alguien comenzara a cantar ese himno, los demás nos uníamos a cantarlo; pero, sin saberse por qué, nadie se unió a cantar con ese hermano. La voz le salía muy débil y apagada. Cuando hubo terminado, miré a mi alrededor, y no creo haber visto a nadie que no tuviese los ojos llenos de lágrimas. Cantó el himno de modo hermosísimo, pero con voz débil y triste, pero aun así, con el espíritu y la inspiración del himno. A la mañana siguiente, reparamos en que no había comenzado siquiera a enganchar los bueyes; entonces nos dirigimos a su carromato y hallamos que ¡había muerto durante la noche! Cavamos una tumba poco profunda y sepultamos allí su cuerpo. Entonces nos acordamos de la piedra sobre la que él se había sentado la noche anterior cuando cantó:
Aunque morir nos toque sin llegar,
¡oh, qué gozo y paz!
Podremos ya, sin penas ni dolor,
con los justos morar.
“E hicimos rodar la piedra hasta la sepultura donde la pusimos a modo de lápida”.
Vi que al hermano Winters se le inundaban los ojos de lágrimas. Balbuceó unas palabras, como si fuese a decirme algo más, pero vaciló y no dijo nada. Posteriormente me enteré de que, después de haber estado en el valle durante algún tiempo, vino a Salt Lake desde su casa del campo a recoger a su madre, sólo para recibir la noticia de que también ella había fallecido por el camino.
Hace unos años, cuando se construía la vía férrea Burlington a través de Nebraska y de Wyoming, los que allí trabajaban hallaron un trozo de una rueda de carromato semienterrado, en el cual estaba grabada la palabra “Winters”. Escribieron a Salt Lake City para notificar de lo que habían encontrado y con gran bondad cambiaron la ruta de la vía férrea varios kilómetros a fin de no hacerla pasar por ese lugar, sabiendo que era la sepultura de algún pionero de Utah. Desde entonces, hemos construido allí un pequeño monumento en memoria de la abuela Winters; y sobre uno de los lados del monumento, construido con el mismo tipo de granito que se utilizó para la construcción del Templo de Salt Lake, hicimos tallar la letra de la última estrofa de “¡Oh, está todo bien!”.
Nunca oigo esa canción ni nunca la leo sin que mi corazón rebose de gratitud hacia mi padre y hacia mi madre, lo mismo que hacia los miles de los nobles hombres y mujeres que viajaron a través de las llanuras. Muchos de ellos volvieron varias veces a cruzar las llanuras para ayudar a los demás, sobrellevando penurias con buen ánimo y alegría, ¡aunando sus actos a las enseñanzas de ese inspirado himno! Nunca pienso en ellos sin llenarme de admiración y de agradecimiento, y sin elevar al Señor la plegaria de que me ayude, como uno de los descendientes de aquellos pioneros, a ser leal, a ser fiel y valiente como lo fueron ellos. Verdaderamente fueron hombres y mujeres que, a medida que pasen los años, recibirán cada vez más y más admiración y respeto de las gentes del mundo6.
Sugerencias para el estudio y el análisis
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¿Qué significa este himno para usted? ¿Qué lecciones podemos aprender de este himno?
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¿En qué aspectos somos nosotros pioneros en la actualidad? ¿Cómo podemos honrar el patrimonio que hemos recibido de otros pioneros Santos de los Últimos Días?
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¿Cómo podemos cultivar “el espíritu jovial y feliz de la serenidad” a pesar de la adversidad?
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Reflexione sobre las siguientes preguntas del presidente Grant: “¿Consideramos que, si morimos, todo está bien? ¿Vivimos de tal manera que, si se nos llamase a morir, seríamos dignos de volver a la presencia de nuestro Padre Celestial al dejar esta tierra y seríamos bienvenidos allá? ¿Vivimos de modo de ser dignos de las bendiciones que hemos recibido?… ¿Estoy haciendo todo lo que puedo por elevar no sólo mi espíritu sino también el de mis semejantes, soy efectivamente una luz que brilla ante las demás personas por el ejemplo que les doy?”.
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¿Por qué es útil meditar con regularidad sobre el camino que llevan nuestras vidas? ¿Qué podemos hacer a fin de prepararnos para “volver a la presencia de nuestro Padre Celestial”?
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¿Qué podemos hacer para elevarnos espiritualmente nosotros mismos y a los demás?