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El canto del corazón


Capítulo 18

El canto del corazón

Cuando cantamos los himnos de Sión con el debido espíritu, ofrecemos oraciones al Señor e invitamos al Espíritu Santo a ejercer Su influencia tanto en nosotros como en los demás.

De la vida de Heber J. Grant

El presidente Heber J. Grant sentía gran amor por el canto de los himnos de Sión aun cuando tenía dificultades para cantar en el tono justo. En abril de 1900, cuando prestaba servicio como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, dedicó una disertación entera a la importancia de cantar los himnos. En ese discurso, que dio en la conferencia general de la entidad “Deseret Sunday School Union” [Unión de la Escuela Dominical de Deseret], contó anécdotas de sus empeños por aprender a cantar:

Mormon Tabernacle Choir

El Coro del Tabernáculo aproximadamente en 1920. El presidente Grant aconsejó a las congregaciones y a los coros cantar los himnos de Sión que producen“un efecto poderoso en la conversión de las personas a los principios del Evangelio y en el fomento de la paz y el progreso espiritual”.

“Todos los días de mi vida he disfrutado muchísimo del canto. Cuando era un niño de diez años, tomé una clase de canto y el profesor me dijo que yo no aprendería jamás a cantar. Hace unos años [un hombre] me dijo que yo podría cantar, pero que, cuando lo hiciese, a él le gustaría hallarse a más de sesenta kilómetros de distancia…

“Cuando yo era niño, después de mi propia madre, ninguna mujer que haya vivido se interesó tanto por mí, ni me dio tantos consejos maternales ni pareció quererme más que la hermana [Eliza R.] Snow. Yo la quería con todo el corazón y me encantaba su himno ‘Oh mi Padre’. Hace unos cuatro meses, dije al hermano Horace S. Ensign que yo estaba dispuesto a dedicar cuatro o cinco meses de mi tiempo libre si tan sólo aprendía a cantar ese único himno. Él me afirmó que cualquier persona que tuviese perseverancia podía aprender a cantar. Yo le dije que si había algo que yo tenía era perseverancia. Por consiguiente, le propuse que nos pusiéramos manos a la obra, y yo tomaría mi primera lección de dos horas sobre esa canción. Desde entonces y hasta la fecha, he continuado con esas lecciones…

“He mencionado esos hechos porque considero que debemos instar a nuestra gente joven a aprender a cantar. En lo que a cantar se refiere, perdí treinta y tres años de mi vida. Se me dijo, cuando tenía diez años de edad, que yo nunca aprendería a cantar. No aprendí a cantar sino hasta que llegué a los cuarenta y tres años de edad, y he pasado cuatro o cinco meses intentando aprender a cantar los himnos ‘Con maravillas obra Dios’ y ‘Oh mi Padre’. He aprendido uno de ellos por motivo de los conceptos que comunica y por el afecto que siento por la autora, y he aprendido el otro porque al fallecido presidente Wilford Woodruff era el que más le gustaba de todos los del himnario”.

Poco después de haber dicho eso, el élder Grant cantó el himno “Oh mi Padre”. En seguida, dijo: “No tengo sino un solo objetivo en esta ocasión al dirigir la palabra y cantar, y es instar a los jóvenes y a las jóvenes a no desperdiciar treinta o cuarenta años de su vida antes de intentar cantar… Con esfuerzo constante, uno puede aprender a cantar aunque no tenga conocimiento alguno de música, como ha sido mi caso”1.

Enseñanzas de Heber J. Grant

El canto del corazón es una oración para el Señor.

El canto es una parte espléndida de la adoración de los Santos de los Últimos Días2.

El canto de nuestros sagrados himnos, escritos por siervos de Dios, produce un efecto poderoso en la conversión de las personas a los principios del Evangelio y en el fomento de la paz y el progreso espiritual. La canción es una oración para el Señor, por cuanto Él ha dicho: “Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí, y será contestada con una bendición sobre su cabeza” [D. y C. 25:12]3.

Mi alma siempre se ha deleitado en escuchar cantar, lo cual me ha gustado con fervor toda mi vida, y es un placer para mí poder orar hoy al Señor con “el canto del corazón”. Opino que si todos recordamos las palabras del Señor de que la canción de los justos es una oración para Él, y será contestada con una bendición sobre nuestra cabeza, y elevamos con frecuencia nuestras oraciones a nuestro Padre Celestial en las gratas canciones de Sión, haciendo eco con fervor y sinceridad en nuestros corazones a los mensajes que comunica la letra de nuestros hermosos himnos, ciertamente vamos a recibir las bendiciones prometidas, las cuales insto a los santos a procurar obtener4.

Debemos evitar las canciones que enseñen doctrina falsa.

Recordemos la clase de canciones que gustan al Señor: las canciones que contengan el Evangelio en su letra. He asistido a conferencias en las que he oído tres o cuatro himnos cuya letra yo no he aprobado. Se cantaron con buena música, pero no contenían buena doctrina5.

Cuanto más hermosa sea la música con la que se cante doctrina falsa, tanto más peligrosa viene a ser. Ruego a todos los Santos de los Últimos Días, y, sobre todo, a nuestros coros, que nunca canten una canción cuya letra contenga enseñanzas que no concuerden perfectamente con las verdades del Evangelio, no importa cuán hermosa e inspiradora sea la música…

…Ningún cantante u organización coral de la Iglesia debe entonar nunca una canción si la letra de ella no está en completa armonía con las verdades del Evangelio ni si el que canta no puede expresarla desde lo más profundo del corazón. En otras palabras, nuestros himnos deben ser efectivamente “oraciones para el Señor” [véase D. y C. 25:12]. Si procuramos cantar únicamente esas canciones, entonces estaremos seguros de recibir las bendiciones que el Señor ha prometido, puesto que Sus promesas “son verdaderas y fidedignas, y se cumplirán todas” [véase D. y C. 1:37]6.

El canto de los himnos ejerce en nosotros una influencia pacífica y celestial.

Me siento agradecido al Señor por la inspiración de Su Espíritu que ha dado a muchas personas de nuestro pueblo para escribir la hermosa música de nuestros himnos… Ruego a Dios que bendiga a nuestros compositores y a nuestros poetas que nos han dado tan inspirados mensajes y tan inspiradora y melodiosa música7.

Estoy convencido de que los himnos de Sión, cuando se cantan con el debido espíritu, ejercen una influencia pacífica y celestial en nuestros hogares, y también son útiles en la predicación del Evangelio de Jesucristo8.

No hay nada más agradable e inspirador que la música en el hogar, y, desde que aprendí a cantar, por lo general, cantamos un himno en casa todas las mañanas antes de la oración familiar. No hay duda de que una influencia inefablemente grata acompaña al canto de las canciones de Sión, y opino que los santos deben hacer del cantarlas parte de su adoración familiar9.

No olvidemos nuestros himnos cuando vayamos a la casa de adoración. Cante la congregación; y, desde luego, familiarícense los miembros del coro con los bellos mensajes que contienen nuestros himnos10.

Recuerdo un episodio en el que se puso de manifiesto el hecho de que la canción tiene poder para aplacar los sentimientos de irritación y llevar la armonía al corazón de los hombres que están llenos del espíritu de contención. Ocurrió hace muchos años y se trató de una discrepancia que se produjo entre dos hermanos de edad que eran personas fieles y que habían sido miembros de la Iglesia desde los tiempos de Nauvoo. Esos hombres habían sido muy íntegros y leales a la obra del Señor. Habían pasado por muchas de las penurias de Nauvoo, padecido con los santos cuando fueron perseguidos y expulsados de esa ciudad, y experimentado también el rigor y las dificultades de los pioneros que eran inherentes a la temprana colonización del Oeste. Habiendo reñido por asuntos de negocios, los hombres resolvieron que intentarían hablar con el presidente John Taylor para que les ayudase a resolver sus dificultades.

John Taylor era en aquel entonces el presidente del Consejo de los Doce Apóstoles. Los dos hermanos empeñaron su palabra de honor que cumplirían con la decisión que tomase el hermano Taylor fuese ésta la que fuese… Al reunirse con él, no le dijeron de inmediato cuál era el conflicto que tenían, pero le explicaron que habían reñido seriamente y le preguntaron si deseaba oír su incidente y tomar una decisión al respecto. El presidente Taylor consintió de buen grado. Sin embargo, les dijo: “Hermanos, antes de oír su caso, me gustaría muchísimo cantarles una de las canciones de Sión”.

Cabe indicar que el presidente Taylor cantaba muy bien e interpretaba con dulzura y con espíritu nuestros sagrados himnos.

Cantó entonces a los dos hermanos uno de nuestros himnos.

Al ver el efecto que el himno había surtido en esos dos hermanos, les dijo que él nunca oía una de las canciones de Sión sin desear oír una más, y, por tanto, les solicitó que escuchasen mientras él cantaba otra. Naturalmente, los dos consintieron, pues al parecer les agradaba el canto; una vez que hubo cantado la segunda canción, les comentó que hay buenaventura en los números impares, por lo que, con el consentimiento de ellos, les cantaría aún otra canción, lo cual hizo. En seguida, con su modo humorístico, les dijo: “Y bien, hermanos, no deseo cansarles, pero si me disculpan y escuchan un himno más, les prometo dejar de cantar y prestar oídos a su caso”.

Se dice que, cuando el presidente Taylor hubo terminado la cuarta canción, los hermanos se habían conmovido en tal forma que tenían los ojos llenos de lágrimas, se pusieron de pie, se estrecharon la mano y pidieron al presidente Taylor que los disculpase por haber acudido a verle y ocupado su tiempo. Entonces se marcharon sin que el Presidente se enterase siquiera de qué dificultades habían tenido.

El canto del presidente Taylor les hizo reconciliarse el uno con el otro. El Espíritu del Señor entró en sus corazones y los grandes desacuerdos que habían surgido entre ellos se allanaron hasta desaparecer por completo. El amor y la fraternidad cobraron fuerza en sus almas. Las nimiedades por las que habían reñido perdieron toda importancia para ellos. Las canciones del corazón les llenaron del espíritu de la reconciliación11.

Los élderes J. Golden Kimball y Charles A. Welch, ninguno de los cuales afirmaba cantar bien, mientras se encontraban en una misión en los estados del sur de los Estados Unidos, estaban en una ocasión a punto de comenzar a bautizar a algunos conversos; se había formado una turba y se dijo a los hermanos que, si llevaban a cabo las intenciones que tenían de bautizar, la turba los arrojaría al río. Los hermanos resolvieron seguir adelante, fuesen cuales fuesen las consecuencias. Pero antes de hacerlo, cantaron un himno. La canción produjo tal efecto en los de la turba que éstos se quedaron prácticamente paralizados. Los hermanos siguieron adelante con los bautismos, después de lo cual se retiraron a cierta distancia para efectuar la confirmación de los que habían sido bautizados. Entonces recibieron un mensaje de los de la turba en el que les pedían que fuesen a cantar de nuevo esa canción y ellos accedieron a hacerlo. El líder de la mencionada turba, Joseph Jarvis, se unió posteriormente a la Iglesia y contó al élder Kimball que el mensaje de la letra del himno que habían cantado en aquella ocasión y el espíritu con que lo habían cantado, tal como se acaba de relatar, le convirtieron al Evangelio. El hermano Kimball dijo recordar que el himno que habían cantado era “Nuestra mente se refleja” [véase Himnos, N° 178]12.

Mucho es lo que pierde la gente en el hogar si no cantan en él las canciones de Sión. Muchos misioneros se privan de fortaleza, de poder y de capacidad para llevar a cabo el bien y hacerse de amigos, por no saber cantar… Las canciones de Sión ejercen una buena influencia en nuestros hogares.

No será la elocuencia que posean lo que llevará la convicción al corazón de las personas, sino el Espíritu de Dios Todopoderoso que arda en sus corazones, junto con el anhelo que tengan de salvar almas. Brigham Young dijo que el Espíritu del Señor haría más para convertir a las personas que la elocuencia de los hombres [véase Deseret News, 9 de febrero de 1854, pág. 4]. Por mi parte, afirmo que el cantar las canciones de Sión, aun cuando se cante de manera imperfecta, pero con la inspiración de Dios, conmoverá el corazón de las personas sinceras con mayor eficacia que si se cantara bien, pero sin el Espíritu de Dios. Canten con el Espíritu de Dios. Lleguen a amar la letra de las canciones que canten. Me encantan las canciones de Sión13.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Por qué es importante cantar los himnos de la Iglesia? ¿Por qué debemos cantar los himnos aun cuando no seamos por naturaleza talentosos para cantar?

  • ¿En qué aspectos el cantar los himnos nos lleva a adorar al Señor tanto en casa como en la reunión sacramental y en las demás reuniones de la Iglesia?

  • ¿Por qué es “la canción de los justos” una oración para el Señor?

  • ¿En qué consiste cantar los himnos “con el debido espíritu”? ¿Por qué los himnos de Sión, cuando se cantan con el debido espíritu, ejercen una influencia pacífica y celestial en nuestros hogares?”

  • ¿De qué manera le han inspirado a usted los himnos? ¿Qué himnos han ejercido una influencia especial en su vida? ¿Por qué son esos himnos particularmente significativos y valiosos para usted?

  • ¿Podría mencionar algunos de los beneficios del aprender los himnos de la Iglesia que no conocemos? ¿Por qué es útil memorizar la letra de los himnos?

  • ¿Por qué constituyen los himnos de la Iglesia y las canciones de la Primaria la música más apropiada para la reunión sacramental, así como para otras reuniones de la Iglesia?

  • ¿Por qué son tan peligrosas las enseñanzas falsas cuando se cantan con música hermosa? ¿Por qué es importante evitar “cantar canciones cuya letra contenga enseñanzas que no concuerden perfectamente con las verdades del Evangelio”?

  • ¿Cómo pueden los padres lograr que sus hijos aprendan y amen los himnos de Sión? ¿De qué forma pueden los padres valerse de los himnos y de las canciones de la Primaria para enseñar el Evangelio a sus hijos?

Notas

  1. En Conference Report, abril de 1900, págs. 61–62; los párrafos se han cambiado.

  2. Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, pág. 168.

  3. Gospel Standards, pág. 168.

  4. “Learning to Sing”, Improvement Era, octubre de 1900, pág. 892.

  5. En Conference Report, abril de 1931, pág. 132.

  6. “Sing Only What We Believe”, Improvement Era, julio de 1912, págs. 786–787.

  7. En Conference Report, abril de 1921, pág. 8.

  8. Gospel Standards, pág. 170.

  9. Improvement Era, octubre de 1900, pág. 892.

  10. Gospel Standards, pág. 169.

  11. Gospel Standards, págs. 285–287; los párrafos se han cambiado.

  12. Improvement Era, octubre de 1900, págs. 890–891.

  13. Gospel Standards, pág. 170.