Historia de la Iglesia
26 En el mayor bien para Sion


“En el mayor bien para Sion”, capítulo 26 de Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo II, Ninguna mano impía, 1846–1893, 2020

Capítulo 26: “En el mayor bien para Sion”

Capítulo 26

En el mayor bien para Sion

Planos del Templo de St. George

Durante la primavera y el verano de 1870, la moderación se extendió desde Salt Lake City a las Sociedades de Socorro de todo el territorio, incluso en las comunidades rurales donde los santos ya llevaban vidas sencillas. Ansiosas por llevar el paso de sus hermanas de la ciudad, la presidenta Elizabeth Stickney y las mujeres de la Sociedad de Socorro de Santaquin realizaron un picnic en su escuela. Prepararon una comida sencilla de pan integral y sopa de frijoles, disfrutaron de la compañía mutua e hilaron veinte madejas de hilo para hacer telas de fabricación casera1.

La necesidad de moderación se hizo aún más imprescindible después de que otra plaga de langostas hizo estragos en los cultivos de los santos en muchos asentamientos. En una reunión con la Escuela de los Profetas de Salt Lake City en el mes de mayo, George A. Smith se lamentó de que pocas personas hubieran escuchado los repetidos consejos de la Primera Presidencia de almacenar granos. Luego, comparó a las langostas con los críticos de la Iglesia en el gobierno local y nacional.

“Hay muchos que esperan engordar con nuestro derrocamiento y aspiran a recoger los huesos de los mormones”, dijo. “Ellos podrán decidir enviar ejércitos hasta aquí para destruirnos, dispersarnos y asolar nuestras viviendas, pero eso no demostrará que nuestra religión sea falsa”.

Como el proyecto de ley de Cullom estaba bajo estudio en el Senado, los ojos de los legisladores de la nación estaban puestos en los santos. George creía que los críticos en Salt Lake City estaban tratando de poner a la opinión pública en contra de la Iglesia, por lo que aconsejó a los hombres de la Escuela [de los Profetas] que tuvieran paciencia y sensatez y que no fueran ofensivos. También les advirtió que no recurrieran a hombres inicuos para que dirigieran a los santos2.

Aunque George no mencionó a William Godbe y Elias Harrison por su nombre, probablemente ellos estaban entre los hombres que tenía en mente. Después de organizar su Iglesia de Sion, William y Elias habían hablado de un “Hombre que vendría”, quien lideraría su Nuevo Movimiento. William había establecido contacto con Joseph Smith III, quizás para incorporar su liderazgo, pero Joseph no se había unido a la causa de ellos3.

Esa primavera, sin embargo, Amasa Lyman anunció su decisión de unirse a la Iglesia de Sion, lo que de inmediato provocó rumores de que él la lideraría. En 1867, Amasa había sido relevado del Cuórum de los Doce por apostasía y pocas personas se sorprendieron cuando se adhirió al Nuevo Movimiento. No obstante, su hijo mayor, Francis Lyman, se quedó sin palabras cuando se enteró de la decisión de su padre. Intentó razonar con Amasa, pero pronto se sintió demasiado abatido como para discutir; huyó de la habitación y lloró durante horas4.

Brigham alentó a los miembros de la Escuela de los Profetas a que dejaran en paz a esos disidentes y se abstuvieran de criticarlos. Mientras tanto, se comprometió a continuar edificando el reino de Dios. “Tengo la intención de utilizar mi influencia para fortalecer a Israel hasta que reine Jesús, cuyo derecho es reinar”, declaró.

En julio, pidió a los hombres de la Escuela de los Profetas que compartieran sus puntos de vista sobre la expiación de Jesucristo. Después de escuchar sus testimonios, él dio testimonio del sacrificio del Salvador y reconoció los peligros que los santos enfrentaban, entre ellos, el distanciamiento de quienes antes eran incondicionalmente fieles. “Tenemos el Evangelio”, dijo, “pero si esperamos recibir los beneficios de este, tenemos que vivir de acuerdo con sus preceptos”.

Instó a los hombres a que siguieran el consejo de los siervos del Señor y les prometió que Dios los bendeciría si lo hacían5.


Ese verano, Martin Harris llegó a Utah en el ferrocarril transcontinental. Tras enterarse de que Martin deseaba venir al oeste, Brigham Young se dispuso con ansias a ayudar a alguien que había aportado tanto tiempo y dinero a la Iglesia en el pasado. Le pidió a Edward Stevenson, un experimentado misionero, que recolectara donaciones para Martin y luego ayudara al anciano a hacer el largo viaje desde Kirtland. “Ve a buscarlo”, eran las instrucciones que había dado Brigham, “aun cuando vaya a hacer falta hasta el último dólar que poseo”6.

La llegada de Martin causó revuelo en Salt Lake City, aunque no era el primer exmiembro de la Iglesia que llegaba al territorio. Trece años antes, Thomas Marsh, el presidente original del Cuórum de los Doce, se había bautizado nuevamente y había llegado al oeste, sintiendo gran remordimiento en su corazón por haber dejado la Iglesia en 1838. Sin embargo, su condición de testigo del Libro de Mormón hacía destacar a Martin. A los ochenta y siete años de edad, era una de las últimas personas sobrevivientes que habían participado en algunos de los primeros milagros de la nueva dispensación7.

Poco después de haber llegado a la ciudad, Martin visitó a Brigham Young y el profeta lo invitó a hablar en el tabernáculo el 4 de septiembre. Cuando llegó ese día, Martin se paró en el púlpito durante treinta minutos y habló suavemente sobre su búsqueda de la verdad durante el resurgimiento religioso a finales de la década de 18108.

“El Espíritu me dijo que no me uniera a ninguna de las iglesias porque ninguna tenía autoridad del Señor”, testificó. “El Espíritu me dijo que sería lo mismo que me zambullera en el agua a que una de las sectas me bautizara, y así continué hasta que la Iglesia fue organizada por el profeta José Smith”9.

En las semanas que siguieron, Martin se reunió con su esposa, hijos y otros familiares que estaban en el territorio. Su hermano mayor, Emer, había muerto el año anterior en el valle de Cache, en el norte de Utah; pero su hermana, Naomi Bent, que había enviudado, vivía en el valle de Utah. El 17 de septiembre, ella fue con Martin a la Casa de Investiduras, donde Edward Stevenson lo bautizó nuevamente, luego de lo cual Orson Pratt, John Taylor, Wilford Woodruff y Joseph F. Smith lo volvieron a confirmar como miembro de la Iglesia. A continuación, Martin y Naomi fueron bautizados y confirmados por varios de sus antepasados10.

El mes siguiente, Martin dio testimonio de la veracidad y el origen divino del Libro de Mormón en la conferencia general de la Iglesia en octubre. Más tarde, George A. Smith se acercó al púlpito. “Es extraordinario tener el testimonio de Martin Harris”, dijo, “sin embargo, el Libro de Mormón lleva consigo su propia evidencia. La promesa se ha cumplido de que aquellos que hicieran la voluntad de Dios sabrían que la doctrina es verdadera”.

“De esta forma”, dijo, “el Libro de Mormón tiene miles de testigos”11.


A finales de noviembre de 1870, Susie Young cantaba y tocaba la guitarra mientras viajaba hacia el sur en un carruaje con destino a St. George, un asentamiento de santos en el sur de Utah. Con ella iban su madre, Lucy, y su hermana menor, Mabel. Después de vivir muchos años en la bulliciosa Casa del León, se mudaban ahora a una casa propia en St. George. El padre de Susie, Brigham Young, también vendría al sur de Utah, aunque no de manera permanente. Con casi setenta años de edad, él sufría de artritis y prefería pasar la temporada de invierno en el clima más cálido de St. George12.

En parte, Susie cantaba para alegrar el ambiente en el carruaje. El 3 de octubre, unos días antes de la conferencia de otoño de la Iglesia, ella y su hermana de dieciocho años, Dora, se habían escabullido silenciosamente de la fiesta de cumpleaños de su madre para encontrarse con el prometido de Dora, Morley Dunford. Los tres habían ido a ver a un ministro protestante, uno de los varios que ahora vivían en el valle, quien casó a Dora y Morley mientras Susie hacía guardia.

Para Susie, el casamiento a escondidas había sido como algo salido de una novela emocionante o de una obra de teatro, pero sus padres habían quedado desolados. Dora había estado comprometida con Morley durante dos años. Él era bien parecido y provenía de una familia de fieles Santos de los Últimos Días que eran comerciantes. Sin embargo, tenía un problema con la bebida, y Brigham y Lucy no creían que fuera un buen partido para su hija. De hecho, una de las razones por las que habían querido trasladar a sus hijas a St. George era para poner casi quinientos kilómetros de distancia entre Dora y Morley13.

Sin embargo, el casamiento de Dora significaba que ella no se mudaría al sur con el resto de la familia. Susie ahora podía ver lo triste que se sentía su madre por todo esto. Aun cuando Lucy cantaba y bromeaba con las otras personas en el carruaje, sus ojos delataban su dolor. Susie hacía todo lo posible por animar a su madre, pero nada parecía ayudar realmente14.

Al no haber ferrocarril entre Salt Lake y St. George, el viaje hacia el sur por caminos irregulares les tomó catorce días15. St. George estaba situado en un gran valle fluvial bordeado por rocosos acantilados de color rojo. En un recorrido por la zona, realizado aproximadamente una década antes, Brigham había mirado el valle y profetizado que de él surgiría una ciudad, con casas, torres y campanarios. Poco tiempo después, había enviado al apóstol Erastus Snow junto con más de trescientas familias en una misión a la zona con el fin de plantar algodón, un cultivo que se había cosechado con cierto éxito en otros asentamientos del sur de Utah.

Desde entonces, los santos de St. George habían trabajado arduamente para hacer cumplir la profecía de Brigham. La región era extremadamente cálida durante gran parte del año y las nevadas eran poco comunes. Dos ríos cercanos, después de haber sido embalsados, proporcionaban apenas suficiente agua para que los cultivos y los árboles frutales crecieran en medio de los matorrales del desierto. Cuando llovía, en ocasiones lo hacía de forma torrencial, arrasando las represas de los colonos. La madera también era escasa, por lo que los santos edificaron con piedra y adobe. Muchos de los que llegaron para colonizar el valle se fueron poco después de haber llegado; los que se quedaron se aferraron a su fe, confiando en que el Señor los ayudaría a establecer un hogar16.

Desde entonces, los colonos habían construido calles anchas, varias casas bonitas, un juzgado y una fábrica de algodón en las cercanías. En el centro del poblado, también estaban construyendo un imponente tabernáculo de arenisca donde podrían reunirse y adorar juntos17.

Cuando Susie y su familia llegaron a St. George, se instalaron en una casa cómoda en la ciudad y conocieron a sus nuevos vecinos. Mientras tanto, su padre pasó tiempo evaluando las necesidades del asentamiento y de los santos en todas partes. Faltaban varios años para finalizar el templo de Salt Lake City y la Casa de Investiduras, que administraba solo algunas de las ordenanzas del templo, era una solución temporal a una necesidad a largo plazo. Los santos necesitaban un templo en funcionamiento, donde pudieran hacer convenios con nuestro Padre Celestial y efectuar todas las ordenanzas necesarias para los vivos y los muertos18.

En enero de 1871, justo antes de la fecha en que Brigham planeaba viajar de regreso a Salt Lake City, él asistió a un consejo de líderes locales de la Iglesia en la casa de Erastus Snow, quien presidía la Iglesia en la región. Cuando la reunión estaba llegando a su fin, Brigham les preguntó a los hombres qué les parecía la idea de edificar un templo en St. George.

El entusiasmo llenó la habitación. “¡Gloria! ¡Aleluya!”, exclamó Erastus19.


Después que Brigham hubo regresado a Salt Lake City, le escribió a Erastus en cuanto a sus planes para el nuevo templo. Sería más pequeño y menos ornamentado que el templo de Salt Lake City; estaría hecho de piedra y con revestimiento exterior e interior. Al igual que el Templo de Nauvoo, tendría una sola torre que se elevaría desde un extremo del techo y una pila bautismal en el subsuelo.

“Deseamos que los santos del sur unan sus esfuerzos y sean uno en corazón y en voluntad para la realización de esta obra”, escribió él.

Brigham esperaba con ansias regresar a St. George en el otoño para comenzar la construcción del templo20, pero la Iglesia en otras partes del territorio necesitaba su atención. Durante el último año, Amasa Lyman había estado predicando para la Iglesia de Sion y asistiendo a sesiones espiritistas en las que los médiums afirmaban hablar por José y Hyrum Smith, el cacique Walkara y otros santos que habían fallecido. Algunas personas informaron haber escuchado ruidos de golpes o haber visto levitar una mesa durante las reuniones21.

Si bien estas sesiones atrajeron a algunos santos al Nuevo Movimiento, la mayoría desconfiaban de ellas y la Iglesia de Sion pronto tuvo problemas. Para cuando Brigham regresó a Salt Lake City en febrero de 1871, el Nuevo Movimiento no era tanto una organización religiosa como un grupo de personas con el objetivo compartido de poner fin a la influencia de la Iglesia en la región.

En abril, los líderes del Nuevo Movimiento cambiaron el nombre de su periódico de Mormon Tribune a Salt Lake Tribune. Luego, en junio, dedicaron el Liberal Institute, un espacioso centro de reuniones en el que podían pronunciar sermones, llevar a cabo sesiones espiritistas y organizar conferencias y reuniones políticas del Partido Liberal. El Nuevo Movimiento también logró atraer a T. B. H. y Fanny Stenhouse, antiguos amigos de Brigham, quienes durante varios meses habían estado a punto de abandonar la Iglesia22.

Sin embargo, el Nuevo Movimiento no representaba una amenaza para la Iglesia como lo era James McKean, el recién nombrado presidente de la Corte Suprema de Utah. El juez McKean estaba decidido a eliminar lo que él consideraba una teocracia en Utah. En el momento de su nombramiento, el proyecto de ley antipoligamia de Cullom no había logrado ser aprobado en el Senado y el presidente de los Estados Unidos, Ulysses Grant, había enviado a McKean a Utah específicamente para hacer cumplir la ley antipoligamia existente23.

“En este país, un hombre puede adoptar cualquier religión que desee”, declaró el juez McKean poco después de su llegada, “pero ningún hombre debe violar nuestras leyes y poner la religión como excusa”24.

En el otoño de 1871, aproximadamente un mes antes de cuando planeaba regresar a St. George, Brigham se enteró de que Robert Baskin, el fiscal de Estados Unidos para Utah y uno de los autores del proyecto de ley de Cullom, tenía la intención de acusarlos a él y a otros líderes de la Iglesia de varios delitos. Un exmiembro de la Iglesia llamado Bill Hickman incluso acordó tratar de implicar a Brigham y a otros líderes de la Iglesia en un asesinato que Bill había cometido durante la Guerra de Utah, catorce años antes25.

Bill Hickman estaba ahora bajo arresto por otro asesinato y había llegado a un acuerdo con la corte para que fueran indulgentes con él a cambio de su testimonio. Era un hombre sin ley cuya palabra nunca sería aceptada en un tribunal imparcial, especialmente porque varias personas de buena reputación conocían los hechos relacionados con el crimen y negaban la participación de Brigham. No obstante, John Taylor, que había estado con José Smith en la cárcel de Carthage, instó a Brigham a que no pusiera su vida en manos del tribunal. Brigham no estaba convencido de que tendría el mismo destino de José y dijo: “Las cosas son completamente diferentes de lo que eran entonces”26.

Los primeros cargos se presentaron el 2 de octubre, cuando un alguacil de los Estados Unidos arrestó a Brigham por vivir con más de una mujer como esposa. Daniel Wells y George Q. Cannon fueron arrestados por cargos similares.

Los arrestos provocaron una avalancha de rumores. Fuera del territorio, los periódicos predecían que estallaría una guerra civil en Salt Lake City e informaban que los santos habían reunido armas y habían emplazado un cañón en las laderas de las montañas27. Mas en realidad, las calles de Salt Lake City estaban tranquilas. Los líderes de la Iglesia cooperaron con los representantes de la ley y los abogados comenzaron a preparar a Brigham para que respondiera a las acusaciones ante el tribunal la semana siguiente28.

Cuando llegó ese día, la sala del tribunal estaba abarrotada de gente. Había miles de personas en la calle, afuera del edificio municipal. Brigham llegó quince minutos antes que el juez y se sentó pacientemente, desarmando a sus críticos con su serenidad29.

Una vez que llegó el juez McKean, los abogados de Brigham trataron de detener la audiencia, alegando que los funcionarios no habían seguido el procedimiento adecuado al reunir a un gran jurado sin miembros de la Iglesia en él. Como McKean denegó esta solicitud, los abogados trataron de encontrar fallas en las acusaciones, con la esperanza de que estas se retiraran por completo. Nuevamente, el juez rechazó la solicitud de ellos30.

Durante la audiencia, McKean manifestó que veía el caso no como un juicio en cuanto a la inocencia o culpabilidad de Brigham sino como una batalla decisiva en una guerra entre las revelaciones de los santos y la ley federal. “Si bien el caso que está siendo juzgado se denomina El pueblo contra Brigham Young”, declaró, “el otro título, el verdadero, es La Autoridad Federal contra la Teocracia Poligámica”. Él no estaba interesado en ser un juez imparcial. Desde su punto de vista, el profeta ya era culpable31.

Suponiendo que el juicio no se programaría hasta marzo, durante el siguiente período judicial, Brigham partió hacia St. George casi dos semanas después. Pocos días después de eso, se emitieron órdenes de arresto contra él y otros líderes de la Iglesia, esta vez por la falsa acusación de asesinato32.


El 9 de noviembre de 1871, después de unos días de clima helado y algo de lluvia, el cielo sobre St. George lucía despejado y agradable. Al sur de la ciudad, Susie Young se encontraba en medio de una gran multitud en una manzana recién delimitada de la ciudad, donde los santos se habían reunido para realizar la palada inicial del templo33.

Brigham había hecho pocas apariciones públicas desde que había llegado a St. George ese otoño. Con su enfermedad y la audiencia en la corte cerniéndose sobre él, debía ser cauteloso. Algunas personas temían que los oficiales de justicia intentaran capturarlo y traerlo a la fuerza de regreso a Salt Lake City. Por la noche, se quedaba en la casa de Erastus Snow, donde hombres armados montaban guardia para protegerlo34.

En la manzana del templo, Susie sostenía con firmeza un lápiz y un cuaderno, lista para tomar notas sobre la ceremonia. Antes de mudarse a St. George, había sido la mejor alumna de uno de los taquígrafos de su padre, y estaba orgullosa de ser reportera. Desde su lugar en la multitud, ella podría registrar todo lo que sucediera. Podía ver con facilidad a su padre y a su madre de pie juntos y a su hermana Mabel aferrada a la mano de su madre35.

Después que el coro cantó un himno inicial, George A. Smith se arrodilló y ofreció la oración dedicatoria, pidiéndole al Señor que preservara al profeta de sus enemigos y que alargara sus días. Luego, Susie observó a su padre y a otros líderes de la Iglesia dar las paladas iniciales en la esquina sudeste de la manzana.

Los santos cantaron “El Espíritu de Dios” y Brigham se subió a una silla para que todos pudieran escucharlo dar instrucciones para la “Exclamación de Hosanna”, una aclamación solemne que se realiza en ceremonias de dedicación y eventos públicos desde la época del templo de Kirtland.

Siguiendo el ejemplo de él, los santos levantaron la mano derecha y exclamaron tres veces: “¡Hosanna, hosanna, hosanna a Dios y al Cordero!”36.


Unas semanas más tarde, Brigham recibió un aviso de que el juez McKean había programado la fecha del juicio para el 4 de diciembre, aunque sabía que el profeta estaba lejos de Salt Lake City. Sin embargo, Brigham se mostró reacio a partir de St. George y el juez retrasó la fecha del juicio para principios de enero. Mientras tanto, Brigham consultó con sus abogados y asesores en cuanto al curso que debía seguir. Sabía que sería arrestado una vez que llegara a Salt Lake City y ahora estaba más preocupado por su seguridad que antes. Quería tener garantías de que no sería asesinado mientras estaba bajo custodia37.

Durante un tiempo, consideró la posibilidad de esconderse, como lo había hecho José Smith en Nauvoo. El asesinato era un delito capital y si un jurado parcial lo declaraba culpable, podía ser ejecutado; pero a mediados de diciembre sus abogados lo instaron a regresar a la ciudad, convencidos de que estaría a salvo. Los miembros del Cuórum de los Doce y otros amigos tenían opiniones divididas sobre el asunto, pero acordaron que él debía actuar como mejor le pareciera38.

Una noche, Brigham soñó que dos hombres estaban tratando de tomar el control de una gran reunión de santos. Al despertar, supo lo que tenía que hacer. “¡Siento que debo ir a casa y dirigir la reunión, con la ayuda de Dios y mis hermanos!”, les dijo a sus amigos39.

En su camino de regreso a Salt Lake City, Brigham se detuvo en un pequeño asentamiento para pasar la noche. Los santos de allí estaban consternados por la decisión de él de ir a juicio, sabiendo que el juez McKean ya casi lo había declarado culpable. Un hombre incluso sollozó cuando supo lo que Brigham tenía la intención de hacer. El profeta comprendía su temor, pero sabía cuál era el camino correcto que debía seguir.

“Dios revertirá todo en el mayor bien para Sion”, dijo40.