Guatemala: Edificando de cara al futuro
Las raíces del Evangelio se han arraigado firmemente en esta tierra con un patrimonio de la América antigua. En el florecimiento del presente reposa la promesa de un mayor crecimiento en el futuro.
Berta López señala a una hilera de jovencitas en una foto de una página amarillenta de un ejemplar de la revista Liahona: “Ésa soy yo”. Entonces era una adolescente, una entre un puñado de asistentes a una actividad para jovencitas Santos de los Últimos Días celebrada en la Ciudad de Guatemala aquel día de 1951. Eran menos de una docena, pero eso ocurrió hace dos generaciones de la Iglesia en Guatemala.
Ahora Berta puede ver por la ventana la casa de enseguida, donde su hija, Gina Ramírez, dirige una actividad de una clase de Valientes de la Primaria. Gina es la presidenta de la Primaria de una rama de la Estaca Ciudad de Guatemala, Guatemala, una de las veinte estacas que hay en la ciudad. Lo que Berta ve representa el tipo de crecimiento con el que los miembros guatemaltecos sólo podían soñar hace 50 años.
En otra parte de la capital, el joven Ricardo Ayala y su familia acuden a su centro de estaca para ver una retransmisión vía satélite de una charla fogonera desde Salt Lake City, con traducción simultánea en su propia lengua.
Ricardo, miembro de la Estaca Palmita, Ciudad de Guatemala, Guatemala, terminará la secundaria este año y espera servir en una misión cuando cumpla 19 años. Y aunque tal vez no sea fácil encontrar empleo, tiene pensado trabajar y ahorrar para poder costearse toda la misión él mismo.
Debido a Santos de los Últimos Días como las familias López y Ayala, la percepción que se tenía de la Iglesia en Guatemala ha cambiado. La mala información sobre la Iglesia —tan frecuente en el pasado— tiene ahora poca credibilidad. Hoy día, muchos guatemaltecos conocen a los Santos de los Últimos Días y saben cuáles son sus creencias. La proporción de miembros de la Iglesia entre los habitantes de este país (cerca de un 1,5%) es casi igual a la de los Estados Unidos (aproximadamente 1,8%). Del mismo modo que el templo se ha convertido en un punto de prominencia en la Ciudad de Guatemala, los Santos de los Últimos Días se están convirtiendo en características sobresalientes en su sociedad.
El Superar los Desafíos
Los primeros misioneros Santos de los Últimos Días llegaron a Guatemala en 1947 después de que John F. O’Donnal, un norteamericano que vivía allí, visitó las Oficinas Generales de la Iglesia en Salt Lake City e informó que había gente en el país preparada para recibir el Evangelio. Su esposa, Carmen, fue la primera Guatemalteca en ser bautizada. Posteriormente el hermano O’Donnal sirvió como presidente de misión y presidente de templo en Guatemala.
En 1952 se creó la Misión Centroamericana y antes de ser dividida en 1965, servía a seis países: Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua y Panamá. Ahora hay cuatro misiones y 40 estacas sólo en Guatemala. El élder Carlos H. Amado, oriundo de Guatemala, fue llamado en 1989 como miembro de los Setenta.
Sin embargo, la Iglesia en Guatemala ha tenido que hacer frente a diversos e importantes desafíos. Una de las dificultades más grandes para los miembros guatemaltecos es el luchar contra las tradiciones, dice el élder Lynn G. Robbins, de los Setenta, antiguo presidente del Área América Central. La religión predominante del país no da participación a sus miembros en las reuniones, en la enseñanza ni en cuestiones de liderazgo, por lo que algunos miembros nuevos tienen dificultades para realizar la transición a la actividad de la Iglesia. Algunos miembros antiguos han dejado simplemente de ser activos, de manera que hay mucho trabajo que hacer al respecto.
Siguiendo los consejos de la presidencia de área, los líderes locales del sacerdocio visitan a los miembros menos activos y emplean el mismo modelo que utilizan los misioneros al enseñar. Hacen preguntas directas del tipo: ¿Se reunirá con su obispo o presidente de rama para solucionar los problemas que le mantienen alejado de la plena actividad en la Iglesia? ¿Hablará con él acerca de obtener una recomendación y de ir al templo? Las preguntas se ajustan a las necesidades de los miembros.
Cuando Milton Leonel Lima, obispo del Barrio Minerva, Estaca Jalapa, Guatemala, puso en práctica este método con catorce miembros, diez aceptaron su invitación y comenzaron a realizar los cambios necesarios en sus vidas, y el obispo y sus consejeros comenzaron de inmediato a identificar a otros miembros a los que pudiesen visitar.
La presidencia de área también se está “centrando enérgicamente en preparar a un mayor número de jóvenes para ir a la misión”, dice el élder Robbins. El porcentaje de los que van a una misión aumentó en más de un 50% en el año 2000.
Los guatemaltecos también hacen frente a problemas económicos, con más de un 25% de desempleados o subempleados. La oficina de servicios de empleo de área de la Iglesia está facilitando capacitación, en especial a los ex misioneros, para prepararlos a fin de que encuentren empleo o comiencen sus propios negocios. La Iglesia también colabora con las organizaciones de micro crédito (las que hacen pequeños préstamos de dinero a un interés bajo) que ayudan en la creación de negocios pequeños. Y durante los períodos vacacionales de las escuelas, algunas estacas ofrecen clases a los jóvenes sobre aptitudes laborales.
Una Cultura Cambiante
La vida ha cambiado significativamente para los guatemaltecos en los años desde que el Evangelio entró en el país.
En particular, los pueblos indígenas de Guatemala —entre los que se incluyen los de descendencia maya— están entrando en la corriente dominante de la Iglesia y de la sociedad guatemalteca. En Polochic y en otros centros de población maya, los miembros dirigen las reuniones de la Iglesia en la lengua indígena del lugar, aunque en la actualidad la mayoría de la gente habla español. Hace una generación, a mediados de la década de 1960, algunos misioneros hispanohablantes aprendieron lenguas mayas porque en muchas familias sólo el marido hablaba español. Eso ya no es necesario.
El nivel de alfabetización en Guatemala ha aumentado, lo cual significa que muchos miembros mayas pueden leer las Escrituras que se han traducido en sus lenguas. El Libro de Mormón está disponible en kekchí, y hay selecciones del mismo escritas en quiché, cachiquel y mam, las principales lenguas mayas del país.
Timoteo y Eva Boj, de Quetzaltenango, son de ascendencia maya; se unieron a la Iglesia a mediados de la década de 1970, y actualmente los miembros de la familia Boj son conocidos en la comunidad como empresarios de éxito. De esta familia —que comprende ocho hijos con sus cónyuges y dieciocho nietos— han salido cuatro obispos, cuatro presidentas de Sociedad de Socorro, seis presidentas de Primaria, cuatro presidentes de Hombres Jóvenes, cinco presidentas de Mujeres Jóvenes y siete misioneros. Se trata de una familia con un sentido del humor campechano que suele deleitar a sus huéspedes con una canción local: “Luna de Xelajú” [Xelajú es el nombre tradicional de la ciudad de Quetzaltenango]. Su ejemplo y amor por los demás han traído a mucha gente a la Iglesia.
Una Fe Viva Y Vibrante
La fe florece entre los santos de Guatemala y los siguientes son unos pocos ejemplos:
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Carlos Santíz, presidente de la Estaca Mazatenango, Guatemala, habla de unas anotaciones que habían hecho en la pizarra durante una reunión con los obispos y que se referían a cómo habían seguido las instrucciones de los líderes de la Iglesia de reunirse en consejo y planear cómo atender a las necesidades de los miembros menos activos. “Me siento agradecido al Señor por ponerme en esta presidencia de estaca porque es un desafío —un desafío que me hacía falta— y que me ha traído progreso”, dice.
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Nery Eduardo Marroquín, consejero de un obispado de un barrio de la Estaca Retalhuleu, Guatemala, era cristiano evangélico antes de unirse a la Iglesia hace cinco años, gracias a la influencia de su esposa, Ada. Él se crió en un hogar donde aprendió la importancia de la oración personal, de la Biblia y de adorar a Jesucristo como el Salvador, pero sentía que había algo más, lo cual descubrió en las ordenanzas del Evangelio que le permitían a él y a su esposa tener una familia eterna. “Cristo dijo que nadie iría al padre ‘sino por mí’ [Juan 14:6]”, explica. “Y las ordenanzas son por medio de Él; es por eso que es una bendición tan grande tener un templo en Guatemala”.
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Héctor González, de la Estaca Villa Nueva, Guatemala, dice que el Evangelio le ha dado la fortaleza para hacer frente al cáncer que le arrebató una pierna y que casi le cobró la vida. Llegado a cierto punto, se preguntaba por qué le tenía que pasar a él. Su esposa le llevó su bendición patriarcal al hospital y él halló esperanza en la promesa de una larga vida de servicio. Cuando se hizo evidente que iba a perder la pierna derecha, recibió una confirmación espiritual de que todo iba a estar bien. Después de la operación, recuerda: “Fue increíble el apoyo que encontré en la lectura del Libro de Mormón. Me dio fuerzas para seguir adelante”. Ahora que está de regreso en el trabajo, dice: “Sé que el Señor ha estado velando por mí y que me ha cuidado durante todo este proceso”.
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Jorge Popá, miembro de la Estaca Quetzaltenango, Guatemala, en un principio invitó a las hermanas misioneras para que ayudaran a su esposa a entender las instrucciones en inglés de la máquina panificadora que le había comprado. Las hermanas accedieron a condición de poder compartir el mensaje del Evangelio con la familia. Después de recibir las charlas, Jorge y su esposa, Mirna, les dijeron a las misioneras que no estaban interesados en bautizarse, pero aquella noche ninguno de los dos pudo dormir. Ambos al mismo tiempo tuvieron la impresión de levantarse y orar sobre lo que se les había enseñado, y cada uno recibió la misma manifestación de su veracidad. Buscaron a las misioneras durante las reuniones dominicales y pidieron ser bautizados. Luego de su bautismo, los Popá enfrentaron el problema que muchos conversos enfrentan: cómo decirles a sus parientes que habían roto los vínculos con la religión tradicional. Su hijo de cuatro años (que ahora es diácono) solucionó el problema durante una reunión familiar. Cuando se sirvió el té, el pequeño se puso de pie y dijo: “¡No tomamos de eso! Somos mormones”.
Edificando Para el Futuro
Udine Falabella fue presidente de la primera estaca que se organizó en Guatemala, en 1967. En 1965, siendo presidente de distrito en la Ciudad de Guatemala, organizó el primer viaje al templo del área en autobús a través de México hasta Mesa, Arizona, en los Estados Unidos. Dice que la dedicación del templo en la Ciudad de Guatemala en 1984 fue una gran bendición para el país; y para él lo fue el servir posteriormente como su presidente, cargo del que fue relevado en el año 2000, después de más de cuatro años de servir en ese llamamiento.
Recuerda que, al dedicar el templo, el presidente Gordon B. Hinckley pronunció una bendición de paz para el país, y no mucho después se puso fin al largo período de luchas civiles. Pero puede que mucho más importante sea el hecho de que los miembros guatemaltecos pudieran disfrutar de la paz del templo sin tener que viajar tan lejos de casa.
La nieta del hermano Falabella, Evelyn, se casó en el templo en diciembre de 2000. Ella dice que muchos jóvenes guatemaltecos que ven a tantas parejas infelices o fracasadas han perdido la fe en la institución del matrimonio y deciden dedicar más tiempo a sus carreras profesionales y dejar el casamiento para más tarde, si es que deciden casarse. “Creo que si no tuviera el Evangelio en mi vida, no me habría atrevido a casarme en este momento”, dice. “Pero gracias al Evangelio”, prosigue, “se halla paz al enfrentar los retos, porque podemos conocer las razones eternas del matrimonio y las bendiciones eternas que nos proporciona”.
Y eso, dice el hermano Falabella, es indicativo del cambio que ha visto durante su vida en la Iglesia en Guatemala: miles de Santos de los Últimos Días fuertes disponen ahora de los medios para poner en práctica los programas completos del Evangelio y disfrutar de sus bendiciones.
José Sazo concuerda con que las bendiciones del Evangelio disponibles en su país en esta generación son abundantes para los que se esfuerzan por recibirlas. José, que aún no había nacido cuando se creó la primera estaca de Guatemala, es ahora el presidente de la Estaca Florida, Ciudad de Guatemala, Guatemala.
El presidente Sazo dice que se requiere de un esfuerzo constante y firme para tener familias y matrimonios fuertes. Él y su esposa, Claudia, han servido misiones en su país y reconocen que gran parte del secreto para tener un matrimonio fuerte reside en dos buenos hábitos que se adquieren siendo misioneros: frecuentes y amorosas evaluaciones de la relación con el compañero (conversaciones sobre la marcha del matrimonio) y el estudio habitual del Evangelio. “Si yo tuviera una receta para la felicidad”, dice el presidente Sazo, “sería estudiar siempre las Escrituras juntos”.
El presidente Sazo añade que él y su esposa “están de acuerdo en lo siguiente: queremos hacer todo lo que podamos por nuestros hijos para que lleguen a ser líderes fuertes y el Señor pueda llamarlos a hacer lo que Él desee, sin reserva alguna”.
Así aconteció con aquellos fuertes miembros de la Iglesia de este país, hace más de medio siglo, que estuvieron dispuestos a perseverar en el Evangelio sin importarles los retos a los que tuvieran que hacer frente. Y así sucede en la actualidad con los herederos de este legado espiritual: el futuro de la Iglesia en Guatemala estará en manos de aquellos que estén prestos para responder al llamado del Señor sin reserva alguna.
La Iglesia en Guatemala
Población del país: aproximadamente 11,5 millones.
Miembros de la Iglesia: Más de 179.000.
Estacas: 40.
Misiones: 4.
Barrios y ramas: 453.
Centros de reuniones propiedad de la Iglesia: 261.
Templo: Ciudad de Guatemala, dedicado en 1984.
Centro de Capacitación Misional: Ciudad de Guatemala.