Templos santos, convenios sagrados
Los templos son lugares santos y sagrados; son una fuente de poder y fortaleza espirituales; son un lugar de revelación.
Mi corazón está lleno de gozo y gratitud al contemplar esta singular concurrencia de mujeres de todo el mundo. Qué privilegio es formar parte de esta gran hermandad, unidas en nuestro deseo de fortalecer nuestra fe en el Señor Jesucristo y edificar Su reino. Ruego tener la guía del Espíritu al hablarles sobre el sumamente sagrado tema de la adoración en el templo.
Los lugares más santos sobre la tierra son los templos. En el templo, los miembros dignos de la Iglesia, al hacer sagrados convenios con Dios, reciben las bendiciones más sublimes a las que alguien pueda aspirar. También colaboramos para que esas mismas bendiciones estén al alcance de nuestros antepasados que murieron sin recibir las ordenanzas de salvación necesarias.
Hablaré del profundo significado de construir templos, de por qué las ordenanzas que se efectúan en los templos son esenciales para nuestra salvación y de cómo prepararnos para entrar en el templo.
He observado y me han impresionado mucho los sacrificios que llevan a cabo muchos miembros para ir al templo. Permítanme narrarles un relato.
En 1976, cuando vivíamos en Costa Rica, el presidente de misión le pidió a mi esposo que ayudara a organizar el primer viaje de la misión al templo. En aquel entonces, la Misión Centroamericana abarcaba Costa Rica, Panamá, Nicaragua y Honduras. El templo más cercano era el de Mesa, Arizona. El viaje requería que viajáramos cinco días de ida y cinco de vuelta y que cruzáramos seis fronteras. El sacrificio económico para la mayoría de los que asistieron fue enorme, por lo que tuvieron que vender sus televisores, bicicletas, patines y cualquier otra cosa que pudieran vender. Viajamos en dos incómodos autobuses de día y de noche. Algunos de los miembros habían usado todo su dinero para pagar el pasaje del autobús y sólo habían llevado galletas y margarina para comer en el camino.
¿Por qué están los miembros de la Iglesia tan dispuestos y felices de hacer esos grandes sacrificios para ir al templo?
Nunca he olvidado el gran derramamiento del Espíritu que sentimos durante los tres días que pasamos en el Templo de Mesa. Me sentí profundamente conmovida al ver a familias abrazarse con el rostro bañado en lágrimas después de ser selladas por las eternidades.
Veinticuatro años después se dedicó el Templo de San José, Costa Rica. En la sesión a la que asistí estaban presentes muchas de las familias que habían ido en aquel primer viaje al templo. Habían esperado fiel y dignamente ese momento sagrado. Ahora todos pueden asistir al templo con frecuencia, puesto que recientemente se dedicó un templo en Panamá y se ha anunciado otro en Honduras.
El Señor siempre ha pedido a Su pueblo que construya templos. El Señor mandó a Moisés: “Harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos”1. El tabernáculo portátil que construyeron le sirvió a Israel como el lugar central de adoración durante su peregrinaje a la tierra prometida. El Señor le reveló a Moisés el modelo y la estructura, ya que habría de ser la santa casa del Señor.
Más adelante, el rey Salomón construyó el templo en Jerusalén usando los más finos materiales disponibles2.
Durante Su ministerio terrenal, el Señor consideró el templo como un lugar sagrado y enseñó la reverencia por él.
Los nefitas también construyeron templos al Señor en las Américas. Cuando Cristo se les apareció después de Su resurrección, estaban congregados alrededor del templo3.
Poco después de que la Iglesia se restauró en esta dispensación, el Señor mandó a los santos que construyeran un templo: “Organizaos; preparad todo lo que fuere necesario; y estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instrucción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios”4.
En respuesta, los santos construyeron el Templo de Kirtland con grandes sacrificios. En ese santo templo se restauraron importantes llaves del sacerdocio y el Salvador mismose apareció5.
Actualmente hay 128 templos en funcionamiento en todo el mundo y se están construyendo muchos más.
Se nos ha instruido construir templos para que las sagradas ordenanzas se puedan efectuar tanto por los vivos como por los muertos. En esas ordenanzas se incluyen ordenanzas iniciatorias, investiduras, matrimonios, sellamientos, bautismos por los muertos y ordenaciones.
Las ordenanzas iniciatorias nos brindan bendiciones inmediatas y futuras que son específicas.
La investidura está compuesta de convenios sagrados e incluye el recibir instrucción, poder de lo alto y la promesa de bendiciones si somos fieles a los convenios que hacemos.
El presidente Brigham Young definió la investidura de la siguiente manera:
“Su investidura consiste en recibir, en la casa del Señor, todas las ordenanzas que les son necesarias, después que hayan salido de esta vida, para permitirles volver a la presencia del Padre… y obtener su eterna exaltación”6.
Las ordenanzas de sellamiento, como el matrimonio en el templo, unen a las familias por la eternidad.
Los convenios que hacemos con las ordenanzas correspondientes que recibimos en el templo llegan a ser nuestras credenciales para ser admitidos en la presencia de Dios. Esos convenios nos elevan más allá de los límites de nuestro propio poder y perspectiva. Hacemos convenios para demostrar nuestra devoción para edificar el reino. Llegamos a ser pueblo del convenio cuando se nos pone bajo convenio para con Dios. Todas las bendiciones prometidas son nuestras mediante nuestra fidelidad a esos convenios.
El templo es una casa de aprendizaje. Gran parte de la instrucción que allí se imparte es simbólica y se aprende por medio del Espíritu. Eso significa que se nos enseña de lo alto. Los convenios y las ordenanzas del templo son un poderoso símbolo de Cristo y de Su expiación. Todos recibimos la misma instrucción, pero nuestro entendimiento del significado de las ordenanzas y de los convenios aumentará si regresamos al templo con frecuencia con la actitud de aprender y de meditar en las verdades eternas que allí se enseñan.
La adoración en el templo brinda oportunidades de servir a los muertos al efectuar las ordenanzas vicarias por ellos. Cualquier persona puede llevar a cabo investigación de historia familiar fuera de los muros del templo, pero las sagradas ordenanzas que nuestros antepasados fallecidos necesitan para obtener su exaltación sólo se pueden administrar en el templo.
El templo es la Casa del Señor. Él indica las condiciones bajo las cuales se puede usar, las ordenanzas que se deben administrar y las normas que nos califican para entrar y participar de la adoración en el templo.
El Señor le dijo a Moisés: “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”7. En Salmos leemos: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?
“El limpio de manos y puro de corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño”8. Su casa es santa y nada impuro puede entrar en ella9.
El Señor ha designado al obispo y al presidente de estaca como responsables de determinar la dignidad de las personas para recibir la recomendación para entrar en Su santa casa. Tenemos que ser totalmente honrados con nuestro obispo y presidente de estaca cuando nos entrevisten antes de darnos la recomendación para el templo. El don que llevamos al altar es un corazón puro y un espíritu contrito. La dignidad personal es un requisito esencial para disfrutar de las bendiciones del templo.
Nos preparamos al obedecer los mandamientos y procurar hacer la voluntad de Dios. Si no han entrado en el templo, comiencen a prepararse ahora mismo para que cuando se presente esa oportunidad, estén listos y sean dignos.
Cuando asistimos al templo, eliminamos de nuestra mente y de nuestro corazón los pensamientos y sentimientos que no estén en armonía con las sagradas experiencias del templo. También vestimos de manera modesta, apropiada y digna. Nuestra vestimenta y arreglo personal para esa sagrada ocasión son muestras de reverencia y respeto por el Señor y Su santa casa. Una vez que estamos dentro del templo, nos ponemos ropa blanca, la cual simboliza limpieza y pureza; entonces estamos listos para participar en la apacible reverencia de la adoración en el templo. Esa bendición eterna está disponible para todos los que sean dignos de recibirla.
¿Qué pueden hacer las mujeres de la Iglesia para recibir las bendiciones del templo?
A través de Sus profetas, el Señor invita a los que aún no han recibido las bendiciones del templo a hacer todo lo que sea necesario para ser merecedores de recibirlas. Él invita a los que ya recibieron esas bendiciones a regresar con la mayor frecuencia posible para disfrutar de nuevo de la experiencia, y ampliar su visión y comprensión del plan eterno.
Seamos dignas de tener una recomendación vigente para el templo; vayamos al templo a sellar eternamente a nuestra familia; regresemos al templo con la frecuencia que las circunstancias nos lo permitan; demos a nuestros antepasados fallecidos la oportunidad de recibir las ordenanzas de la exaltación; disfrutemos de la fortaleza espiritual y de la revelación que recibimos al asistir al templo con regularidad; seamos fieles y hagamos convenios en el templo y cumplamos con ellos para recibir todas las bendiciones de la Expiación.
Les testifico que los templos son lugares santos y sagrados; son una fuente de poder y fortaleza espirituales; son un lugar de revelación; son la casa del Señor. En el sagrado nombre de nuestro Salvador y Redentor Jesucristo. Amén.