Ven y escucha la voz de un profeta
Tierra santa
Recuerdo cuando fui ordenado diácono. Nuestro obispado recalcó la responsabilidad sagrada que teníamos de repartir la Santa Cena. Se hizo hincapié en vestir bien, en tener una conducta digna y en la importancia de ser limpios por dentro y por fuera. Cuando se nos enseñó el procedimiento para repartir la Santa Cena, nos dijeron que debíamos ayudar a Louis McDonald, un hermano de nuestro barrio que estaba paralizado, para que él pudiera tener la oportunidad de participar de los sagrados emblemas.
Recuerdo muy bien mi asignación de repartir la Santa Cena a la fila donde se sentaba el hermano McDonald. Estaba temeroso e indeciso al acercarme a ese hermano maravilloso, y luego vi su sonrisa y la entusiasta expresión de gratitud que indicaba su deseo de participar. Con la bandeja en la mano izquierda, tomé un pequeño trozo de pan y se lo puse en los labios; después le serví el agua de la misma manera. Sentí que estaba en tierra santa, y así era. El privilegio de servirle la Santa Cena al hermano McDonald nos inspiró a ser mejores diáconos.
Tomado de un discurso de la Conferencia General de octubre de 2005.
Para meditar
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Al principio, el presidente Monson tenía miedo de repartirle la Santa Cena al hermano McDonald. ¿Por qué? ¿Cómo cambiaron sus sentimientos? ¿Por qué?
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¿Por qué sintió el presidente Monson como si estuviera en tierra santa? ¿Cómo piensas que se sintió el hermano McDonald?
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¿Qué has aprendido acerca de participar de la Santa Cena? Si te estás preparando para recibir el Sacerdocio Aarónico, ¿qué has aprendido acerca de repartir la Santa Cena?
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¿Qué otras cosas te vinieron a la mente al leer este artículo?