El despertar
¿Levantarme a las 4.30 de la mañana para ir a seminario? Ni siquiera era miembro de la Iglesia. Aún así, no tenía nada que perder, pero sí mucho que ganar.
Cando tenía 17 años, me fui a vivir con mis tíos, que costeaban los gastos de mi educación. Cuando llegué a su casa en Sekondi, Ghana, en seguida me di cuenta de algunas cosas poco comunes de la familia. Oraban juntos por la mañana y por la tarde y tenían reuniones familiares los lunes por la noche que parecían hacer que cada miembro de la familia se sintiera querido y apreciado. Aunque yo era miembro activo de otra religión, llegué a interesarme en saber más de sus creencias.
Cuando le pregunté al tío Sarfo sobre la Iglesia, él me explicó muchas de sus enseñanzas; creí en algunas, pero otras no las entendí.
Así que mi tío llamó a los misioneros para que me enseñaran las charlas y recibí las seis, pero cuando me invitaron a bautizarme, me negué porque no tenía un testimonio del Libro de Mormón. Me resultaba difícil leerlo y entenderlo.
Para complacer a la tía Evelyn y al tío Sarfo, ya llevaba tiempo asistiendo a la reunión sacramental, y ahora me alentaban a asistir al curso de seminario matutino que iba a comenzar en dos semanas.
Levantarse a las 4:30 de la mañana no era nada fácil, pero el maestro de seminario, Solomon Agbo, me visitó y me animó a asistir, y parecía que realmente sentía interés por mí. Decidí ir a seminario, y una vez que tomé esa decisión, me hice el firme propósito de no faltar ni un solo día. El curso trataba sobre el Libro de Mormón y quería ver si podía lograr un testimonio del mismo.
Al empezar a leer el Libro de Mormón para el curso de seminario, tuve los mismos sentimientos que el élder Parley P. Pratt (1807–1857), del Quórum de los Doce Apóstoles, describió cuando lo leyó por primera vez: “Lo abrí con ansiosa expectación y leí la portada”, escribió. “Después leí el testimonio de varios testigos relacionado con la forma en que el libro se encontró y se tradujo. Luego comencé a leer el contenido. Leí todo el día; comer era una molestia, ya que no sentía deseos de tomar alimentos; al llegar la noche, no quería dormir, pues prefería leer que dormir” ( Autobiography of Parley P. Pratt , 1985, pág. 18).
Al leer, el Espíritu del Señor me testificó que el Libro de Mormón es verdaderamente otro testamento de Jesucristo. A lo largo de seminario, el Libro de Mormón se hizo mucho más fácil de leer. Siempre que me costaba comprender algo, mi maestro me ayudaba a entenderlo. Recibí mi testimonio de que el Libro de Mormón es “el más correcto de todos los libros sobre la tierra… y que un hombre se [acercará] más a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro” ( Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 233–234).
Me bauticé el 5 de marzo de 1995 y para cuando cumplí 21 años, era el maestro de seminario y ayudaba a otras personas a conocer la divinidad y la veracidad del libro que cambió mi vida.
Isaac Kofi Morrison es un misionero regular en la Misión Nigeria Uyo.