Biblioteca
La unión de las familias por medio de las obras del templo y de historia familiar


Capítulo 6

La unión de las familias por medio de las obras del templo y de historia familiar

Las ordenanzas del templo brindan a los hijos de Dios de los dos lados del velo la oportunidad de recibir la exaltación.

De la vida de Heber J. Grant

Muchas veces en su vida, Heber J. Grant sacrificó intereses del mundo a fin de participar en las obras del templo y de historia familiar. Eso comenzó en los años de su juventud cuando los miembros de la Iglesia tenían oportunidad de aportar dinero para la construcción del Templo de Salt Lake. “De muchacho, mes tras mes”, recordó, “aportaba un dólar al mes. A medida que mi salario aumentaba, aportaba dos dólares al mes, y después, tres dólares, cuatro dólares, cinco dólares, hasta que por último di varios miles de dólares para la terminación de ese templo. ¿Por qué? Porque el Señor Dios Todopoderoso me había dado el conocimiento de que el corazón de los hijos había vuelto hacia sus padres y de que las llaves que poseía Elías el profeta fueron efectivamente entregadas a José Smith y a Oliver Cowdery”1.

Laie Hawaii Temple

El presidente Heber J. Grant dedicó el Templo de Laie, Hawai, el 27 de noviembre de 1919.

Las llaves del sacerdocio que restauró Elías el profeta han hecho posible la unión de las familias por el tiempo de esta vida y por toda la eternidad por medio de las sagradas ordenanzas del templo. Como explicó el presidente Grant, esta obra tiene la misma importancia tanto para los vivos como para los muertos: “El Evangelio de Jesucristo se nos ha restaurado; tenemos el plan de vida y de salvación; tenemos las ordenanzas del Evangelio no tan sólo para los vivientes sino también para los muertos. Contamos con todo lo que es necesario, no sólo para nuestra propia salvación, sino para que seamos de hecho ‘salvadores en el monte de Sión’ [véase Abdías 1:21] y entremos en los templos de nuestro Dios para salvar a nuestros antepasados que murieron sin el conocimiento del Evangelio”2.

El presidente Grant puso de manifiesto su amor para con las obras del templo y de historia familiar cuando dijo: “Tengo un interés sumamente grande en esta obra. Estoy deseoso de animar a la gente a emprender con ahínco la obra de investigar su genealogía y, una vez que lo hayan hecho, a efectuar la obra en nuestros templos”3. Gracias a su ejemplo y a sus enseñanzas, sus familiares llegaron a amar la obra del templo. En enero de 1928 resolvió establecer la noche de cada jueves como la noche del templo de la familia Grant. Los miembros investidos de la familia se reunían a cenar, después de lo cual iban al Templo de Salt Lake a recibir las ordenanzas sagradas por sus antepasados fallecidos. El día de su cumpleaños, en 1934, cincuenta miembros de la familia se reunieron en el templo y participaron en el sellamiento de 1.516 hijos a sus padres4.

Enseñanzas de Heber J. Grant

Ningún sacrificio es demasiado grande si nos esforzamos por unir a nuestras familias por medio de la obra del templo.

Hasta el día de mi muerte estaré agradecido por no haber prestado oídos a algunos de mis amigos cuando, siendo un joven que estaba cerca de cumplir los veintiún años de edad, me tomé el trabajo de viajar desde el Condado de Utah hasta Saint George para casarme en el Templo de Saint George. Eso fue antes de que hubiese ferrocarril más al sur del Condado de Utah y tuvimos que hacer el viaje en un coche tirado por caballos. En aquella época, era un viaje largo y difícil, puesto que había que transitar por caminos escabrosos y rutas inciertas; y llevaba varios días de camino tanto de ida como de regreso.

Muchos me aconsejaron que no hiciera el esfuerzo de viajar hasta Saint George para casarme. Pensaban que podía pedirle al presidente de estaca o al obispo que nos casara y que, luego, una vez que el Templo de Salt Lake estuviese terminado, podría ir allí con mi esposa y mis hijos y sellarme a ella y sellar a nuestros hijos a nosotros por la eternidad.

¿Por qué no les presté atención? Porque deseaba casarme por el tiempo de esta vida y por la eternidad, porque deseaba comenzar la vida [conyugal] de la forma correcta. Con el correr del tiempo, tuve ocasión de alegrarme muchísimo por haber tomado la determinación de contraer matrimonio en el templo en aquella época y por no haber esperado a una fecha posterior aparentemente más conveniente…

Creo que ningún hombre joven ni ninguna mujer joven Santos de los Últimos Días que sean dignos deben ahorrarse el esfuerzo razonable por ir a una casa del Señor a comenzar su vida en común. Los votos matrimoniales que se hacen en esos santificados lugares y los convenios sagrados que se hacen por el tiempo y por toda la eternidad son [una protección] de muchas de las tentaciones de la vida que suelen desintegrar los hogares y destruir la felicidad…

Las bendiciones y las promesas que se reciben cuando se comienza la vida en común, por el tiempo y por la eternidad, en un templo del Señor, no se pueden obtener de ningún otro modo, y los hombres y las mujeres jóvenes Santos de los Últimos Días que sean dignos y que den comienzo a su vida conyugal de esa manera descubrirán que su unión eterna establecida bajo el convenio sempiterno será el fundamento sobre el cual edificarán la paz, la felicidad, la virtud, el amor y todas las demás verdades eternas de la vida tanto en esta vida terrenal como en la existencia venidera5.

Nunca podré recalcar lo suficiente… la necesidad de que la gente joven de los Santos de los Últimos Días venga a esta Casa a casarse en la debida forma y comenzar la batalla de la vida bajo la inspiración del Dios viviente y con las bendiciones de la autoridad del sacerdocio de Dios que poseen Sus siervos que administran en el templo. Deseo grabar de un modo indeleble en sus corazones que, cuando hagan un sacrificio, tarde o temprano recibirán la recompensa por él, ya sea en el tiempo de esta vida o en la eternidad; y, casi sin excepción, cuando hacemos sacrificios en el cumplimiento de las cosas que son agradables ante la vista de Dios, obtenemos nuestra recompensa durante nuestra vida6.

Hace poco más de un año, decidí que si planeaba mis quehaceres y dejaba de asistir a conferencias, a conciertos, al teatro o a la ópera, podría ir al templo por lo menos una vez a la semana a efectuar ordenanzas por algunos de mis seres queridos ya fallecidos. Una vez que tomé la decisión de hacer eso, no tuve dificultad alguna en ir al templo una vez a la semana durante todo el año… Cierto es que me perdí quizás la ópera o una obra de teatro, o alguna otra función a la que me hubiese gustado asistir, pero no tuve dificultad alguna…

Por lo general, podemos hacer lo que deseamos hacer. Un joven puede hacerse mucho tiempo para pasar con su novia; puede disponer sus ocupaciones para hacerlo. Podemos disponer nuestras ocupaciones para jugar al golf o practicar algún otro deporte o para distraernos. Y si resolvemos hacerlo, a juzgar por mi propia experiencia, también podemos disponer nuestros quehaceres para realizar la obra del templo7.

Creo que si yo puedo hallar tiempo para ir al templo a efectuar la obra del templo una vez a la semana, no hay casi ningún hombre en toda La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que no pueda hacerse tiempo para ello si desea planear sus ocupaciones para hacerlo. Me refiero a las personas que viven donde hay un templo y no a las personas que tienen que recorrer una larga distancia para llegar allí… No sé de nadie que sea más ocupado que yo, y si yo puedo hacerlo, ellos también pueden hacerlo si tan sólo logran implantar ese deseo en su corazón y en su alma. Lo que pasa es que muchísimas personas no tienen deseos de hacerlo8.

Considero que uno de los grandes privilegios que tenemos los Santos de los Últimos Días es el de efectuar la obra del templo por nuestros antepasados que murieron sin haber conocido el Evangelio…

…Si logran asentar en su corazón y en su alma que ésa es una de las cosas más importantes que ustedes, como Santos de los Últimos Días puedan realizar, hallarán la manera de hacerlo9.

Desde la restauración de las llaves para sellar, muchas personas han sentido deseos de averiguar quiénes son sus antepasados.

Desde la ocasión de la visita de Elías el profeta, en la que restauró las llaves que él poseía, para hacer volver el corazón de los hijos a sus padres [véase D. y C. 110:13–15], ha llegado al corazón de personas de todo el mundo el deseo de saber algo acerca de sus antepasados10.

Hombres y mujeres de todo el mundo se han dedicado a organizar sociedades, a averiguar quiénes son sus antepasados y a compilar registros genealógicos de sus familias. Se han gastado millones de dólares en esas empresas. He hablado muchas veces con hombres que han gastado grandes sumas de dinero en la compilación de un registro de sus antepasados, y he sabido de otros que han hecho lo mismo, y una vez que han hecho la compilación, cuando se les ha preguntado por qué lo hicieron, han dicho: “No lo sé. Me sobrevino el deseo irresistible de compilar ese registro y de invertir dinero en ello a fin de realizarlo sin trabas. Ahora que ya está compilado, no tengo ninguna utilización especial que darle”. Los Santos de los Últimos Días valoran los libros de esa clase por encima de cualquier precio o dinero11.

Para un Santo de los Últimos Días, un libro de este tamaño [sosteniendo en alto un ejemplar del Libro de Mormón] que contenga los nombres de sus antepasados vale muchas, muchas veces, cientos de veces más que su peso en oro12.

Cuando recibimos las ordenanzas del templo por nuestros parientes fallecidos, llegamos a ser “salvadores en el monte de Sión”.

Me regocijo por la obra maravillosa que se lleva a cabo en nuestros templos, por la restauración que se hizo en la tierra del privilegio de bautizar, mediante la autoridad del Dios viviente, por los que han fallecido, y de efectuar ordenanzas que, si se aceptan, llevarán a los muertos a la vida eterna y a la salvación aunque hayan fallecido sin haber conocido el Evangelio13.

El mundo pregunta: “¿Cómo es eso de que una persona se bautice por otra?. Pero si creemos en la obra vicaria de Cristo, tenemos que creer que una persona puede efectuar una obra por otra y que también podemos llegar a ser “salvadores en el monte de Sión” [véase Abdías 1:21]14.

Es nuestro deber tener presentes a los hijos de nuestro Padre que nos han precedido en la muerte sin haber adquirido conocimiento del Evangelio, y abrir para ellos las puertas de la salvación en nuestros templos, donde también tenemos obligaciones que cumplir15.

Si somos diligentes, el Señor nos preparará la vía para que llevemos a cabo las obras del templo y de historia familiar por nuestros parientes fallecidos.

Ruego que el Señor nos inspire a todos y a cada uno para que seamos más diligentes en el cumplimiento —hasta el máximo de nuestra capacidad— de los deberes y de las labores que se nos han encomendado al efectuar la obra vicaria por nuestros muertos… Sé, sin lugar a dudas, que cuando buscamos con ahínco, año tras año, adquirir conocimiento con respecto a nuestros familiares que murieron sin haber conocido el Evangelio, el Señor nos bendice para que lo consigamos16.

Para mí, esta obra genealógica es sencillamente admirable. Es prodigiosa la forma en que se nos prepara el camino a los que nos interesamos en ella. Creo que fue milagroso el modo como mi esposa pudo reunir información genealógica sobre sus antepasados. Fue sencillamente maravillosa la forma en que libros y otra información llegaron a nuestras manos. Cuando llegábamos ante un muro de piedra, de un modo u otro se abría un boquete en ese muro por el que podíamos pasar y llegar al otro lado, para explicarlo en sentido figurado, y hallábamos algo de valor17.

Couple researching family history

El presidente Heber J. Grant dijo: “Estoy deseoso de animar a la gente a emprender con ahínco la obra de investigar su genealogía y, una vez que lo hayan hecho, a efectuar la obra en nuestros templos”.

Durante años mi esposa había estado procurando averiguar quiénes fueron los padres de su bisabuelo Gideon Burdick. Siete generaciones de la familia de éste estaban representadas en la Iglesia, pero no tenía datos de los padres de él ni de los antepasados. Aunque siguió todas las pistas, ni siquiera logró averiguar el nombre del padre del bisabuelo.

Puesto que había sido soldado en la guerra de la independencia de los Estados Unidos, se confió en que en los registros oficiales de Washington, D. C. se encontrase la evidencia que hacía falta. Pero ocurrió que en ellos figuraban dos hombres con el nombre de Gideon Burdick que estuvieron en las fuerzas armadas de los Estados Unidos en aquel tiempo, lo cual hizo la tarea de la identificación todavía más difícil.

Hace algunos años, mi esposa y yo fuimos a Washington a consultar los archivos de la agencia gubernamental de pensiones. Allí ella encontró la solicitud de pensión de un Gideon Burdick. Al examinarla, descubrió que la edad de él que allí se hacía constar correspondía a la de su propio antepasado… Uno de los testigos que había firmado era Hyrum Winters, yerno de Gideon y abuelo de mi esposa.

…El lugar de nacimiento que se indicaba era Rhode Island, [por lo que] todavía nos quedaba la tarea de averiguar de su familia en ese estado.

Tras haber hecho más averiguaciones, mi esposa se enteró por una carta de que un Sr. Harcourt estaba compilando una genealogía de la familia Burdick. De inmediato le escribió a su dirección, sólo para recibir una carta de respuesta de su hija en la que ésta le hacía saber que él había fallecido hacía diez años, que el manuscrito ya no estaba en poder de su familia y que ella no sabía nada de éste.

Eso pareció ser otro muro que nos detenía y que era impenetrable. Pero mi esposa dijo: “No me voy a detener aquí”, y escribió una misiva al jefe de la oficina de correos del lugar donde había vivido el Sr. Harcourt, en la cual le solicitaba que entregase su carta a cualquier persona que tuviese el apellido Burdick.

La carta se hizo llegar al Dr. Alfred A. Burdick, que vivía a poca distancia de la oficina de correos. Contestó de inmediato y en la misiva indicaba que él tenía el manuscrito de Harcourt y que seguía compilando la genealogía de los Burdick con la intención de publicarla en un libro. Decía que tenía el registro de toda la familia Burdick hasta Gideon, pero que no tenía nada de la descendencia de este último, pues parecía literalmente haber desaparecido cuando se trasladó al Oeste. “Tenga a bien enviarme”, escribió, “toda la información de Gideon, y yo le enviaré todo lo que desea saber de los antepasados de él”.

Así se hizo, y él con mucha amabilidad le envió un relato de los antepasados de Gideon Burdick, dándole permiso para utilizarlo como estimase conveniente. Así fue como mi esposa logró conseguir una copia completa de la información que había buscado durante tanto tiempo y que definitivamente enlazaba su parentesco con la familia de Rhode Island…

Posteriormente me enteré de… lo siguiente con respecto al manuscrito de los Burdick.

Hace años, William M. B. Harcourt y el Dr. Alfred A. Burdick comenzaron a compilar la genealogía de la familia Burdick. Coleccionaron una gran cantidad de información y la ordenaron en forma sistemática con la intención de publicarla.

Pero entonces falleció el Sr. Harcourt, y un primo del Dr. Burdick se apoderó del manuscrito y se lo llevó a Nueva York. Al principio pensó publicarlo, pero varios años después escribió al Dr. Burdick, diciéndole que, si pagaba el porte correspondiente, podía quedarse con el [manuscrito]. Pero el Dr. Burdick, indignado por el hecho de que ese primo se hubiese llevado el manuscrito, no le contestó, ni siquiera cuando aquel otro le amenazó diciéndole que lo quemaría.

Y así, el primo dio órdenes al portero de que se llevase todos esos valiosísimos papeles al sótano y los quemara. Por algún motivo, el portero no los quemó, y cuando el primo descubrió eso un tiempo después, empaquetó la colección y la envió a su hermano. Pero éste no tenía lugar para guardarla en su casa y la dejó arrumbada en el patio posterior de su propiedad, donde quedó durante meses, expuesta a la lluvia y al sol, sin que nadie supiera qué hacer con ella.

Ocurrió que la esposa de ese hermano falleció, y el Dr. Burdick fue al funeral. Allí se enteró del paradero del manuscrito y le dijeron que se quedase con él si le era de algún valor. Se lo llevó a su casa y, temeroso de que de nuevo se lo quitasen, lo copió libro por libro. Muchas partes estaban destruidas por haber estado expuestas a las inclemencias del tiempo, pero, tras examinar todos los papeles con detenimiento, descubrió con alegría que prácticamente todas las partidas importantes se habían conservado.

Desde entonces hasta el presente, él ha continuado su investigación, añadiendo la información que ha ido consiguiendo.

Mientras nos encontrábamos en Washington, D. C., en el pasado mes de diciembre, mi esposa y yo hicimos un viaje especial a Baltimore para conocer al caballero que tan cortésmente nos había prestado su ayuda… Nos reconoció por las fotografías que le habíamos enviado y extendió las dos manos para saludarnos. Nos llevó a su despacho y nos mostró volumen tras volumen de los datos genealógicos que había reunido relacionados con la historia de la familia Burdick y con otras. Nos dijo: “Con respecto a este asunto, estoy dispuesto a conversar con ustedes toda la noche”.

Tenía veinte volúmenes manuscritos de datos de la familia Burdick ordenados sistemáticamente. Cuatro de ellos contenían la línea directa de Gideon. El Dr. Burdick con toda gentileza nos ofreció esa información para copiarla y utilizarla como quisiésemos. Le ofrecí enviar a un estenógrafo a su despacho para que hiciera una copia, o conseguir un… duplicado; pero él puso los libros en mis manos, diciéndome: “Le confío estos libros, presidente Grant, pues sé que estarán seguros en sus manos”.

Ya se han hecho copias mecanografiadas de toda la colección, una de las cuales se ha devuelto al Dr. Burdick. Se ha extraído información adicional de nuestra propia Biblioteca Genealógica y de la historia de la familia, para completar la compilación de él…

Confío en que todo eso resulte interesante no tan sólo para mi esposa y para mí, sino para todos lo que buscan sus propias genealogías, como testimonio del modo como trabaja el Señor entre Sus hijos fuera de la Iglesia y como inspiración para los hombres líderes de la Iglesia, lo mismo que para los hombres líderes de las estacas y de los barrios de la Iglesia para que sigan delante de todo corazón realizando su propia investigación. “Buscad, y hallaréis” [Mateo 7:7]18.

La salvación de los muertos es uno de los propósitos fundamentales por los que se restauró el Evangelio sempiterno y se restableció la Iglesia de Jesucristo en esta época. El interés fenomenal que manifiestan los santos en esta importantísima fase de la misión redentora del Salvador es una señal muy prometedora. Nuestros templos están atestados desde temprano por la mañana hasta muy tarde por la noche de los que se han propuesto redimir a sus parientes fallecidos y ayudar a forjar el eslabón que finalmente unirá las dispensaciones del Evangelio y reunirá todas las cosas en Cristo, tanto en el cielo como en la tierra, la cual es la obra exclusiva de la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos. ¡Qué dicha inmensa aguarda a los que trabajan con dedicación en la Casa del Señor una vez que hayan pasado al mundo de los espíritus y reciban allí la calurosísima bienvenida de las personas por las que habrán prestado este inestimable servicio!19.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿En qué forma ha sido una bendición para usted la participación en las ordenanzas del templo? ¿Qué podemos hacer para disfrutar más plenamente de las bendiciones del templo?

  • ¿Por qué es importante que nos casemos en el templo? ¿De qué modo el matrimonio en el templo fortalece la relación entre marido y mujer?

  • ¿Qué significa ser “salvador en el monte de Sión”? (Véase también D. y C. 128; 138:47–48, 53–54, 57–58.) ¿Podría indicar cómo le han servido las ordenanzas del templo y la obra de historia familiar para hacer volver su corazón a sus familiares tanto vivos como fallecidos?

  • ¿Qué medios proporciona la Iglesia para ayudarnos a efectuar la obra de historia familiar?

  • ¿Cómo ha preparado el camino el Señor para que usted hallase información de historia familiar? ¿Qué evidencias ha visto usted de que personas de todo el mundo han sentido deseos de averiguar acerca de sus antepasados?

  • ¿Cómo podemos hacernos tiempo para asistir al templo con regularidad? ¿Cómo podemos hacernos tiempo para trabajar en la obra de historia familiar?

  • ¿Cómo pueden las familias que viven lejos de los templos establecer la tradición de respeto y reverencia para con la obra del templo?

Notas

  1. Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, pág. 34.

  2. Gospel Standards, págs. 94–95.

  3. “An Inspired Mission”, Utah Genealogical and Historical Magazine, julio de 1931, pág. 106.

  4. Véase Heber J. Grant, “A Family Temple Night”, Improvement Era, julio de 1944, págs. 425, 471.

  5. “Beginning Life Together”, Improvement Era, abril de 1936, págs. 198–199.

  6. De un discurso pronunciado en la dedicación del Templo de Cardston, Alberta, agosto de 1923, Archivos del Departamento de Historia Familiar y de Historia de la Iglesia, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

  7. Gospel Standards, págs. 33–34.

  8. En Power from On High: A Lesson Book for Fourth Year Junior Genealogical Classes, 1937, pág. 26.

  9. “On Going to the Temple”, Improvement Era, agosto de 1941, pág. 459.

  10. En Conference Report, octubre de 1919, pág. 23.

  11. En Conference Report, abril de 1928, pág. 9.

  12. En Conference Report, octubre de 1919, pág. 23.

  13. En Conference Report, abril de 1934, pág. 11.

  14. En Brian H. Stuy, compilador, Collected Discourses Delivered by President Wilford Woodruff, His Two Counselors, the Twelve Apostles, and Others, 5 tomos, 1987–1992, tomo I, pág. 170.

  15. En Conference Report, abril de 1945, pág. 10.

  16. En Conference Report, abril de 1928, pág. 9; los párrafos se han cambiado.

  17. Improvement Era, agosto de 1941, pág. 459.

  18. “Seek, and Ye Shall Find”, Utah Genealogical and Historical Magazine, abril de 1928, págs. 59–61.

  19. En James R. Clark, compilador, Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 6 tomos, 1965–1975, tomo V, pág. 241.