Sabes lo suficiente
Como discípulos del Señor Jesucristo contamos con inmensos depósitos espirituales de luz y verdad… en nuestros días difíciles, escogemos el camino de la fe.
Me regocijo junto con ustedes de ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Cuando el presidente Monson compartió la maravillosa noticia de los cinco templos nuevos, pensé cómo en todo el mundo, en cada continente, en ciudades grandes o pueblos pequeños, somos una gran familia de creyentes. Nos hemos encaminado juntos hacia la vida eterna; es la mayor de todas las jornadas. Marchamos hacia adelante tomando sobre nosotros “el nombre de Cristo, teniendo la determinación de servirle hasta el fin”1.
Aunque existen muchas experiencias como la de hoy, llenas de poder espiritual y confirmación, también hay días en los que nos sentimos incompetentes y sin preparación, cuando la duda y la confusión inundan nuestro espíritu, cuando se nos dificulta hallar nuestro fundamento espiritual. Parte de nuestra victoria como discípulos de Cristo es lo que hacemos cuando nos sentimos de ese modo.
Hace casi cuarenta años, al meditar en los desafíos de servir en una misión, me sentí muy inepto y sin preparación. Recuerdo que al orar decía: “Padre Celestial, ¿cómo puedo servir en una misión si tengo tan poco conocimiento?”. Creía en la Iglesia, pero sentía que mi conocimiento espiritual era muy limitado. Al orar, tuve este sentimiento: “No lo sabes todo, ¡pero sabes lo suficiente!”. Ese consuelo me brindó el valor de dar el siguiente paso para ir a la misión.
Nuestra jornada espiritual es un proceso de toda la vida. No lo sabemos todo al principio ni aun durante el camino. Nuestra conversión llega paso a paso, línea por línea. Primero edificamos los cimientos de la fe en el Señor Jesucristo; atesoramos los principios y las ordenanzas del arrepentimiento, del bautismo y de la recepción del don del Espíritu Santo; después incluimos el compromiso continuo de orar, la disposición a ser obedientes y un testimonio constante del Libro de Mormón. (El Libro de Mormón es un potente alimento espiritual.)
Entonces, permanecemos firmes y pacientes a medida que avanzamos en la vida terrenal. La respuesta del Señor a veces será: “No lo sabes todo, pero sabes lo suficiente”, lo suficiente para guardar los mandamientos y hacer lo correcto. Recuerden las palabras de Nefi: “Sé que [Él] ama a sus hijos; sin embargo, no sé el significado de todas las cosas”2.
En una ocasión visité una misión del sur de Europa. Llegué el día en que un misionero recién llegado se preparaba para regresar a casa por insistencia propia. Tenía su boleto para irse al día siguiente.
Nos sentamos a conversar en la casa del presidente de misión. El misionero me relató los desafíos de su niñez, sus problemas de aprendizaje y de haber pasado de una familia a la otra; habló con sinceridad de su ineptitud para aprender un nuevo idioma y adaptarse a una nueva cultura y luego añadió: “Hermano Andersen, ni siquiera sé si Dios me ama”. Cuando dijo esas palabras, experimenté un fuerte y potente sentimiento en mi espíritu que me decía: “Él sí sabe que lo amo; él lo sabe”.
Lo dejé continuar por unos minutos más y después le dije: “Élder, comprendo lo que ha dicho, pero debo corregirle en algo: usted sí sabe que Dios lo ama; usted lo sabe”.
Al decirle esas palabras, el mismo espíritu que me había hablado a mí le habló a él. Inclinó la cabeza y comenzó a llorar. Se disculpó: “Hermano Anderson”, dijo, “sé que Dios me ama, lo sé”. Él no lo sabía todo, pero sabía lo suficiente; sabía que Dios lo amaba. Ese invaluable conocimiento espiritual fue suficiente para que la fe reemplazara su duda y halló la fortaleza para permanecer en la misión.
Hermanos y hermanas, todos tenemos momentos de fortaleza espiritual, momentos de inspiración y revelación. Debemos afirmarlos en lo más profundo del alma. Al hacerlo, preparamos nuestra reserva espiritual para los momentos de dificultad personal. Jesús dijo: “Dad cabida a esto en vuestro corazón, de que hagáis las cosas que os enseñare y os mandare”3.
Hace unos años, un amigo mío tuvo una hija que falleció en un trágico accidente. Con los sueños y las esperanzas destrozados, mi amigo sintió un pesar insoportable y comenzó a dudar de lo que se le había enseñado y lo que él había enseñado como misionero. La madre de mi amigo me escribió una carta y me pidió que le diera a él una bendición. Al poner las manos sobre su cabeza, sentí que debía decirle algo que antes no había pensado exactamente de esa forma; la impresión que tuve fue: la fe no es sólo un sentimiento, es una decisión. Él tendría que elegir la fe.
Mi amigo no lo sabía todo, pero sabía lo suficiente y eligió el camino de la fe y la obediencia; se arrodilló y así recuperó su equilibrio espiritual.
Han transcurrido varios años desde ese acontecimiento. Hace poco recibí una carta de su hijo que ahora se encuentra en la misión; la carta estaba llena de convicción y testimonio. Al leer su bella carta, vi cómo la decisión de un padre de tener fe durante un momento muy difícil había bendecido grandemente a la siguiente generación.
Los desafíos, las dificultades, las preguntas o las dudas forman parte de nuestra vida terrenal; pero no estamos solos. Como discípulos del Señor Jesucristo contamos con inmensos depósitos espirituales de luz y verdad. El temor y la fe no pueden coexistir en nuestro corazón al mismo tiempo; en nuestros días difíciles, escogemos el camino de la fe. Jesús dijo: “No temas, cree solamente”4.
A lo largo de los años tomamos estos importantes pasos espirituales una y otra vez. Comenzamos a ver que “el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto”5. Nuestras preguntas y dudas se resuelven o dejan de preocuparnos, nuestra fe llega a ser sencilla y pura, y llegamos a saber lo que ya sabíamos. Jesús dijo:
“Si no os… hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”6.
Hadley Peay actualmente tiene siete años; Hadley nació con un serio problema auditivo que requirió extensa cirugía sólo para adquirir una audición limitada. Después de ello, sus padres la capacitaron de manera incansable para que aprendiera a hablar. Hadley y su familia se han adaptado alegremente al desafío de la sordera de ella.
Una vez, cuando Hadley tenía cuatro años, estaba con su madre en el supermercado en la fila para pagar. Miró hacia atrás y vio a un pequeñito en una silla de ruedas, y notó que le faltaban las piernas.
Aunque Hadley había aprendido a hablar, se le dificultaba controlar el volumen de su voz. En su voz más alta, le preguntó a su madre por qué el niño no tenía piernas.
En voz baja y con sencillez su madre le explicó a Hadley que “nuestro Padre Celestial crea a todos Sus hijos de forma diferente”. “Está bien”, contestó Hadley.
Después, de forma imprevista, Hadley se dirigió al pequeñito y le dijo: “¿Sabías que cuando el Padre Celestial me creó mis oídos no funcionaban? Eso me hace ser una persona especial. Él te creó a ti sin piernas y eso te hace especial. Cuando Jesús venga, yo podré oír y tú tendrás piernas. Jesús hará que todo esté bien”.
“…Si no os… hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
Hadley sabía lo suficiente.
Jesús es el Cristo, Él ha resucitado, Él es nuestro Salvador y Redentor. Todo estará bien cuando Él regrese. Ésta es Su santa obra. Por medio del profeta José Smith, Su sacerdocio se ha restaurado sobre la tierra y Su profeta hoy en día es el presidente Thomas S. Monson; de ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.