Bienvenidos a la conferencia
Nuestro Padre Celestial está al tanto de cada uno de nosotros y de nuestras necesidades. Ruego que seamos llenos de Su espíritu al participar en los asuntos de esta conferencia.
Mis queridos hermanos y hermanas, los últimos seis meses desde que nos reunimos la última vez se fueron volando. Mucho es lo que se ha llevado a cabo a medida que la obra del Señor ha seguido adelante sin interrupción.
He tenido el privilegio, en compañía de mis consejeros y de otras Autoridades Generales, de dedicar tres templos nuevos: en Curitiba, Brasil; en la Ciudad de Panamá, Panamá y en Twin Falls, Idaho, por lo que el número de templos en funcionamiento por todo el mundo asciende a 128.
La noche antes de que se llevara a cabo la dedicación de cada uno de los templos, se efectuaron espléndidos programas culturales. En Curitiba, Brasil, cuatro mil trescientos treinta miembros del distrito del templo, con el apoyo de un coro de mil setecientas voces, presentaron un programa sumamente inspirado de canciones, danzas y videos. El enorme estadio donde se llevó a cabo el espectáculo estaba lleno de espectadores. Había estado ventoso y parecía que iba a llover. Hice una oración y le pedí al Padre Celestial que tuviera misericordia de aquellos que se habían preparado de manera tan diligente para que nos divirtiéramos, y cuyos trajes y presentaciones se echarían a perder con la lluvia y el viento. Él contestó esa oración, y la copiosa lluvia no cayó sino hasta más tarde, una vez que concluyó la actuación.
Se hizo una presentación de la historia de la Iglesia en Brasil con música y danzas. Una escena particularmente conmovedora fue la representación de los élderes James E. Faust y William Grant Bangerter, quienes prestaron servicio como misioneros en Curitiba en 1940. Al aparecer las fotos de ellos en las enormes pantallas, la audiencia aplaudió llena de júbilo. En general, fue un acontecimiento glorioso.
En la Ciudad de Panamá, la noche antes de la dedicación del templo en ese lugar, vimos a cerca de novecientos jóvenes, de todas partes de Panamá; vestían coloridos trajes folclóricos a medida que bailaban y presentaban mensajes sobre la familia, el hermanamiento y la fe. Nos enteramos de que habían estado practicando durante un año. Provenían de lugares tan distantes como las islas San Blas y la región Changuinola, al noreste de Panamá. Para llegar a la capital, los jóvenes de San Blas viajaron tres días por tierra y mar. El acontecimiento fue magnífico e inspirador.
En los preparativos para la dedicación más reciente de uno de nuestros templos, en Twin Falls, Idaho, los miembros locales de la Iglesia construyeron un enorme escenario en el lugar donde suelen llevar a cabo la feria de Filer, Idaho, y llenaron el campo con césped y otras decoraciones, incluso una caída grande de agua para representar las cascadas Shoshone, un famoso lugar ubicado a tres kilómetros de distancia del nuevo templo. La noche de la presentación, tres mil doscientos hombres y mujeres jóvenes entraron en ese campo ondeando listones azules y blancos, convirtiendo el lugar en la representación de un río grande y caudaloso. La celebración, intitulada “Agua viva”, de Juan 4:10, congregó a jóvenes de catorce estacas en el nuevo distrito del templo. Con música y danzas representaron su dependencia del agua viva del Salvador para su vida espiritual, y su dependencia de los arroyos y ríos de las montañas de la región para su vida física. Los que tuvimos el privilegio de presenciar ese acontecimiento fuimos elevados y edificados.
Yo apoyo acontecimientos como ésos, que permiten que nuestros jóvenes participen en algo que para ellos será verdaderamente inolvidable. Las amistades que forjan y los recuerdos que forman los llevarán consigo para siempre.
El mes próximo se rededicará el Templo de la Ciudad de México, tras extensas renovaciones. En los próximos meses se terminará la construcción de otros templos y se llevarán a cabo recepciones de puertas abiertas y dedicaciones.
Esta mañana tengo el placer de anunciar cinco templos nuevos para los cuales se han adquirido los terrenos y los que, en los próximos meses y años, se construirán en los siguientes lugares: Calgary, Alberta, Canadá; Córdoba, Argentina; Kansas City y la periferia; Filadelfia, Pensilvania; y Roma, Italia.
Hermanos y hermanas, nuestra fuerza misional, que presta servicio por el mundo, sigue en busca de aquellas personas que buscan las verdades que se encuentran en el Evangelio de Jesucristo. La Iglesia crece a ritmo constante, como lo ha hecho desde que fue organizada hace más de ciento setenta y ocho años.
Durante los últimos seis meses he tenido el privilegio de reunirme con líderes de países y con representantes gubernamentales. Aquellos con los que me he reunido tienen buenos sentimientos hacia la Iglesia y hacia nuestros miembros, y han demostrado cooperación y amistad. Sin embargo, hay todavía lugares del mundo donde nuestra influencia es limitada y donde no se nos permite compartir el Evangelio libremente. Del mismo modo que lo hizo el presidente Spencer W. Kimball hace más de treinta y dos años, los exhorto a que oren para que se abran las puertas de esos lugares, a fin de que podamos compartir con ellos el gozo del Evangelio. Al orar en aquel entonces en respuesta a las súplicas del presidente Kimball, vimos desplegarse milagros a medida que se abría país tras país, los que previamente se encontraban cerrados a la Iglesia. Eso mismo volverá a suceder si oramos con fe.
Ahora bien, mis hermanos y hermanas, hemos venido a este lugar para ser instruidos e inspirados. Algunos de ustedes son nuevos en la Iglesia; les damos la bienvenida. Algunos luchan con problemas, desafíos, desánimo o pérdidas; los amamos y oramos por ustedes. Durante los próximos dos días se compartirán muchos mensajes. Les aseguro que los hombres y las mujeres que les dirigirán la palabra han orado en cuanto a lo que deben decir; han sido inspirados y han recibido impresiones al buscar la ayuda y la guía del cielo.
Nuestro Padre Celestial está al tanto de cada uno de nosotros y de nuestras necesidades. Ruego que seamos llenos de Su espíritu al participar en los asuntos de ésta, la conferencia general semestral número 178 de la Iglesia. Ésta es mi sincera oración, y la digo en el nombre de Jesucristo. Amén.