La piedrecilla del perdón
Basado en un hecho real
Ese domingo Levi no tenía la cabeza en la Primaria; aún estaba enfadado con Jason, su hermano mayor.
Jason acababa de obtener su licencia de manejar y la semana pasada había arrollado la bicicleta de Levi, aunque él la había estacionado cuidadosamente contra la pared en el garaje. Levi había ahorrado su propio dinero para comprarla y le había llevado mucho tiempo hacerlo.
“Lo siento mucho. La arreglaré y quedará como nueva”, le prometió Jason.
Levi miraba al abollado guardabarros. “Ya no va a ser lo mismo”.
Jason volvió a disculparse, pero Levi se negó a escuchar. “Si no fueras un conductor tan pésimo, no me habrías arruinado la bicicleta”.
“Te dije que te la arreglaría”. Jason ya no sonaba tan triste.
Levi se fue enojado, se encerró en su cuarto durante el resto de la tarde y sólo salió cuando su madre insistió en que se reuniera con la familia para cenar.
Eso sucedió el miércoles pasado. Levi llevaba cuatro días enfadado y, aunque le disgustaba estar molesto con Jason, aún no estaba dispuesto a perdonar a su hermano.
Después de los ejercicios de apertura y del tiempo para cantar, la hermana McClure, segunda consejera de la presidencia de la Primaria, presentó el Tiempo para compartir a los niños mayores. Comenzando con la clase de Levi, fue pasando entre los niños un vaso de papel. “Tomen una y pasen el vaso”, dijo.
Levi metió la mano y se encontró con que el vaso estaba lleno de piedrecillas.
“Métanse una piedrecilla en el zapato”, dijo ella. “Ahora intenten caminar en su sitio”.
Levi levantó el pie y lo volvió a bajar; la piedrecilla le causaba una sensación extraña en el pie. Intentó moverla hasta un lugar más cómodo, pero seguía rozándole la planta del pie.
“Ahora, caminen reverentemente por el cuarto”, dijo la hermana McClure.
Algunos niños empezaron a reírse, pero dejaron de hacerlo cuando la hermana McClure les recordó que fueran reverentes. Un par de niños empezaron a cojear, así que se detuvieron y se agacharon “para sacarse las piedrecillas.
Levi siguió con la piedrecilla en el zapato, pero parecía hacérsele mucho más grande a medida que caminaba.
Pasados unos minutos, la hermana McClure dijo a los niños que tomaran asiento y se quitaran las piedrecillas del zapato. Una vez más, volvió a pasar el vaso de papel y pidió a los niños que pusieran las piedrecillas en su interior.
Entonces les explicó: “Estas piedrecillas son como los sentimientos que tenemos cuando no perdonamos a alguien que nos haya ofendido. Empiezan siendo algo pequeño, pero luego parecen volverse más y más grandes”.
“¿Y si la persona que nos ha hecho algo para herirnos no está arrepentido de verdad?”, quiso saber Levi.
“A veces debemos perdonar aun si la otra persona no se disculpa ni se arrepiente”, respondió la hermana McClure.
La hermana McClure les habló de una ocasión en la que el profeta José Smith perdonó a uno de sus amigos que le había traicionado. Levi sintió un nudo en la garganta mientras escuchaba cómo el Profeta había perdonado a William W. Phelps, aun cuando éste había conspirado con los populachos que perseguían a la Iglesia y a sus líderes.
Levi pensó en la lección de la hermana McClure durante el resto de la Primaria, y aquella noche, después de la cena, cuando sus padres preguntaron a los miembros de la familia qué habían aprendido en las reuniones, Levi les habló de las piedrecillas.
“¿Cómo sentiste el pie para cuando te quitaste la piedra?”, le preguntó su padre.
“Me dolía un poco”, admitió Levi. “La hermana McClure comparó el caminar con una piedra en el zapato a estar enojado con alguien y a negarse a perdonar al que nos haya ofendido”.
“Parece una de esas lecciones prácticas de mamá, en las que se vale de objetos”, dijo Annie, su hermana menor.
Todos se rieron porque sabían que a mamá le gustaba emplear lecciones prácticas en la noche de hogar.
Antes de acostarse, Levi llamó a la puerta del cuarto de Jason. “Lo siento; he sido un tonto”, dijo cuando Jason abrió la puerta. “Sé que no querías pasar encima de la bicicleta”.
“No, yo soy el que lo siente”. Jason dio un gran abrazo a Levi y lo levantó del suelo. “¿Qué te parece si mañana trabajamos en la bicicleta al salir de la escuela? Le pediré permiso a papá para utilizar sus herramientas”.
“¡Genial!”, dijo Levi, y al irse para su cuarto, pensaba: “En verdad, ¡me siento muy bien!”.
“amigos… Al Final”
Después de que William W. Phelps traicionó al profeta José Smith, el hermano Phelps pidió perdón a José, y el Profeta le escribió esta carta:
“Querido hermano Phelps: Debo decir que inicio la redacción de estas líneas en respuesta a [su carta] con sentimientos extraordinarios, al mismo tiempo que me regocijo en el privilegio que se me concede… Cierto es que hemos padecido mucho a causa de su comportamiento… Sin embargo, la copa se ha bebido, la voluntad de nuestro Padre se ha cumplido, y todavía estamos con vida, por lo cual damos gracias al Señor… Creyendo que su confesión es real y su arrepentimiento sincero, me sentiré feliz de extenderle de nuevo nuestra mano de hermandad… ‘Venga, querido hermano, puesto que la guerra ha terminado, y los que fueron amigos una vez vuelven a serlo al final’.
“Su amigo de siempre, José Smith, hijo” ( History of the Church, tomo IV, págs. 162–164).