La tarde de la prueba
Cuando me encontraba en el último año de la enseñanza primaria, todos los alumnos fuimos a acampar a Negros Occidental, Filipinas, antes de nuestra ceremonia de graduación. Colocamos nuestras tiendas en el lugar previsto y nos divertimos explorando entre los árboles de guayaba y de mango. Al caer la noche, mis padres fueron a ver cómo estaba y me dijeron que fuera muy prudente, luego de lo cual se marcharon.
Uno de mis compañeros de clase nos invitó a mis amigos y a mí a acompañarlo a él y a su primo mayor en el vehículo de este último. Su primo nos llevó a dar un paseo y nos divertimos hasta que, para mi sorpresa, mis compañeros sacaron cerveza y unos cigarrillos. Estacionamos el auto cerca del campamento y empezaron a tomar la cerveza y a fumar en el vehículo. Me invitaron a unirme a ellos, pero me negué.
Les respondí que no lo haría, porque fumar acortaría mi vida. Les expliqué además que eso iba en contra de mis creencias, porque se me había enseñado la Palabra de Sabiduría. Les dije que la Palabra de Sabiduría es una ley que enseña que debemos mantener limpio nuestro cuerpo, ya que es un templo de Dios. Les expliqué que debíamos evitar el tabaco, el alcohol, el té, el café y las drogas. Entonces, mi mejor amigo y yo nos fuimos a dormir en nuestra tienda.
Cuando volví a casa, tuve la alegría de decirle a mi padre que no había seguido el ejemplo de mis compañeros, sino que más bien les había enseñado acerca de la Palabra de Sabiduría. Me sentí feliz de que el Espíritu Santo me hubiera guiado y dado el valor de decir esas cosas a mis amigos.
Mediante esta experiencia, aprendí que nuestra obediencia se pondrá a prueba cuando estamos solos, sin padres ni otras personas que puedan apoyarnos. Me siento agradecido por la Palabra de Sabiduría y me he comprometido a obedecerla. Cuando sea mayor, iré a la misión y enseñaré a muchas personas la importancia de la Palabra de Sabiduría.