Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
La oración ferviente y sincera


Capítulo 19

La oración ferviente y sincera

Cuando oramos diligentemente en forma personal y en familia, recibimos muchas bendiciones.

De la vida de Heber J. Grant

Cuando era un niño pequeño, Heber J. Grant frecuentaba la casa del presidente Brigham Young. Si por casualidad Heber se encontraba allí a la hora de la oración, le invitaban a arrodillarse con la familia y participar en la oración familiar. Esas oraciones surtieron un efecto perdurable en Heber. Más adelante en la vida, recordó: “En más de una ocasión, por motivo de la inspiración del Señor que recibía Brigham Young mientras suplicaba a Dios que le guiara, levanté la cabeza y me volví a mirar hacia el lugar donde Brigham Young oraba para ver si el Señor estaba allí. Me parecía que él conversaba con el Señor como un hombre conversa con otro”1.

Woman in prayer

“Pónganse de rodillas y supliquen a Dios en oración que los guíe con respecto a todo lo que hagan”.

Varios sucesos de la vida del presidente Heber J. Grant ejemplifican su confianza en nuestro Padre Celestial y su fe en el poder de la oración. Por ejemplo, cuando su primera esposa se encontraba moribunda, su hija mayor estaba consternada de dolor. Él pidió fervientemente en oración que ella pudiese aceptar la muerte de su madre (véanse las páginas 47–48 de este libro). En otras ocasiones, el presidente Grant oró pidiendo inspiración para ayudar a su medio hermano que se había alejado de la Iglesia (véanse las páginas 11 y 13) y suplicó al Señor que sanase a una niña gravemente enferma de difteria (véase la página 101).

Cuando dirigía la palabra a los santos, el presidente Grant solía hablar de las oraciones que le salían del corazón. Hablaba de la esperanza que tenía en que el Señor guiase a los líderes gubernamentales en sus responsabilidades2. Expresaba su “profunda y sincera oración” de que el Señor bendijera a los soldados y a sus familias durante la guerra3. Decía que oraba constantemente “por todos los oficiales de esta Iglesia, tanto por los del sacerdocio como por los de las asociaciones auxiliares”4. Rogaba a Dios que ayudase a los santos a vivir el Evangelio y que guiara a las demás personas al conocimiento de la verdad5. También contaba de sus súplicas por su propio bienestar: “Mi constante y ferviente oración… es que nunca se me ofusque la mente, que nunca me aparte del sendero de la rectitud y lo correcto, que, a medida que avance en edad, progrese en entendimiento, que la luz y la inspiración del Espíritu de Dios arda en mi corazón e ilumine mi entendimiento, y me conserve firme y fiel al servicio a mi Padre Celestial”6.

Enseñanzas de Heber J. Grant

Debemos orar con respecto a todo lo que hagamos.

Pónganse de rodillas y supliquen a Dios en oración que los guíe con respecto a todo lo que hagan7.

En cuanto el hombre deja de rogar a Dios que le dé Su Espíritu y Su guía, comienza a apartarse de Él y de Sus obras. Cuando los hombres dejan de orar a Dios para pedirle que les dé Su Espíritu, se confían en su propio razonamiento y gradualmente pierden el Espíritu de Dios, del mismo modo que si amigos íntimos nunca se escriben ni se visitan llegan a ser extraños el uno para el otro. Todos debemos suplicar a Dios en oración que nunca nos deje solos ni un momento sin Su Espíritu, para que nos ayude a oponer resistencia al pecado y a la tentación8.

Sean diligentes las personas jóvenes en elevar sus oraciones secretas y suplicar a Dios, día y noche, que les dé la guía de Su Santo Espíritu9.

En las ocasiones de tranquilidad, en el fragor de la batalla de las dificultades que se nos presenten y a través de los azares del día; en los momentos de tentación, de pesar, de paz y de bendición, oremos siempre, tanto solos como reunidos con nuestros familiares, con gratitud por las bendiciones de la vida, y pidamos comprender los problemas de la existencia y recibir fortaleza para perseverar hasta el fin.

“Ora siempre para que salgas triunfante; sí, para que venzas a Satanás y te libres de las manos de los siervos de Satanás que apoyan su obra” (Doctrina y Convenios 10:5).

“Orad siempre para que no desmayéis, hasta que yo venga” (Doctrina y Convenios 88:126)10.

Una vez más quisiera suplicar a todos que se arrodillen y pidan a Dios que los dirija en todos los actos de la vida, y entonces, si reciben el Espíritu de Dios, se sentirán felices y contentos con lo que hagan. No hagan cosa alguna que no puedan pedir a Dios que les ayude a hacer. Crezcan en la luz y en el conocimiento del Evangelio, y, como siervo de Dios, les prometo paz, regocijo y felicidad, en el nombre de nuestro Redentor11.

La oración es esencial para el progreso espiritual.

Testificamos que Dios es un Dios viviente… que Él vive y ama a Sus hijos; que Él oye y contesta las oraciones; que Él no dejará a Sus hijos vagar en las tinieblas y el pecado sin una luz; que toda persona tiene derecho a recibir esa luz con la cual guiar sus pasos por la vida; que, en un mundo cambiante, Sus hijos todavía pueden acudir a Él, y Él les hablará a la radiante luz del día, o en las silenciosas horas de la noche, en un lenguaje que entenderán si tan sólo viven en armonía con Su Espiritu12.

A todas partes adonde se ha llevado el Evangelio de Cristo, hombres y mujeres, en cientos y en miles, lo han aceptado y han podido dar testimonio de que han recibido un testimonio de la divinidad de la obra a la que los Santos de los Últimos Días estamos consagrados, tras haber suplicado a Dios que les diese ese testimonio. Ellos no han recibido ese testimonio por medio de su propio estudio, ni mediante la inteligencia natural de que Dios los ha dotado, sino en respuesta a la ferviente y sincera oración, pronunciada en el nombre de Jesucristo nuestro Redentor, en la que han suplicado recibir luz y conocimiento con respecto a la divinidad de esta obra13.

El hombre tiene la inclinación natural a envanecerse con el orgullo de su corazón, a ser [egocéntrico], a olvidar a Dios; pero el Evangelio requiere que oremos todos los días de nuestra vida, no sólo en familia, sino en secreto. Ese requisito nos impide volvernos [egocéntricos], puesto que, cuando nos inclinarnos a pedir a Dios en oración que nos dé la luz y la inspiración de Su Espíritu, nos volvemos como niños pequeños 14.

Creo firmemente que nadie que con sinceridad se incline todos los días de su vida a suplicar a Dios con fervor que le dé la luz de Su Santo Espíritu para guiarle nunca jamás se volverá orgulloso ni arrogante. Por el contrario, su corazón se llenará de mansedumbre, de humildad y de la sencillez natural de los niños15.

No siento temor por el niño o la niña, el joven o la joven que a conciencia suplican a Dios dos veces al día para pedirle que les dé la guía de Su Espíritu. Estoy seguro de que, cuando la tentación les salga al paso, tendrán la fortaleza necesaria para vencerla por la inspiración que se les dará. El hecho de suplicar al Señor que nos dé la guía de Su Espíritu pondrá alrededor de nosotros una protección, y si pedimos ferviente y sinceramente la guía del Espíritu del Señor, les aseguro que la recibiremos16.

Ahora bien, lo que deseo grabar en el corazón y en el alma de la gente joven por encima de todo lo demás es que oren al Señor. Obtengan fe. Si no tienen conocimiento, tengan fe. Cultiven esa fe, y tarde o temprano recibirán el conocimiento17.

Uno de los requisitos que se piden a los Santos de los Últimos Días es que deben ser fieles en lo que respecta a elevar a Dios sus oraciones, tanto sus oraciones secretas como familiares. El objetivo de nuestro Padre Celestial al pedir esto es que estemos en comunicación con Él y que tengamos un conducto de comunicación entre nosotros y los cielos por medio del cual podamos hacer llegar a nosotros bendiciones de lo alto. Ninguna persona que sea humilde y tenga el espíritu de la oración ante Dios, y le suplique todos los días que le dé la luz y la inspiración de Su Santo Espíritu se envanecerá nunca con el orgullo de su corazón, ni pensará que la inteligencia y la sabiduría que posea son todo lo que necesita. La persona que ora y que es humilde siempre comprenderá y sentirá que necesita a Dios en lo que tiene que ver con todas las bendiciones de que disfruta, y, al orar a Dios, no sólo pedirá que le guíen la luz y la inspiración de Su Santo Espíritu, sino que sentirá deseos de dar gracias a Dios por las bendiciones que reciba, al comprender que la vida, la salud, la fortaleza y toda la inteligencia que posee vienen de Dios, que es el Autor de su existencia.

Si no mantenemos abierto ese conducto de comunicación entre nosotros y nuestro Padre Celestial, nos privamos de la luz y de la inspiración de Su Espíritu, así como del sentimiento de gratitud y de acción de gracias que llena nuestro corazón y que desea alabar a Dios por Su bondad y misericordia para con nosotros.

No hay sentimiento más divino que el de intensa gratitud y acción de gracias a Dios, el cual experimentamos cuando comprendemos y percibimos que Dios nos ha bendecido. Todos los que han ido a predicar el Evangelio a lugares remotos y que han podido llevar convicción al corazón de sus semejantes en cuanto a la divinidad de la misión a la que nos hemos consagrado han dado testimonio de que el regocijo y la gratitud que les llenaba el corazón por haber sido instrumentos en las manos de Dios para llevar a las personas al conocimiento del plan de vida y salvación ha excedido a su capacidad para expresarlo con palabras. Debemos cultivar ese espíritu y el deseo de poner nuestras vidas en orden a fin de que siempre tengamos el sentimiento de gratitud y de acción de gracias en nuestros corazones, y el anhelo de alabar a Dios por Su bondad para con nosotros. No podremos llegar a experimentar ese sentimiento si somos despreocupados y descuidados en el cumplimiento del deber de orar a nuestro Padre Celestial18.

Lleven una vida limpia, guarden los mandamientos del Señor, pídanle constantemente en oración que los conserve en la verdad y en la rectitud; vivan de conformidad con lo que pidan en oración y, entonces, sea lo que sea que les acontezca, el Señor estará con ustedes y no les ocurrirá nada que no sea para el honor y la gloria de Dios, y su propia salvación y exaltación. El llevar la vida pura que supliquen llevar en sus oraciones les hará sentir en el corazón un regocijo que rebasará su capacidad para expresarlo con palabras y que rebasará también el límite de su entendimiento. El Señor siempre estará cerca de ustedes; Él los consolará, y ustedes sentirán Su presencia a la hora de sus mayores tribulaciones; Él los guardará y los protegerá en toda la medida que concuerde con Sus sabios propósitos19.

Les testifico que sé efectivamente que Dios vive, que Él oye y contesta las oraciones20.

La oración ferviente y sincera a Dios es más valiosa para ustedes que todo lo que yo pueda expresar o escribir21.

La oración familiar permite que padres e hijos estén en armonía con el Espíritu del Señor.

Estoy convencido de que una de las cosas más grandes y más eficaces del mundo para conservar a una persona leal y fiel en el Evangelio del Señor Jesucristo es suplicar a Dios en secreta oración, en el nombre de Jesucristo, la guía de Su Santo Espíritu. Estoy convencido de que una de las fuerzas más eficaces que en cualquier hogar pueden hacer que los niños y las niñas de ese hogar crezcan en el amor de Dios y en el amor del Evangelio de Jesucristo es realizar la oración familiar. No corresponde orar sólo al padre de familia, sino también a la madre y a los hijos, a fin de que ellos participen del espíritu de la oración y estén en armonía, en sintonía, o sea, que tengan “la radio”, por decirlo así, en comunicación con el Espíritu del Señor. Creo que son muy pocos los que se apartan del camino recto, que son muy pocos los que pierden la fe —que una vez tuvieron conocimiento del Evangelio—, si nunca desatienden sus oraciones familiares ni sus plegarias secretas a Dios22.

El Señor nos ha mandado orar con nuestras familias y en secreto, para que no olvidemos a Dios. Si desatendemos eso, perdemos la inspiración y el poder que vienen del cielo; nos volvemos indiferentes, perdemos el testimonio y descendemos a las tinieblas23.

Los niños advierten el ejemplo de sus padres, de sus amigos y de sus maestros. En una ocasión… en la que [unos maestros orientadores] fueron a la casa de un hermano y ofrecieron oraciones, un niñito dijo: “Papá, nunca oramos, ¿verdad?; sólo lo hacemos cuando tenemos visitas”24.

La manera de enseñar a nuestros hijos a orar es orar nosotros tanto en secreto como en familia. Hay demasiado descuido en lo que respecta a tener comunión con Dios por parte de muchos Santos de los Últimos Días. Siento dicha y felicidad todos los días de mi vida al comunicarme con mi Hacedor, en el nombre del Señor Jesucristo, mi Redentor. Y los que no tienen una buena comunicación con nuestro Padre Celestial y nuestro Redentor se están perdiendo la inspiración que viene del Señor25.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Cómo podemos hacer más significativas nuestras oraciones personales? ¿Por qué la gratitud por las bendiciones de Dios da más sentido a nuestras oraciones?

  • ¿Qué podemos hacer para lograr que la oración familiar sea una experiencia espiritual para todos los miembros de la familia? ¿Qué bendiciones ha recibido su familia gracias al orar juntos?

  • ¿Con qué dificultades se ha enfrentado su familia en el intento de hacer tiempo para la oración familiar? ¿Cómo han superado esas dificultades?

  • ¿Por qué la oración diaria nos lleva a ser “leales y fieles en el Evangelio del Señor Jesucristo”? ¿Por qué la oración nos “llena de mansedumbre, de humildad y de la sencillez natural de los niños”?

  • ¿Qué significa “suplicar a Dios”?

  • ¿Por qué es importante suplicar a Dios todos los días que nos dé la guía de Su Santo Espíritu?

Notas

  1. Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, pág. 224.

  2. Véase Gospel Standards, pág. 216.

  3. Véase Conference Report, octubre de 1944, pág. 10.

  4. Gospel Standards, pág. 199.

  5. Véase Conference Report, abril de 1945, pág. 10.

  6. Gospel Standards, pág. 371.

  7. Gospel Standards, pág. 144.

  8. En Conference Report, octubre de 1944, pág. 9.

  9. Gospel Standards, págs. 179–180.

  10. “Personal and Family Prayer”, Improvement Era, diciembre de 1942, pág. 779.

  11. En Conference Report, octubre de 1938, pág. 142.

  12. En James R. Clark, compilador, Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 6 tomos, 1965–1975, tomo VI, pág. 34.

  13. Gospel Standards, pág. 26.

  14. En Brian H. Stuy, compilador, Collected Discourses Delivered by President Wilford Woodruff, His Two Counselors, the Twelve Apostles, and Others, 5 tomos, 1987–1992, tomo IV, pág. 356.

  15. Gospel Standards, pág. 31.

  16. Gospel Standards, pág. 26.

  17. Gospel Standards, pág. 26.

  18. En Collected Discourses, tomo III, págs. 192–193; los párrafos se han cambiado.

  19. Mensaje de la Primera Presidencia, en Conference Report, abril de 1942, pág. 96; leído por el presidente J. Reuben Clark Jr.

  20. En Conference Report, abril de 1945, pág. 10.

  21. Gospel Standards, pág. 254.

  22. Gospel Standards, pág. 25.

  23. Gospel Standards, pág. 156.

  24. Gospel Standards, pág. 156.

  25. En Conference Report, abril de 1924, pág. 9.