Viaje de cumpleaños al templo
La celebración del decimoquinto cumpleaños es algo muy importante para las jóvenes de Brasil, pero la celebración de Priscila Vital fue aún más especial que la fiesta o el baile habituales: pudo viajar al templo en barco y autobús.
A lo largo de los años, Brasil se ha hecho famoso por sus habilidosos equipos de fútbol, las blancas playas y el clima tropical; pero la fuerza que se encuentra detrás de esta cultura palpitante y vibrante puede que sea su mayor recurso: su gente cálida y amante de las diversiones. Los componentes principales de la mayoría de las actividades son el pasarlo bien y estar con los familiares y amigos; y el día más importante y esperado en la vida de toda joven brasileña es en el que se festeja su decimoquinto cumpleaños. A veces, para celebrar el que la joven haya llegado a esa edad de madurez, las familias ahorran dinero durante años a fin de hacerlo de una manera extravagante, con cena, baile y regalos.
Priscila Vital, miembro de la Estaca Río Negro, de Manaus, Brasil, tuvo que tomar una decisión difícil sobre cómo celebrar su decimoquinto cumpleaños. Ese día tendría lugar mientras su madre, Francilene, se hallaba en medio de un viaje de diecisiete días que la estaca había organizado para ir al Templo de São Paulo, Brasil. Francilene había ahorrado dinero durante tres años para ir al templo por primera vez, y tenía suficiente dinero para llevar a Priscila con ella o gastarlo en la tradicional fiesta de quinceañera a su regreso. La decisión de Priscila se puso aún más complicada dado que la mayoría de los parientes de esta familia tan unida eran miembros de otras iglesias y habían estado aguardando el cumpleaños de ella con expectación durante varios años, y no entendían la importancia de ir al templo.
“Todos mis tíos y tías querían que me quedara y que se celebrara el cumpleaños, especialmente porque soy la única chica de la familia”, dice Priscila. “El tomar la decisión de ir al templo fue una buena oportunidad para mostrarles lo importante que es para mí”.
La familia de Priscila se unió a la Iglesia en 1991, pero se inactivó poco después de bautizarse. A principios de 1998, una amiga de Priscila comenzó a investigar la Iglesia y le pidió que fuera con ella a seminario.
“Yo había ido a otra iglesia, pero nunca logré entender lo que se enseñaba. Sin embargo, todo cobraba sentido en seminario y podía entender el Evangelio. Finalmente, el Espíritu me testificó que José Smith era un profeta de Dios, y cuando lo supe, me sentí tan bien y tan feliz que lloré”, dice Priscila.
La madre de Priscila, Francilene, disfrutó abrir las puertas de su casa a las jóvenes del barrio; animó a Priscila a asistir a las actividades de la Iglesia y al poco tiempo ella también empezó a asistir con regularidad. En la actualidad, Francilene es presidenta de la Sociedad de Socorro de barrio.
El testimonio de una fe en aumento
La conversión de Priscila al Evangelio es uno de los muchos milagros que se llevan a cabo en Manaus. La ajetreada ciudad portuaria de un millón y medio de personas es el centro industrial y comercial de la cuenca del Amazonas. Los primeros misioneros Santos de los Últimos Días llegaron a esa zona selvática hace 23 años y desde entonces la Iglesia ha ido creciendo en Manaus hasta llegar a tener cinco estacas, una misión y 14.000 miembros.
Como testimonio de la fe en aumento de los miembros de Manaus, cada año entre 150 y 200 miembros de Manaus realizan un viaje multiestaca al Templo de São Paulo, el templo más accesible para ellos de todo Brasil. Debido a la densa selva que rodea la ciudad, el único medio de transporte de Manaus a São Paulo es por barco o avión. Como los billetes de avión son muy caros, hace ocho años las presidencias de las estacas de la ciudad organizaron una caravana anual al templo fletando un barco y autobuses para los que desearan ir al templo. Al compartirse los gastos, los miembros tienen dinero suficiente para viajar al templo con sus familias.
La caravana comienza viajando durante cuatro días en barco a Porto Velho, una ciudad brasileña cercana a la frontera con Perú y Bolivia. Desde allí, los miembros se suben a unos autobuses alquilados que los llevan a São Paulo en un viaje de tres días y tres noches, donde se alojan en unos apartamentos propiedad de la Iglesia y cercanos al templo. Hacen la obra del templo durante cuatro días y luego hacen el viaje para regresar a sus hogares.
Para prepararse para su viaje al templo, Priscila estudió con su madre discursos de conferencias generales relacionados con la casa del Señor, leyó las revistas de la Iglesia y estudió las Escrituras. Asimismo, recabó los nombres de cuatro generaciones de su línea paterna para poder efectuar bautismos vicarios en favor de ellos. Su madre compiló información de historia familiar sobre cuatro generaciones del lado de la familia de ella.
Una vez que los 185 miembros partieron de Manaus en barco, Priscila y las otras cinco jovencitas que iban en la caravana ayudaron a cuidar a los niños de edad de la Primaria y a preparar las comidas. Por las noches dormían en hamacas sobre la cubierta del barco para intentar escapar de las altas temperaturas de la selva.
“El formar parte de la caravana fue una experiencia muy espiritual porque todos estábamos muy animados y ansiosos por ir al templo”, comenta Priscila. “La mayoría nunca había ido, por lo que casi nadie sabía a qué atenerse. Todos cantábamos canciones y leíamos juntos las Escrituras. Estábamos muy unidos”.
El tiempo que pasaron en el autobús fue la parte más difícil del viaje porque viajaron día y noche durante tres días y los miembros no pudieron moverse mucho. Debido a ello, muchos padecieron fuertes dolores e hinchazón en las piernas.
Por fin llegaron
Cuando llegaron al templo, Priscila se fue de inmediato al baptisterio a efectuar bautismos por los muertos, mientras su madre iba a una parte diferente del templo para recibir su investidura. Priscila pasó cada día en el Templo de São Paulo, aunque era la primera vez que estaba en una gran metrópolis.
“Pasé mi decimoquinto cumpleaños en el templo. Cuando el coordinador de la pila bautismal supo que era mi cumpleaños, me dijo que tenía un regalo para mí”, explica Priscila. “Va tanta gente al templo que la mayoría de los usuarios sólo pueden hacer bautismos por cinco personas, pero él me dio un montón de nombres de personas por los que era necesario hacer la obra bautismal. No pudo haberme dado un regalo mejor”.
La madre de Priscila habla de otros cambios que ocurrieron en la vida de su hija: “La caravana influyó espiritualmente en Priscila y ella fue una inspiración para los demás miembros. Todos regresaron cambiados. En el autobús de regreso a casa, percibíamos que nuestro rostro y nuestra apariencia tenían un aspecto diferente; todos nos sentíamos tan felices”.
El ejemplo de Priscila y su disposición para compartir el Evangelio ayudaron a muchos de sus familiares y amigos a unirse a la Iglesia. Una de ellos, su tía, regresó hace poco de servir en la Misión Brasil Recife. Ahora Priscila está animando a su padre y a sus dos hermanos a prepararse para ir al templo para que se puedan sellar como familia, algo que ella espera que suceda pronto.
Para Priscila no fue un sacrificio cancelar la celebración de su decimoquinto cumpleaños. “Cuando llegó el momento de volver a casa, no quería irme”, señala. “Todo lo que quiero hacer es ahorrar dinero para poder volver al templo lo antes posible”.
Kristen Winmill Southwick es miembro del Barrio Weston 2, Estaca Boston, Massachusetts.