Un testigo especial de Jesucristo
Cuando entré en el inmenso coliseo para asistir a la conferenciaregional, vi un hermoso arreglo floral y, aún más impresionante, amiles de personas aguardando en reverente silencio. Todo parecía perfecto. Encontré sitio y admiré cada detalle mientras aguardaba en silencio.
Como era una nueva conversa, estaba disfrutando de mi primera conferencia regional; estaba ansiosa por adorar y cantar con los miembros de todas partes de mi región de Brasil, pero más que nada, estaba ansiosa por ver y oír por primera vez a un apóstol en persona. Me preguntaba cómo sería el élder Jeffrey R. Holland, la Autoridad General que nos visitaba. ¿Sería un miembro del Quórum de los Doce Apóstoles diferente de los demás líderes, tanto los que son miembros de la Iglesia como los que no lo son? ¿Sería realmente un testigo especial de Jesucristo?
Antes de irme a la conferencia, mi esposo, que no es miembro de la Iglesia, me dijo con sarcasmo: “Así que vas a ver a un apóstol de Jesucristo. ¿Será santo?”.
“No lo sé”, fue mi respuesta. “Te lo diré cuando vuelva”.
Mientras meditaba y aguardaba a que llegara el élder Holland, deseé tener un testimonio de que ese hombre era en realidad un apóstol de Jesucristo, y oré a mi Padre Celestial para saber cómo compartir mi experiencia con mi esposo cuando regresara a casa.
Cuando los líderes locales y las Autoridades Generales entraron en el recinto, no me fue posible determinar quién de ellos era el apóstol; no había nada en su apariencia que lo distinguiera de los demás. Y cuando finalmente descubrí al élder Holland, me dije a mí misma: “¿Qué hay de especial en ese hombre?”.
Después de entonar el primer himno, de la oración y de las palabras de los líderes locales, se presentó a la hermana Patricia T. Holland, la esposa del apóstol; le ayudaba un intérprete, pero yo sentía que podía entenderla en su propia lengua porque no hablaba simplemente para nuestros oídos, sino para nuestros corazones.
Después de su discurso, el élder Holland caminó hasta el púlpito y cuando empezó a hablar, me sorprendió la normalidad con que sonaban sus palabras; pero mientras seguía hablando, empecé a sentir dentro de mí el testimonio de que ese hombre en verdad era un representante del Señor y que su mensaje era verdadero. Pensé en Jesucristo, quien físicamente era como los demás hombres aunque tenía la sublime misión de ser el Salvador del mundo. Al final de su discurso, el élder Holland dio testimonio de que Jesucristo vive y que ésta es Su Iglesia verdadera. El Espíritu me testificó que el élder Holland había sido llamado a hablar en el nombre del Señor y que en verdad era uno de Sus apóstoles.
Cuando llegué a casa, mi marido me preguntó: “¿Y qué clase de hombre era ese apóstol?”.
“Por fuera parece como cualquier otro hombre”, dije. “Pero en realidad es mucho más: es un testigo especial de Jesucristo”.
Irene Coimbra de Oliveira Cláudio es miembro del Barrio Jardim Indepêndencia, Estaca Ribeirão Preto, Brasil.