Capítulo 17
Seamos ciudadanos leales
En calidad de Santos de los Últimos Días, tenemos el deber de ser ciudadanos cumplidores de las leyes del país en que vivimos y de hacer todo lo que podamos por lograr que nuestros gobiernos funcionen de conformidad con los principios morales.
De la vida de Heber J. Grant
El presidente Heber J. Grant fue apartado como Presidente de la Iglesia en 1918, año en que terminó la Primera Guerra Mundial, y prestó servicio en ese cargo hasta su fallecimiento, ocurrido en 1945, año en que terminó la Segunda Guerra Mundial. Guió a la Iglesia desde el principio hasta el fin de las dificultades de la gran depresión económica, que dejó en la ruina a familias y a comunidades en todo el mundo. A medida que animaba y ayudaba a los santos tanto durante el desastre económico como durante la guerra y la recuperación de la guerra, los gobiernos iban cambiando en todo el mundo. Esos cambios influyeron en la función que el gobierno desempeñaba en la vida de las personas e influyeron asimismo en la opinión de las personas con respecto a sus respectivos gobiernos.
Durante esos difíciles tiempos, el presidente Grant aconsejó a los santos tomar parte activa en la resolución de los problemas que tuviesen que ver con sus gobiernos locales, regionales y nacionales. Pero él hizo más que tan sólo dar consejos, pues él mismo cumplió con esa responsabilidad. Por ejemplo, a pesar de su ocupada vida como Presidente de la Iglesia, trabajó laboriosamente para apoyar la Prohibición o la Ley Seca, un movimiento que hubo en los Estados Unidos encaminado a declarar ilegal la fabricación, venta y distribución de bebidas alcohólicas.
El presidente Grant era leal a las leyes de su propio país y enseñó que la Constitución de los Estados Unidos fue instituida por Dios. “Desde mi niñez”, decía, “he entendido que creemos sin duda alguna que la Constitución de nuestro país fue un documento inspirado y que Dios dirigió a los que la crearon y a los que defendieron la independencia de esta nación”1.
En la época en la que el presidente Grant prestó servicio como apóstol y como Presidente de la Iglesia, la mayoría de los miembros de la Iglesia vivían en los Estados Unidos. No obstante, sus enseñanzas son exposiciones de la verdad que pueden aplicarse en todo el mundo.
Enseñanzas de Heber J. Grant
Los Santos de los Últimos Días deben sostener y apoyar a sus líderes gubernamentales y obedecer las leyes de sus respectivos países.
Estoy convencido sin asomo de duda de que todo Santo de los Últimos Días tiene el deber de sostener la ley y vivir de acuerdo con ella2.
A continuación se expone la declaración de la Iglesia, que se encuentra en la sección 134 de Doctrina y Convenios, con respecto a nuestra creencia en los gobiernos y en las leyes, en general, la cual se aceptó oficialmente por voto unánime en una asamblea general de la Iglesia hace más de un siglo:
“Creemos que Dios instituyó los gobiernos para el beneficio del hombre, y que él hace a los hombres responsables de sus hechos con relación a dichos gobiernos, tanto en la formulación de leyes como en la administración de éstas, para el bien y la protección de la sociedad.
“Creemos que ningún gobierno puede existir en paz, a menos que se formulen y se conserven invioladas las leyes que garanticen a cada individuo el libre ejercicio de la conciencia, el derecho de tener y administrar propiedades y la protección de la vida.
“Creemos que todo gobierno necesariamente requiere funcionarios y magistrados civiles para poner en vigor las leyes de ese gobierno; y que se debe buscar y sostener, por la voz del pueblo si es república, o por la voluntad del soberano, a quienes administren la ley con equidad y justicia.
“Creemos que la religión es instituida por Dios; y que los hombres son responsables ante él, y ante él sólo, por el ejercicio de ella, a no ser que sus opiniones religiosas los impulsen a infringir los derechos y libertades de los demás; pero no creemos que las leyes humanas tengan el derecho de intervenir, prescribiendo reglas de adoración para sujetar la conciencia de los hombres, ni de dictar fórmulas para la devoción pública o privada; que el magistrado civil debe restringir el crimen, pero nunca dominar la conciencia; debe castigar el delito, pero nunca suprimir la libertad del alma.
“Creemos que todos los hombres están obligados a sostener y apoyar a los gobiernos respectivos de los países donde residan, en tanto que las leyes de dichos gobiernos los protejan en sus derechos inherentes e inalienables; que no convienen la sedición ni la rebelión a ningún ciudadano así protegido, y deben ser castigadas como corresponde; y que todo gobierno tiene el derecho de establecer leyes que a su propio juicio estime que son las que mejor garanticen los intereses públicos; al mismo tiempo, sin embargo, conservando sagrada la libertad de conciencia.
“Creemos que todo hombre debe ser respetado en su posición, los gobernantes y los magistrados como tales, ya que son colocados para proteger a los inocentes y castigar a los culpables; y que todo hombre debe respeto y deferencia a las leyes, porque sin ellas la paz y la armonía serían suplantadas por la anarquía y el terror; las leyes humanas son instituidas para el propósito expreso de ajustar nuestros intereses como individuos y naciones, entre hombre y hombre; y las leyes divinas son dadas del cielo para prescribir reglas sobre asuntos espirituales para la fe y la adoración, por las cuales el hombre responderá a su Creador.
“Creemos que los gobernantes, estados y gobiernos tienen el derecho y la obligación de instituir leyes para la protección de todo ciudadano en el libre ejercicio de su creencia religiosa; pero no creemos que tengan el derecho, en justicia, de privar a los ciudadanos de este privilegio, ni proscribirlos por sus opiniones, en tanto que se manifieste consideración y reverencia para con las leyes, y tales opiniones religiosas no justifiquen la sedición ni la conspiración.
“Creemos que la comisión de crímenes debe castigarse de acuerdo con la naturaleza de la ofensa; que el homicidio, la traición, el robo, el hurto y la violación de la paz en general, en todo respecto, deben ser castigados de acuerdo con su criminalidad y su mala influencia entre los hombres, por las leyes del gobierno contra el cual se cometió la ofensa; y que en bien de la paz y la tranquilidad públicas, todo hombre debe adelantarse y emplear su habilidad en procurar que se castigue a los que infrinjan las leyes buenas.
“No creemos que sea justo confundir influencias religiosas con el gobierno civil, mediante lo cual se ampara a una sociedad religiosa, mientras que a otra le son proscritos sus privilegios espirituales, y se niegan los derechos individuales de sus miembros como ciudadanos” [D. y C. 134:1–9].
Tengan a bien recordar que eso se publicó hace mucho tiempo, en 1835, como la postura de la Iglesia y que ésta no ha cambiado nunca3.
Al reunirse los santos en esta conferencia general [de octubre de 1940] el mundo todavía se encuentra en guerra [refiriéndose a la Segunda Guerra Mundial]. Millones de los hijos del Señor están padeciendo y llorando la muerte de seres queridos; están experimentando en toda su intensidad el sufrimiento y la desgracia que se desprenden como consecuencia de la guerra…
Nuestros hermanos y nuestras hermanas se encuentran en ambos lados de esta espantosa lucha. En cada lado están atados a su país por los lazos de la sangre, del parentesco y del patriotismo…
A los santos de uno y del otro lado no les queda más camino que apoyar al gobierno al cual deben lealtad. Sin embargo, debieran elevar sus oraciones a Dios de día y de noche para suplicarle que haga volver el corazón de sus líderes hacia la paz, para que termine la guerra4.
En la medida en que respetemos a las autoridades de la nación de la cual formemos parte y sostengamos y apoyemos al gobierno, en esa misma proporción seremos ciudadanos leales, y nuestro gobierno nos respetará y sostendrá5.
Una vez que se promulga una ley y ésta llega a ser una ley constitucional, nadie que invierta su dinero para que individuos violen esa ley podrá afirmar que es un ciudadano leal6.
Quisiera poder grabar en el corazón de todo Santo de los Últimos Días que oiga las palabras [de Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de los Estados Unidos], que leeré a continuación:
“Inculque toda madre de los Estados Unidos a su pequeño vástago que balbucea en su regazo el respeto por las leyes; enséñese éste en las escuelas, en los establecimientos educacionales y en las universidades; escríbase en los silabarios [libros de lectura elemental], en los libros de ortografía y en los almanaques; predíquese en el púlpito de las iglesias; proclámese en las asambleas legislativas y hágase valer en los tribunales de justicia” [véase “The Perpetuation of Our Political Institutions”, citado en The Speeches of Abraham Lincoln, 1908, pág. 6]7.
Debemos tomar parte en la elección de líderes buenos y en la promulgación de leyes buenas.
Suplico en oración por nuestro país y pido al Señor que bendiga a los que presiden la nación, los estados, las ciudades y los condados [municipios]. Ruego a Dios que inspire a las personas para que obedezcan lo que Él ordena y para que elijan a hombres buenos para estar en el poder; que olviden sus diferencias políticas y busquen a hombres buenos para que suban al poder y no a hombres que conspiran con los que violan las leyes de nuestro país. Uno de nuestros Artículos de Fe es obedecer y sostener las leyes del país [véase Los Artículos de Fe 12]. Dios nos ayude a hacerlo8.
Se ha dicho con frecuencia, y oigo el rumor en la actualidad, que la Presidencia de la Iglesia de Jesucristo que está a la cabeza de ésta y que posee el Sacerdocio desea que este, ese o aquel otro hombre sea elegido para subir al poder.
En lo que respecta al asunto del voto, la Presidencia de la Iglesia permite a todo hombre, a toda mujer y a toda persona joven que tenga la edad suficiente para votar que vote de acuerdo con sus propias convicciones. Lo que sí pedimos de todo corazón a todos los hombres y a todas las mujeres, dándonos cuenta de la responsabilidad que recae sobre sus hombros de votar por personas buenas, es que pidan a Dios nuestro Padre Celestial que los guíe tanto en la política como en la religión y que apoyen lo que sea recto9.
Si bien niego enfáticamente que haya entre los Santos de los Últimos Días fusión alguna de la Iglesia y del estado en el sentido en el que la gente del mundo lo piensa, no niego ni por un momento que si yo, como miembro de esta Iglesia, tengo algún poder o influencia que pueda ejercer en el empeño por lograr que el hombre mejor sirva al pueblo, ejerceré ese poder o influencia mientras viva10.
La política me hace recordar muchísimo el sarampión; esta enfermedad no hace mucho daño si se bebe una infusión de azafrán o de alguna otra hierba para mantener la erupción en la superficie de la piel, pero una vez que hace presa de la persona, le pone la piel amarillenta y a veces la deja bizca. Por consiguiente, no permitan que la política haga presa de ustedes. Creo efectivamente que los hombres mejores deben estar en el poder. Creo en que se escoja a hombres honrados, rectos y buenos para ocupar puestos y cargos11.
Todo Santo de los Últimos Días debe suplicar todos los días al Señor en oración que le ayude a juzgar con claridad y a seguir principios rectos sin pensar en lograr ventajas personales, sin pensar en favorecer a grupos pequeños que deseen que se haga algo tan sólo para su propio beneficio, y sin pensar en su partido político12.
Los gobiernos deben basarse en principios morales y regularse por ellos.
En el discurso de despedida que dio al pueblo de los Estados Unidos, George Washington [el primer presidente de los Estados Unidos] dijo:
“De todas las disposiciones y costumbres que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos imprescindibles. En vano sería que quien afirmara ser buen patriota se esforzase por socavar las bases de estos grandes pilares de la felicidad humana, estos firmes apoyos de los deberes de los hombres y ciudadanos.
“No importa cuánto crédito demos a la influencia de la educación refinada en ciertas mentalidades, la razón y la experiencia nos impiden esperar que la moralidad nacional prevalezca si se excluye el principio religioso.
“Tengamos cuidado si pensamos que la moralidad se puede mantener sin la religión” [véase “George Washington: Farewell Address”, en William Benton, editor, The Annals of America, 21 tomos, 1968–1987, tomo III, pág. 612]13.
Manifestamos… que Dios se entristece con la guerra y que, de acuerdo con Su voluntad, se administrarán castigos eternos a los que hagan la guerra inicuamente.
Afirmamos que todas las controversias internacionales podrían resolverse por medios [pacíficos] si las naciones tan sólo se trataran unas a otras en forma desinteresada e íntegra. Suplicamos a los líderes de todas las naciones y a las personas mismas que resuelvan sus diferencias de esa forma desinteresada e íntegra, a fin de evitar que la ira de Dios sea derramada sobre la tierra, puesto que Él ha dicho que derramará Su ira sin medida sobre los malvados14.
A Dios no le complacen la guerra ni la iniquidad que siempre la precede… A todas las naciones, decimos: resuelvan sus diferencias por medios pacíficos. Ésa es la manera del Señor15.
Nadie puede hacer lo fraudulento ni violar las leyes de su país y ser al mismo tiempo un fiel Santo de los Últimos Días. Ninguna nación ni líderes ningunos de nación alguna pueden hacer lo malo ni faltar a sus promesas sin quedar bajo tanta condenación ante Dios y el género humano como la persona que individualmente hace lo malo. La verdad prevalecerá. “Defender lo que es recto, por más encarnizada que sea la batalla” debe ser el lema de todo Santo de los Últimos Días16.
Sugerencias para el estudio y el análisis
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¿Qué pueden hacer los miembros de la Iglesia para favorecer la causa de un buen gobierno?
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¿Por qué es importante ejercer nuestro derecho a votar si tenemos la oportunidad de hacerlo? Si tenemos la oportunidad de votar, ¿qué podemos hacer para prepararnos para cumplir ese deber?
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¿Qué podemos hacer para contribuir a que los líderes de nuestros gobiernos ejerzan sus funciones de conformidad con principios morales?
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¿Cómo pueden las personas en forma individual y las familias contribuir a mejorar sus comunidades?
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¿Qué podemos hacer en el seno del hogar para instar a nuestros familiares a respetar la ley?