“Seguidores de Jesucristo en la senda del discipulado”, Para la Fortaleza de la Juventud, abril de 2021, págs. 2-5
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Seguidores de Jesucristo en la senda del discipulado
Del discurso de la Conferencia General de abril de 2010: “Nosotros seguimos a Jesucristo”.
El Salvador ha hecho posible que cada uno de nosotros obtenga la salvación y la exaltación; pero debemos seguir la senda que Él ha proporcionado para nuestra seguridad y paz.
El domingo de Pascua de Resurrección celebramos la victoria de nuestro Señor y Salvador Jesucristo sobre la muerte. Atesoramos nuestro entendimiento del sacrificio expiatorio que el Salvador realizó voluntariamente a nuestro favor y sentimos un sincero agradecimiento por ello. Es el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad.
Debido a que Cristo cumplió Su sagrada misión como Salvador y Redentor, resucitaremos de la muerte y nuestros espíritus se reunirán con nuestros cuerpos. Tomando como base nuestra dignidad personal podremos, mediante Su gracia, tener la gloriosa oportunidad de entrar nuevamente en la presencia de Dios.
Nuestro mensaje al mundo
El profeta José Smith, al hablar de los acontecimientos relacionados con la Pascua de Resurrección, dijo: “Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los apóstoles y de los profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos, y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de eso”1.
Aun cuando nos regocijamos en el significado eterno de Getsemaní y del Calvario, nuestra atención se ha centrado siempre en el Señor resucitado. Nuestro mensaje al mundo es que ¡Él vive! El símbolo de Cristo para los Santos de los Últimos Días se encontrará en la expresión significativa de nuestra fe y en la forma en que vivamos Su evangelio2.
Al meditar sobre lo que significa ser cristianos hoy en día, debemos pensar en lo que nuestra senda de discipulado requerirá de nosotros. Les sugiero que consideremos y que, en forma apropiada, sigamos lo que hizo el Salvador en los dos últimos días de Su vida y ministerio mortales.
Recordar y venerar la Santa Cena
En la Última Cena, el Salvador introdujo la ordenanza de la Santa Cena. Él tomó pan, lo partió, ofreció una oración a favor del mismo, y lo repartió a Sus discípulos diciendo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). De esa manera instituyó la Santa Cena. Si vamos a ser Sus discípulos y miembros dedicados de Su Iglesia, debemos recordar y venerar la Santa Cena.
La Santa Cena permite que cada uno de nosotros exprese con un corazón quebrantado y un espíritu contrito nuestra disposición de seguir al Salvador, de arrepentirnos y llegar a ser santos mediante la expiación de Cristo (véase Mosíah 3:19). La Santa Cena nos permite dar testimonio a Dios que recordaremos a Su Hijo y guardaremos Sus mandamientos al renovar nuestro convenio bautismal (véanse Mosíah 18:8–10; Doctrina y Convenios 20:37, 77–79). Esto aumenta nuestro amor y aprecio tanto por el Padre como por el Hijo.
Amarse unos a otros
El Salvador también declaró: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (véase Juan 13:34–35). Ante esa Expiación de consecuencias eternas que Él estaba por llevar a cabo, dicho mandamiento requiere nuestra obediencia. Manifestamos nuestro amor por Dios cuando guardamos Sus mandamientos y prestamos servicio a Sus hijos. No comprendemos plenamente la expiación de Jesucristo, pero podemos dedicar nuestra vida a tratar de ser más amorosos y bondadosos, sea cual sea la adversidad que afrontemos.
La petición del Salvador hacia Sus apóstoles y todos los discípulos que vendrían después de ellos, de amarse los unos a los otros, es una de Sus enseñanzas más fundamentales. La forma en que nos relacionamos e interactuamos con los demás es una medida de nuestra disposición de seguir a Jesucristo.
Ser dignos de las impresiones del Espíritu Santo
En ese momento, el Salvador prometió el Espíritu Santo, el tercer miembro de la Trinidad, a los apóstoles. El Espíritu Santo es un personaje de espíritu, el Consolador, que da testimonio del Padre y del Hijo, revela la verdad de todas las cosas y santifica a quienes se hayan arrepentido y bautizado.
Vivimos en un mundo contencioso y con mucho ruido donde podemos ver o escuchar información, música o incluso puras insensateces prácticamente a toda hora del día. Si queremos tener la inspiración del Espíritu Santo, debemos encontrar tiempo para aminorar la marcha, meditar, orar y vivir de modo que seamos dignos de recibir Sus susurros y actuar en base a ellos. Evitaremos cometer grandes errores si hacemos caso a Sus advertencias. Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es nuestro privilegio recibir luz y conocimiento de Él, aun hasta el día perfecto (véase Doctrina y Convenios 50:24).
Seguir la senda del Salvador
Esta temporada de Pascua de Resurrección, nos regocijamos por todo lo que el Salvador ha hecho por nosotros. Él ha hecho posible que cada uno de nosotros obtenga la salvación y la exaltación, pero debemos seguir la senda que Él ha proporcionado para nuestra seguridad y paz.
Una de las maneras de hacerlo es adherirnos a las enseñanzas de nuestro profeta viviente. Él es un excelente ejemplo de alguien que sigue al Salvador. Otra manera es buscar el refugio y la protección eterna del templo.
Doy mi testimonio apostólico de que Jesucristo vive y es el Salvador y Redentor del mundo. Él ha proporcionado la senda a la verdadera felicidad.