2000–2009
Cumplir el propósito de la Sociedad de Socorro
Octubre 2008


2:3

Cumplir el propósito de la Sociedad de Socorro

El Señor estableció la Sociedad de Socorro para organizar, enseñar e inspirar a Sus hijas a prepararse para las bendiciones de la vida eterna.

Queridas hermanas, qué hermoso panorama son y cuán agradecidas estamos por estar con ustedes. Sentimos un profundo amor y aprecio por ustedes.

Como presidencia general de la Sociedad de Socorro, este año pasado hemos tenido la oportunidad de visitarlas alrededor del mundo. Hemos conversado con ustedes en Alemania, Dinamarca, Australia y Ghana; hemos orado con ustedes en Singapur, Hong Kong, India y Sri Lanka; hemos sido animadas y edificadas con ustedes en Brasil, Chile, Puerto Rico, Canadá y los Estados Unidos.

Nos regocijamos en el conocimiento de que “andan haciendo bienes”, tal como el Salvador. Están haciendo una magnífica labor y, sin embargo, tenemos la impresión de decirles que hay más que se debe hacer. Hemos buscado la inspiración del Señor para saber cómo ayudar al sacerdocio a edificar el reino de Dios sobre la tierra. Es hora de que la Sociedad de Socorro cumpla su propósito como nunca antes. Para avanzar y lograr lo que el Señor desea, debemos comprender claramente el propósito de la Sociedad de Socorro.

Para comenzar, repasaré una porción de la historia de la Sociedad de Socorro para explicar por qué se estableció. Después expondré tres responsabilidades que atañen a todas las hermanas de la Sociedad de Socorro; por último, explicaré la forma en que el Señor espera que cumplamos el mandato divino que hemos recibido, tanto a nivel individual como a nivel de organización.

I. Por qué se estableció la Sociedad de Socorro

Es imposible entender por qué tenemos una organización para las mujeres de la Iglesia si no se tiene un conocimiento de la restauración del Evangelio de Jesucristo. El Señor, al saber de las calamidades que sobrevendrían en estos últimos días, habló a Su siervo, José Smith, hijo, y “le [dio] mandamientos…

“para que… la fe aumente en la tierra;

“para que se establezca [Su] convenio sempiterno;

“para que la plenitud de [Su] Evangelio sea proclamada por los débiles y sencillos hasta los cabos de la tierra”1.

La obra del Señor se logra cuando Su Evangelio se predica “a toda nación, y tribu, y lengua, y pueblo”2 y a medida que Su convenio sempiterno se establece por medio de las ordenanzas del templo.

Así como el Salvador invitó a María y a Marta, de la época del Nuevo Testamento3, a participar en Su obra, las mujeres de esta dispensación tienen el mandato oficial de participar en la obra del Señor. A partir de los primeros días de la Restauración, las mujeres participaron activamente en la edificación de la Iglesia al apoyar la obra misional, contribuir a la construcción de templos y establecer comunidades donde los santos pudieran adorar juntos. La organización de la Sociedad de Socorro en 1842 movilizó el poder colectivo de las mujeres y sus asignaciones específicas de edificar el reino del Señor, así como la organización de los quórumes del sacerdocio dio a los hombres responsabilidades específicas.

Desde que se organizó, la Sociedad de Socorro se ha extendido por el mundo y se le ha llamado “la organización de mujeres más grande y, en todos los sentidos, la más grandiosa de la tierra”4. Por medio del profeta José Smith, sabemos que la Sociedad de Socorro fue parte formal de la Restauración y que en la antigüedad existió una organización similar para las mujeres de la Iglesia5. El presidente Joseph F. Smith enseñó que la Sociedad de Socorro fue “divinamente hecha, divinamente autorizada, divinamente instituida y divinamente ordenada por Dios”6 “conforme a la ley del cielo”7, para ayudar al Señor a “llevar a cabo la… vida eterna del hombre”8.

Por medio de la Sociedad de Socorro, las mujeres tienen una función oficial en la Iglesia con grandes responsabilidades, “entre ellas, la de la obra en el templo y la prédica del Evangelio”9. Además, la Sociedad de Socorro debe ayudar a las mujeres a “sembrar y cultivar… un testimonio de [Jesucristo] y del Evangelio”10, “fortalecer a la familia y el hogar”11 y “cumplir con todos los deberes familiares”12. Tiene la responsabilidad de atender a las “necesidades del pobre, del enfermo y del menesteroso”, pero el presidente Joseph F. Smith dijo que la parte principal de su obra es “velar por… [el] bienestar espiritual… [y la salvación]… de todas las mujeres miembros de la Iglesia”13.

Para resumir, el propósito de la Sociedad de Socorro, tal como la estableció el Señor, es organizar, enseñar e inspirar a Sus hijas para prepararlas para las bendiciones de la vida eterna. Me gustaría repetirlo. El propósito de la Sociedad de Socorro, tal como la estableció el Señor, es organizar, enseñar e inspirar a Sus hijas para prepararlas para las bendiciones de la vida eterna.

II. Nuestras responsabilidades

A fin de cumplir con el propósito de la Sociedad de Socorro, el Señor ha encomendado a toda mujer de la Sociedad de Socorro y a la organización en general a hacer lo siguiente:

  1. Aumentar la fe y la rectitud personales.

  2. Fortalecer a las familias y los hogares.

  3. Servir al Señor y a Sus hijos.

Cada una de esas responsabilidades apoya y refuerza a las otras dos. Cuando aumentamos nuestra fe, el resultado de ese esfuerzo fortalece a nuestra familia. Cuando servimos al Señor y a Sus hijos, nuestra fe y nuestra capacidad de rectitud aumentan. Las tres responsabilidades están inseparablemente conectadas. Comencemos con la primera.

1. Aumentar la fe y la rectitud personales. Para hacer nuestra parte bajo el plan del Señor, debemos aumentar nuestra fe y nuestra rectitud personales. El ser miembro de la Iglesia requiere fe, la cual nutrimos en el curso de nuestra vida con gran “diligencia, y paciencia, y longanimidad”14. En nuestro legado común, tenemos ejemplos extraordinarios de fe entre las mujeres de los primeros días de la Iglesia. Las pioneras de aquella época fueron expulsadas de sus hogares y perseguidas por causa de su fe; otras sobrevivieron incendios e inundaciones; cruzaron océanos y caminaron miles de kilómetros, tolerando el polvo, las enfermedades y casi el morir de hambre para edificar el reino del Señor sobre la tierra. Muchas de ellas sepultaron a esposos, hijos, padres y hermanos por el camino. ¿Por qué lo hicieron? Porque el fuego de la fe ardía en su alma. Esas mujeres extraordinarias no buscaban ropa fina ni más tiempo libre, tampoco buscaban grandes mansiones terrenales ni más posesiones. Al igual que ustedes, tenían una convicción y un testimonio de que el Evangelio restaurado de Jesucristo era verdadero y que el Señor necesitaba que ellas hicieran su parte para establecer Su reino sobre la tierra. Su búsqueda de rectitud personal era un esfuerzo diario por llegar a ser más semejantes al Salvador mediante el arrepentimiento, el estudio de las Escrituras, la oración, la obediencia a los mandamientos y el aspirar a todo lo “virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza”15.

2. Fortalecer a las familias y los hogares. Nuestra segunda responsabilidad es fortalecer a las familias y los hogares. En todo el mundo a las familias se les agrede y debilita mediante prácticas corruptas y enseñanzas falsas; por tanto, ya seamos casadas o solteras, jóvenes o mayores, tenemos el deber de defender y de poner en práctica las verdades que se encuentran en “La Familia: Una proclamación para el mundo”.

La Primera Presidencia ha aconsejado: “No importa cuán dignas y apropiadas sean otras exigencias o actividades, no se debe permitir que reemplacen los deberes divinamente señalados que sólo pueden efectuar adecuadamente los padres y las familias”16. Los niños que están viniendo al mundo hoy día están creciendo en un mundo cada vez más pecaminoso. Nuestros hogares deben ser su refugio de los encuentros diarios que tengan con la maldad.

La Sociedad de Socorro se debe organizar, alinear y movilizar para fortalecer a las familias y hacer que nuestros hogares sean refugios sagrados de las cosas del mundo. Eso lo aprendí hace años cuando era recién casada. Mis padres, que habían sido mis vecinos, nos informaron que iban a mudarse a otra parte del mundo. Yo había dependido del ejemplo amoroso, sabio y alentador de mi madre, y ahora ella iba a estar lejos por largo tiempo. Eso ocurrió antes de que existieran el correo electrónico, los teléfonos celulares y las cámaras web, y la entrega de correo era sumamente lenta. Un día, antes de que se fuera, me senté a su lado y, llorando, le pregunté: “¿Quién va a ser mi mamá?”. Ella se quedó pensativa y, con el Espíritu y el poder de revelación que reciben mujeres como ella, me dijo: “Si nunca regreso, si nunca vuelves a verme, si nunca puedo enseñarte nada más, acércate a la Sociedad de Socorro; ella será tu mamá”.

Mamá sabía que cuando yo estuviera enferma, las hermanas me cuidarían, y que cuando tuviera mis bebés, me ayudarían. Pero su más grande esperanza era que las hermanas de la Sociedad de Socorro fueran poderosas líderes espirituales para mí y, a partir de ese momento, comencé a aprender abundantemente de mujeres de fe y de estatura moral.

Durante los años que mis padres estuvieron ausentes, tres mujeres diferentes desempeñaron el puesto de presidenta de la Sociedad de Socorro de mis barrios. Alta Chamberlain me invitó a enseñar a las hermanas administración y organización del hogar, tal vez porque vio que necesitaba mejorar en esos aspectos; Jeanne Horne me alentó a llevar a cabo mi primer estudio personal a fondo del Libro de Mormón; Norma Healey me dio mis primeras asignaciones en la enlatadora y me enseñó mucho sobre el prestar servicio. Esas maravillosas mujeres comprendían el propósito de la Sociedad de Socorro.

3. Servir al Señor y a Sus hijos. La tercera responsabilidad de todas las mujeres de la Iglesia es servir al Señor y a Sus hijos. Me resulta interesante que durante los años de la ausencia de mi madre, fui presidenta de la Primaria de barrio y después presidenta de las Mujeres Jóvenes del barrio. Fui miembro del consejo de barrio, actuando bajo la dirección del obispado. El presidente Boyd K. Packer nos enseñó que “así como [el servicio de muchos hermanos en el Sacerdocio Aarónico] fortalece al Sacerdocio Mayor… al rendir este servicio desinteresado [en las Mujeres Jóvenes y la Primaria] se demuestra devoción a la Sociedad de Socorro”17. Cuando servimos en otra organización auxiliar, no se nos releva de la hermandad de la Sociedad de Socorro. Debido a que no ingresamos en la Sociedad de Socorro ni salimos de ella, siempre estamos conectadas al propósito y a las responsabilidades de la Sociedad de Socorro y somos bendecidas por todas las oportunidades de ser ejemplos y pastoras llenas de fe para los hijos de nuestro Padre.

Entre los deberes de la Sociedad de Socorro se encuentran las más extraordinarias oportunidades de prestar servicio sobre la tierra, y están al alcance de todas las hermanas. Al viajar por el mundo, he visto a miles de ustedes que actualmente no tienen esposo ni hijos, y que son una increíble fuente de fe, talento y dedicación. Nadie está en mejor posición que ustedes para trabajar en los templos, servir en misiones, enseñar a la nueva generación y ayudar a los oprimidos. El Señor las necesita.

También me han maravillado la juventud y la energía de ustedes, que están ingresando en la Sociedad de Socorro después de estar en el programa de las Mujeres Jóvenes. He visto cómo en el corazón añoran surtir un impacto positivo en el mundo. A menudo me imagino el potencial de lo que podría ocurrir con la obra de historia familiar, por ejemplo, si ustedes compartieran sus conocimientos técnicos con hermanas mayores (¡como yo!). Sencillamente no podemos darnos el lujo de desperdiciar su energía ni el poder de su juventud al sugerir que se queden sentadas observando a hermanas mayores y con más experiencia planear, organizar y hacer toda la obra de la Sociedad de Socorro.

III. Cumplir el propósito

Podemos llevar a cabo la obra del Señor a Su manera si buscamos, recibimos y aplicamos la revelación personal; sin ella, no podemos lograr el éxito, pero si hacemos caso a ella, no podemos fracasar. El profeta Nefi nos dice que el Espíritu Santo nos mostrará “todas las cosas que debéis hacer”18. Se profetizó que en los últimos días el Señor derramaría Su Espíritu sobre Sus siervas19, y así será si nos quedamos lo suficientemente quietas y calladas para escuchar la voz del Espíritu. El élder Neal A. Maxwell nos enseñó que recibir revelación para nuestro llamamiento y en nuestra vida personal “requiere un serio esfuerzo mental de nuestra parte… La revelación no es cosa de pulsar botones, sino de impulsarnos nosotros mismos, a menudo con la ayuda del ayuno, del estudio de las Escrituras y de la meditación.

“Sobre todo, la revelación hace preciso que tengamos un grado suficiente de rectitud personal para que de vez en cuando la recibamos sin pedirla”20.

IV. Conclusión

El presidente Spencer W. Kimball declaró hace algunos años que “existe un poder en esta organización que aún no se ha ejercido plenamente para fortalecer los hogares de Sión y edificar el reino de Dios, ni se ejercerá hasta que las hermanas y el sacerdocio capten la visión de la Sociedad de Socorro”21. El Señor estableció la Sociedad de Socorro para organizar, enseñar e inspirar a Sus hijas a prepararse para las bendiciones de la vida eterna. Nuestra meta es apoyar a las mujeres de la Iglesia en sus responsabilidades individuales; para ello, asegurémonos de que toda reunión, toda lección y toda actividad que emprendamos sirvan para aumentar la fe y rectitud personales, fortalecer a sus familias y sus hogares, y servir al Señor y a Sus hijos.

La única forma para lograrlo es si buscamos, recibimos y aplicamos la revelación personal. El verdadero poder de esta gran hermandad mundial radica dentro de cada mujer. Aunque nos consideremos débiles y sencillas, todas compartimos un noble legado y podemos cultivar una fe comparable a la de las extraordinarias y fieles mujeres que nos antecedieron. Tenemos una función vital en la edificación del reino de Dios y en la preparación para la venida del Señor. De hecho, el Señor no puede realizar Su obra sin la ayuda de Sus hijas. Por esa razón, el Señor espera que aumentemos nuestra ofrenda; espera que cumplamos el propósito de la Sociedad de Socorro como nunca antes. Estoy agradecida por testificar de la veracidad del Evangelio restaurado de Jesucristo y de un profeta viviente hoy día que dirige Su obra. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. D. y C. 1:17, 21–23.

  2. D. y C. 133:37.

  3. Véase Lucas 10:38–42.

  4. Boyd K. Packer, “Una hermandad sin fronteras”, Liahona, marzo de 1981, págs. 66–72.

  5. Véase Eliza R. Snow, “Female Relief Society”, en Deseret Evening News, 18 de abril de 1968, pág. 2.

  6. Citado en Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 198.

  7. D. y C. 102:4.

  8. Moisés 1:39.

  9. Dallin H. Oaks, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, 10 de enero de 2004, pág. 18.

  10. La Primera Presidencia, “Memorandum of Suggestions”, 29 de marzo de 1940, pág. 2.

  11. Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, 10 de enero de 2004, pág. 18.

  12. D. y C. 20:47; véase también el versículo 51.

  13. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, pág. 199.

  14. Alma 32:43.

  15. Artículos de Fe 1:13.

  16. Carta de la Primera Presidencia, 11 de febrero de 1999.

  17. Ensign, noviembre de 1980, pág. 110.

  18. 2 Nefi 32:5.

  19. Véase Joel 2:29.

  20. Neal A. Maxwell, Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, 11 de enero de 2003, pág. 6.

  21. Spencer W. Kimball, “Relief Society—Its Promise and Potential”, Ensign, marzo de 1976, pág. 4.