El Niño Jesús
¿En qué te estás centrando esta temporada navideña?
Un año, trabajé por poco tiempo en un empleo durante varias tardes a fin de ahorrar algo de dinero para comprar un nacimiento. Compré uno muy barato que venía con un pequeño establo de madera. Las figuritas representaban a niños vestidos con ropas propias de un nacimiento; tenían unos ocho centímetros de alto y estaban hechas de porcelana blanca. Elegí ese juego en particular porque teníamos dos niños pequeños: Caleb, que tenía tres años, y Josh, que tenía poco más de un año.
Llevé el nacimiento a casa, lo puse con cuidado en la mesita auxiliar de la sala y Caleb inmediatamente quiso ver la nueva decoración. Le expliqué pacientemente lo frágil que era cada pieza y que no debía tocarlas, sino solo mirarlas. Dediqué un momento a señalar a José, con su cayado de pastor, y a María arrodillada junto a la cuna que sostenía al Niño Jesús. Había un angelito, tres magos y un pastor con dos corderitos. Con cuidado coloqué cada figura en su lugar y luego Caleb y yo nos sentamos y admiramos con orgullo nuestra nueva decoración.
A la mañana siguiente, Caleb bajó las escaleras antes que yo. Bajé unos quince minutos después que él y me detuve para mirar mi nuevo tesoro de camino a la cocina. ¡Me sorprendió encontrarlo completamente desordenado! Todas las figuritas estaban amontonadas en el establo. Su disposición no parecía tener ninguna lógica ni sentido, y supe que Caleb tenía algo que ver con eso.
Con cuidado, volví a colocar cada figura en su lugar y fui a buscar a Caleb. De nuevo le expliqué pacientemente lo importante que era no tocar las figuras pequeñas porque podrían romperse. Caleb era un niño muy obediente, siempre lo había sido, y yo sabía que eso no volvería a suceder.
Imagínense mi sorpresa cuando bajé las escaleras a la mañana siguiente y encontré la escena tan desastrosa como la mañana anterior. Esta vez fui directamente a buscar a Caleb, lo coloqué frente al nacimiento desordenado y le pregunté: “¿Has tocado el pesebre?”. Me miró con sus redondos ojos azules y respondió: “Sí”.
“¿Te acuerdas de que no debes tocar el pesebre de mami?”, pregunté. De nuevo la respuesta fue la misma: “Sí”.
“Entonces, ¿por qué lo has tocado?”, le pregunté.
“Porque no pueden ver a Jesús”, fue su sencilla respuesta.
Miré cuidadosamente el pesebre y me di cuenta de que tal vez había algo de orden en el desorden. Sus torpes manitas habían tratado de colocar todas las figuras en un círculo alrededor de la pieza más importante del conjunto: el bebé en el pesebre. Apretujadas en el pequeño establo, cada una tenía una vista perfecta del bebé. Todos podían ver a Jesús.
Fue una profunda lección.
No hace falta decir que nuestra decoración se mantuvo así durante el resto de la temporada, y lo ha hecho todos los años desde entonces.
Curiosamente, una vez que cada una de las figuras hubo sido cuidadosamente colocada en un círculo alrededor del bebé, Caleb no volvió a tocarlo. Estaba contento con la disposición, pues la figura más importante se había convertido en el centro de atención.
¿En qué te estás centrando esta temporada navideña?
¿Puedes tú ver a Jesús?