Capítulo 11
El sacerdocio, “el poder del Dios viviente”
Los poseedores del sacerdocio que viven de acuerdo con los principios de la rectitud son instrumentos en las manos del Señor para prestar servicio a los demás.
De la vida de Heber J. Grant
El presidente Heber J. Grant dijo: “Nunca olvidaré la ocasión en que un amigo me solicitó que fuese a verle tras enterarse de que el médico había anunciado que su hija, que había contraído difteria, moriría antes del amanecer. Me rogó que orase por su hija, por lo que, una vez que hube salido de su despacho, supliqué a Dios con todo el fervor de mi alma que sanara a la niña. Mientras oraba, recibí la siguiente inspiración: ‘El poder del Dios viviente está aquí, sobre la tierra. El sacerdocio está aquí. ¡Date prisa! ¡Date prisa!… Ve y reprende el poder del destructor, y la niña vivirá’.
“El médico que atendía a la niña había dicho que ésta no viviría hasta que llegase el nuevo día, pero cuando llegó la mañana, explicó que no lo comprendía, pero creía que la paciente se iba a mejorar. No pudo evitar expresar su sorpresa ante el cambio del estado de la enferma durante la noche. El poder del Dios viviente reprendió y rechazó al destructor”1.
El presidente Grant se regocijó por la inspiración que recibió aquella noche: “El poder del Dios viviente está aquí, sobre la tierra. El sacerdocio está aquí”. En los discursos que daba en las conferencias generales, solía enseñar con frecuencia a los santos con respecto a las bendiciones que podían recibir mediante el poder y la autoridad del sacerdocio.
Enseñanzas de Heber J. Grant
Las llaves, la autoridad, las ordenanzas y los dones del sacerdocio se han restaurado.
Mientras trabajaban en la traducción del Libro de Mormón, José Smith descubrió que los del pueblo nefita enseñaban y practicaban la doctrina del bautismo. Puesto que deseó entender mejor ese principio, hizo lo que había hecho antes: se retiró al bosque con Oliver Cowdery, su escribiente, donde elevaron una ferviente oración. A continuación se citan sus propias palabras:
“Mientras en esto nos hallábamos, orando e implorando al Señor, descendió un mensajero del cielo en una nube de luz y, habiendo puesto sus manos sobre nosotros, nos ordenó, diciendo:
“ ‘Sobre vosotros, mis consiervos, en el nombre del Mesías, confiero el Sacerdocio de Aarón, el cual tiene las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados; y este sacerdocio nunca más será quitado de la tierra, hasta que los hijos de Leví de nuevo ofrezcan al Señor un sacrificio en rectitud’.
“El mensajero que en esta ocasión nos visitó y nos confirió este sacerdocio dijo que se llamaba Juan, el mismo que es conocido como Juan el Bautista en el Nuevo Testamento, y que obraba bajo la dirección de Pedro, Santiago y Juan, quienes poseían las llaves del Sacerdocio de Melquisedec, sacerdocio que nos sería conferido, dijo él, en el momento oportuno” [véase José Smith—Historia 1:68–69, 72].
Con esa ordenación y con la restauración del Sacerdocio de Melquisedec, que posteriormente se confirió, como se había prometido, se restauró la plenitud de las llaves y la autoridad del sacerdocio de Dios Todopoderoso, que desde hacía siglos se había perdido para la humanidad, y ha permanecido con la Iglesia en sucesión ininterrumpida hasta el presente.
Con la restauración del sacerdocio se abrió el camino para la predicación del Evangelio, así como para la administración de las ordenanzas que a él pertenecen y para la organización de la Iglesia2.
Sé que no hay dones, ni gracia, ni autoridad que en los tiempos del Salvador poseyeron Sus apóstoles que no posean en la actualidad los del pueblo de Dios3.
Testifico a ustedes en esta ocasión que tenemos la verdad, que Dios ha hablado de nuevo, que todo don, toda gracia, todo poder y toda facultad que vino por conducto del santo sacerdocio del Dios viviente en los tiempos del Salvador está disponible en la actualidad. Me regocijo de saber que esas cosas que están disponibles: las bendiciones, el poder sanador de Dios Todopoderoso, la inspiración de Su Espíritu mediante el cual hombres y mujeres reciben manifestaciones de Él, la inspiración del Espíritu de Dios por el cual las personas hablan en nuevas lenguas y reciben la interpretación de ellas, y toda gracia y todo don las poseen hoy en día los Santos de los Últimos Días4.
El poder sanador del sacerdocio está en la Iglesia.
Sé que el poder sanador de Dios Todopoderoso está en esta Iglesia. Sé que, si no fuese por el poder sanador de Dios, yo no tendría el privilegio de estar hoy aquí, ante ustedes. Sé que hay personas que viven y que son ejemplos del poder sanador de Dios entre los de este pueblo. Si tuviésemos un registro de todas las asombrosas bendiciones del Señor que se han recibido por medio del sacerdocio desde el establecimiento de la Iglesia sobre la tierra, sería un registro mucho más grande que el Nuevo Testamento5.
En una oportunidad cuando mi [medio hermano] Joseph Hyrum Grant… estaba a cargo de una caballeriza y del alquiler de vehículos… un grupo de empleados de la fábrica de calzado “Z. C. M. I.” salió de paseo… [Joseph], que estaba a cargo del transporte, les hizo presente el hecho de que se aproximaba una tempestad y los instó a regresar a casa, haciéndoles ver… que se expondrían al peligro… de que el vehículo se volcase en medio de la tempestad y en la oscuridad. No obstante, todos convinieron en que, si ocurría un accidente, no harían responsable a la empresa.
Cuando regresaban a casa en la oscuridad, el vehículo se volcó y varias personas resultaron seriamente lesionadas. Una de las jóvenes se fracturó varios huesos y, como consecuencia de ello y de haber estado expuesta a las inclemencias del tiempo, contrajo pulmonía. El médico que la atendió dijo que no viviría y que probablemente moriría antes de que rompiese el día. [Joseph] se sintió muy afligido por lo que había ocurrido, pues había sido el conductor del vehículo, y me pidió que le acompañase a dar una bendición a la muchacha, haciéndome saber que había recibido la testificación del Espíritu de que ella viviría.
Cuando nos acercábamos al lecho de la enferma, le dije que la chica estaba agonizando y que moriría antes de que levantásemos las manos de su cabeza. Él palideció intensamente y me dijo que había recibido una manifestación del Señor y que sabía, como sabía que el Evangelio es verdadero, que si la bendecíamos, viviría. Le dimos la bendición y, al confirmar yo la unción, tuve la fuerte sensación de prometerle que los huesos fracturados se le repararían por completo, que se mejoraría y que volvería a trabajar en su máquina en la fábrica de calzado “Z. C. M. I.”. Yo no sabía que ella trabajaba haciendo funcionar una máquina ni cuál era su trabajo. Aquella noche me encontré con el superintendente de la fábrica, quien me dijo: “Acabo de regresar de casa de Marie DeGray, y estaba agonizando. Estoy convencido de que ya ha fallecido”. Yo le dije: “Hermano Rowe, vaya usted a su despacho y escriba: ‘Marie DeGray no ha muerto. Marie DeGray no morirá, sino que se pondrá bien y volverá a trabajar en su máquina en la fábrica’. Eso me ha manifestado el Espíritu del Dios viviente”. Él me dijo: “No tengo que escribirlo; por lo que usted me ha dicho, sé que la joven vivirá”.
Entonces me contó un suceso que tuvo lugar en su propia familia. Me dijo: “En Londres, antes de venir a este país, una de mis hijas enfermó gravemente, y el facultativo que la atendía dijo que no llegaría viva al día siguiente”. Según lo que recuerdo, mandó buscar, a casi cinco kilómetros al otro lado de la gran ciudad, a Junius F. Wells y a su compañero, para que fuesen a dar una bendición a su hija; y ella recuperó la salud. El hermano Rowe agregó: “Al día siguiente el médico fue a mi casa y me entregó un certificado, debidamente firmado, en el que hacía constar el fallecimiento de mi hija. Entonces le invité a pasar al salón y le presenté al ‘cadáver’. Por eso, si usted me dice que esa señorita se recuperará, acepto lo que me dice, porque sé que el poder sanador de Dios está en esta Iglesia, y lo sé tan bien como sé que vivo”6.
Guiándose por los principios de la rectitud, los poseedores del sacerdocio pueden hacer uso de los poderes del cielo.
No es cosa insignificante poseer el Sacerdocio de Dios: tener el derecho de ejercer los poderes de los cielos para hacer el bien7.
Con respecto a la autoridad del Sacerdocio de Dios y a cómo debe ejercerse: El profeta del Dios viviente fue encarcelado en la cárcel de Liberty; en ese tiempo había muchas personas que deseaban que fuese procesado y ejecutado; pero todas las puertas de las cárceles del mundo entero no pueden evitar que las revelaciones de la intención y la voluntad de Dios lleguen a los que tienen derecho a recibirlas. Y mientras se hallaba preso en la cárcel de Liberty, el profeta José Smith recibió una de las más grandiosas de todas las grandes revelaciones de Dios que se encuentran en Doctrina y Convenios. Leeré en la sección 121:
“¿Hasta cuándo pueden permanecer impuras las aguas que corren? ¿Qué poder hay que detenga los cielos? Tan inútil le sería al hombre extender su débil brazo para contener el río Misuri en su curso decretado, o volverlo hacia atrás, como evitar que el Todopoderoso derrame conocimiento desde el cielo sobre la cabeza de los Santos de los Últimos Días.
“He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?
“Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única:
“Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de la rectitud.
“Es cierto que se nos pueden conferir; pero cuando intentamos encubrir nuestros pecados, o satisfacer nuestro orgullo, nuestra vana ambición, o ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia, he aquí, los cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido, y cuando se aparta, se acabó el sacerdocio o autoridad de tal hombre.
“He aquí, antes que se dé cuenta, queda abandonado a sí mismo para dar coces contra el aguijón, para perseguir a los santos y combatir contra Dios.
“Hemos aprendido, por tristes experiencias, que la naturaleza y disposición de casi todos los hombres, en cuanto reciben un poco de autoridad, como ellos suponen, es comenzar inmediatamente a ejercer injusto dominio.
“Por tanto, muchos son llamados, pero pocos son escogidos” [D. y C. 121:33–40].
Ahora bien, deseo hacer hincapié en lo que sigue de esta revelación que se dio en esa prisión. Con todo el poder estatal que intentaba quitar la libertad a José Smith, no se pudo impedir la comunicación del profeta con los cielos, y él recibió las inspiradas palabras que cito a continuación, las cuales nunca debe olvidar ningún obispo, ni ningún presidente de estaca, ni ningún apóstol ni ningún presidente de la Iglesia mientras ocupen su cargo en esta Iglesia:
“Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;
“por bondad y por conocimiento puro, lo cual ennoblecerá grandemente el alma sin hipocresía y sin malicia;
“reprendiendo en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo;
“para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte.
“Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo.
“El Espíritu Santo será tu compañero constante”,
Más valioso que toda la riqueza del mundo entero es tener al Espíritu Santo como nuestro compañero constante.
“y tu cetro, un cetro inmutable de justicia y de verdad; y tu dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás” [D. y C. 121:41–46]8.
Al hablar a los Santos de los Últimos Días, no hay revelación en todo el libro de Doctrina y Convenios que yo haya citado más a menudo que la que se encuentra en la sección 121… y que dice: “Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero”.
No hay peligro con un sacerdocio de esa clase: benignidad, mansedumbre y amor sincero. Pero cuando ejercemos mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia, he aquí, los cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido, y cuando se aparta, “se acabó el sacerdocio o autoridad de tal hombre”. Ésas son las palabras de Dios9.
¿Es tan terrible ejercer el sacerdocio del Dios viviente de la forma en la que el Señor lo prescribe: “por bondad y benignidad”? Ésa es la única manera y, si no se ejerce de ese modo, “se acabó el sacerdocio o autoridad de tal hombre” en la Iglesia de Cristo10.
Los hombres que poseen el sacerdocio no deben utilizarlo para su propio engrandecimiento… Si lo hicieran, perderían el Espíritu del Señor y aspirarían a las cosas de este mundo en lugar de aspirar a las cosas de Dios11.
No podemos hacer nada, según lo que se indica en esa revelación, a no ser que ejerzamos amor, caridad y bondad: amor sincero. Con la ayuda del Señor, ésa es exactamente la manera como administraré, lo mejor que pueda, el sacerdocio de Dios que he recibido12.
Sugerencias para el estudio y el análisis
-
¿En qué forma han sido bendecidos tanto usted como su familia mediante el ejercicio del sacerdocio?
-
¿Cómo podemos exteriorizar respeto por el sacerdocio? ¿Cómo podemos adoctrinar a nuestros familiares a respetar el sacerdocio?
-
¿Qué experiencias ha tenido que hayan fortalecido su testimonio del poder sanador del sacerdocio? En tiempos de enfermedad o de otras aflicciones, ¿qué podemos hacer para distinguir nuestros propios deseos de lo que es la voluntad del Señor?
-
¿Qué aprende de la revelación que se encuentra en Doctrina y Convenios 121:33–46? ¿Por qué los poseedores del sacerdocio deben obedecer los principios que se detallan en esa revelación para actuar en el nombre del Señor? ¿Cómo se aplican esos principios a nuestra relación con los demás?
-
¿Cómo se pueden hacer llegar las bendiciones del sacerdocio a los que no tienen el Sacerdocio de Melquisedec en su hogar?