Tu esperanza viva, buena y más excelente
Jesucristo es ahora y para siempre tu fuente del don espiritual de la esperanza.
El apóstol Pedro y los profetas del Libro de Mormón, Jacob y Moroni, hacen hincapié en el don espiritual de la esperanza en Cristo de maneras similares.
Pedro declaró que tenemos “una esperanza viva” en Cristo.
Jacob proclamó que tener fe en Cristo nos brinda “una buena esperanza”.
Y Moroni declaró que tenemos “una esperanza más excelente” a causa de Cristo.
¿Qué es la esperanza en Cristo?
El don espiritual de la esperanza en Cristo es la gozosa expectativa de la vida eterna por medio de los “méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías” y un fuerte deseo de recibir las bendiciones que se han prometido a los justos. Las palabras “viva”, “buena” y “más excelente” describen nuestra esperanza en Jesucristo. Es la certeza activa y cada vez mayor de la Resurrección y de la vida eterna por medio de la fe en Él.
El profeta Mormón explicó: “Quisiera hablaros concerniente a la esperanza. ¿Cómo podéis lograr la fe, a menos que tengáis esperanza?
“Y, ¿qué es lo que habéis de esperar? He aquí, os digo que debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de su resurrección, en que seréis levantados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él […].
“De manera que si un hombre tiene fe, es necesario que tenga esperanza; porque sin fe no puede haber esperanza”.
El plan de felicidad del Padre
Tu esperanza viva, buena y más excelente en Cristo comienza con el conocimiento de que Dios el Eterno Padre vive. Él es tu Padre, tú eres literalmente Su hijo o hija procreado como espíritu, y has heredado cualidades divinas de Él.
El Padre es el autor del plan de felicidad. Como Su hijo o hija procreado como espíritu, “acepta[ste] Su plan por medio del cual Sus hijos podrían obtener un cuerpo físico y ganar experiencia terrenal para progresar hacia la perfección y finalmente lograr su destino divino como herederos de la vida eterna”.
Eres un ser dual. Tu espíritu, la parte eterna de ti, está revestido de un cuerpo físico que está sujeto a los deseos y apetitos de la vida mortal. El plan de felicidad del Padre está diseñado para brindarte guía, ayudarte a regresar a salvo a casa con Él con un cuerpo resucitado y exaltado, y recibir las bendiciones del gozo y la felicidad eternos.
La función redentora de Jesucristo
Jesucristo es el Hijo Unigénito del Padre Eterno. Vino al mundo a cumplir la voluntad de Su Padre. Es nuestro Salvador y Redentor porque venció tanto la muerte como el pecado.
Alma profetizó: “Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases […].
“Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia […], a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos.
“… El Hijo de Dios [también] padece según la carne, a fin de tomar sobre sí los pecados de su pueblo, para borrar sus transgresiones según el poder de su liberación”.
El primer principio del Evangelio es fe en el Señor Jesucristo. La verdadera fe se centra en el Salvador y nos permite confiar en Él y tener plena confianza en Su poder para salvarnos de la muerte, limpiarnos del pecado y bendecirnos con una fortaleza superior a la nuestra.
Testifico que el Salvador quebrantó las ataduras de la muerte. Él resucitó y “hace efectiva [nuestra] resurrección [y] redención”. Él vive. Es la única fuente de esperanza viva, buena y más excelente.
Un ancla para el alma
El profeta Éter testificó: “De modo que los que creen en Dios pueden tener la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios”.
En esta temporada especial de celebración del nacimiento del Niño en Belén, ruego que siempre recuerdes que Jesucristo vino al mundo para ser nuestro Salvador y Redentor. Él te ofrece los inestimables dones espirituales de la vida, la luz, la renovación, el amor, la paz, la perspectiva, el gozo y la esperanza.
Te invito a buscar adecuadamente el don espiritual de la esperanza en el Salvador mediante el estudio de las enseñanzas y los testimonios de los profetas antiguos y modernos acerca de Su sacrificio expiatorio y Su Resurrección literal. Al hacerlo, te prometo que tu testimonio de la divinidad del Redentor se fortalecerá, tu conversión a Él se hará más profunda, tu deseo y determinación de permanecer como Su valiente testigo aumentarán y serás bendecido con un ancla para tu alma: una esperanza viva, buena y más excelente.
Con los apóstoles que han testificado de Él a lo largo de los siglos, declaro gozosamente mi testimonio de que Jesucristo es el Hijo viviente del Dios viviente. Él es nuestro Redentor resucitado. Gracias a la redención y reconciliación con Dios, que Él hace posible para toda la humanidad, tú puedes recibir la certeza espiritual y una esperanza viva, buena y más excelente de que “en Cristo todos serán vivificados”.