“Sin contratiempos”, Para la Fortaleza de la Juventud, abril de 2021, págs. 14–17.
Sin contratiempos
Dos jóvenes de Washington, EE. UU., han encontrado maneras de servir a pesar de las limitaciones físicas.
Austin Nickle comenzó a aprender la lengua de señas cuando tenía 18 años. Empezó a asistir a la rama local para personas carentes de capacidad auditiva e incluso se apuntó a tomar clases en el colegio comunitario. Pero Austin no es sordo.
“Nací con un impedimento en el habla”, dice Austin. “He tenido miedo de hablar durante casi toda mi vida, debido a mi tartamudeo y falta de fluidez [la capacidad de emitir todos los sonidos de las palabras para que se entiendan claramente]. Pero no soy tímido; disfruto las actividades sociales, solo que no hablo tanto como los demás”.
Algunas veces a Austin le toma algunos minutos decir lo que otros pueden compartir en segundos. Pero eso nunca le ha impedido ser optimista ni participar plenamente en la escuela ni en la Iglesia. Y aunque a veces puede sentir temor, él muestra valor.
“No tiene miedo”, dice el obispo de Austin, Rodger Pickett.
“Fui su maestro de Seminario. No tenía miedo a pesar de que pudieran mofarse de él; y había miembros de la clase que se impacientaban, pero él no temía participar, dar respuestas, orar ni hacer otras cosas en la clase”.
Y es verdad. Austin no solo es valiente, sino también amable. Pero eso no significa que las cosas sean fáciles.
Llamado a servir
El servir en una misión es algo que Austin sabía que representaría un desafío.
“Cuando pensé en servir en una misión de tiempo completo”, dijo, “sabía que podría tener éxito en una misión de servicio, pero me preocupaba servir en una misión de proselitismo de tiempo completo. Sin embargo, sabía que a dondequiera que el Señor me llamara sería el lugar en el que podría utilizarme mejor”.
Para Austin, fue solo cuestión de averiguar la mejor ruta.
Un domingo, la dirección se hizo un poco más clara. El presidente de estaca de Austin estaba visitando el barrio y Austin iba a bendecir la Santa Cena. Antes de que terminara la oración, tanto el presidente de estaca como el obispo Pickett recibieron la misma impresión.
“Nos miramos el uno al otro con exactamente el mismo pensamiento”, dijo el obispo Pickett. “¡Debía aprender la lengua de señas!”.
Tan pronto como el obispo Pickett y el presidente McCall compartieron sus ideas, Austin, dijo: “Ya no me sentía nervioso por salir a una misión. Sabía que quería servir como misionero en la lengua de señas”.
Austin empezó a asistir a una rama local para personas con discapacidad auditiva y luego tomó clases de la lengua de señas en el colegio comunitario local. Por supuesto, no había garantía, pero se esforzó diligentemente y se preparó en caso de que fuese la voluntad del Señor que sirviera en una misión en la lengua de señas.
El 26 de septiembre de 2019, Austin recibió su llamamiento misional, una misión en la lengua de señas por dos años en Phoenix, Arizona, EE. UU.
“Me gustaría que hubieras visto su cara”, dijo el obispo Pickett. “Gozo; verdadero gozo. Él cantaba y su madre le interpretaba mientras él abría el correo. Dio un grito de alegría […] lanzando los brazos al aire en señal de triunfo”.
“Estoy entusiasmado”, dice Austin. “Es emocionante que haya tantas maneras de servir”.
Conoce a Donovan
Donovan Sorensen nació con distrofia muscular, una dolencia en la que el cuerpo no produce suficiente proteína para reconstruir los músculos. Se le diagnosticó a los siete años de edad. “No pude caminar hasta los once años”, dice Donovan, “pero entonces me quedé en silla de ruedas”.
A Donovan le toma mucho más tiempo hacer cosas normales, como levantarse de la cama, vestirse o preparar la comida.
“Definitivamente he aprendido a valorar todo”, dice Donovan. “También me ayuda a apreciar a otras personas que, tal vez, tengan más dificultades con esas cosas que yo”.
La madre de Donovan dice: “A pesar de sus limitaciones físicas, nunca ha dejado que su condición le impida lograr todo lo que se proponga hacer”. Demuestra un valor extraordinario ante la constante incertidumbre. Posee una tranquila confianza en sí mismo y acepta que es diferente”.
Prestar servicio en la Casa del Señor
“Bueno, al principio, una misión de proselitismo de tiempo completo estaba prácticamente descartada”, dice Donovan. “Estaba conforme y lo había aceptado”.
Pero entonces Donovan y su familia se enteraron de las misiones de servicio.
Nos pusimos en contacto con el coordinador de las misiones de servicio de nuestra zona. “Le dijimos lo que podría hacer”, dijo Donovan. “Él me ayudó a encontrar la oportunidad apropiada. A partir de entonces, trabajó con mi presidente de estaca y con mi obispo para finalizar el proceso”.
No pasó mucho tiempo antes de que Donovan enviara sus papeles. Al poco tiempo recibió su llamamiento para servir en una misión en el Templo de Seattle, Washington. Fue apartado y después de eso, trabajó en el templo cinco días a la semana.
“Al principio estaba un poco nervioso. Nos reunimos con el presidente del templo y con el registrador una semana antes de empezar. Me apartaron como obrero de las ordenanzas y el registrador me mostró algunas de las cosas que yo tendría que hacer. Eso me calmó mucho los nervios. Y una vez que empecé, no había nada por lo que preocuparse. Lo he disfrutado cada minuto”.
No obstante, el servicio que presta no carece de sacrificios ni desafíos.
“Madrugar es un desafío, pero me aseguro de no acostarme demasiado tarde. Por lo general, me es fácil levantarme temprano, ir al templo y hacer todo lo que necesitan que haga”. Pero madrugar es solo el principio, luego está la parada del autobús, donde Donovan se vale del transporte público para ir al templo y regresar, viajando aproximadamente tres horas cada día, a veces más, dependiendo del clima.
“Él no considera nada de eso como un sacrificio”, dice su madre. “Él va, llueva, nieve o brille el sol”. No quiere perderse ni un día, porque sabe que la gente cuenta con él, y él sabe lo importante que es su servicio”.
“Me gusta hacer que las personas se sientan bienvenidas”, dice Donovan. “Muchas personas me han dado las gracias por mi servicio y, aunque estoy haciendo algo que cualquier otro obrero de las ordenanzas podría hacer, me hace sentir bien el saber que podía ayudar a hacerlos felices”.
Tal vez Donovan y Austin no estén prestando servicio a la manera que lo planearon originalmente, pero ambos están sirviendo exactamente de la manera que el Señor quiere: a Su manera.
La autora vive en Washington, EE. UU.