Abramos nuestro corazón
Esforcémonos a diario por abrir nuestro corazón al Espíritu.
Hoy me gustaría hablar sobre la importancia de abrir nuestro corazón al Espíritu Santo.
Después del bautismo, se nos confirma y otorga el Espíritu Santo, que es un don divino. El Espíritu Santo nos consuela, enseña, advierte, ilumina e inspira. Nefi lo dijo de una manera muy sencilla: “…si entráis por la senda y recibís el Espíritu Santo, él os mostrará todas las cosas que debéis hacer”1. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para superar sin peligro lo que el apóstol Pablo llamó los “tiempos peligrosos” 2 en los que ahora vivimos.
El Espíritu Santo es un personaje de espíritu, lo que le permite morar en nuestro corazón y comunicarse directamente con nuestro espíritu3. La voz del Espíritu se describe como suave y apacible y una que susurra4. ¿Cómo puede ser la voz suave? ¿Por qué se la compara con un susurro? Porque el Espíritu casi siempre habla a la mente y al corazón5 en vez de al oído. El presidente Boyd K. Packer ha dicho: “El Espíritu Santo se comunica con una voz que se siente más de lo que se oye”6.
Sentimos con el corazón. En las Escrituras, los profetas enseñan que la revelación personal tiene una estrecha relación con el corazón; por ejemplo:
Mormón enseñó: “…por motivo de la mansedumbre y la humildad de corazón viene la visitación del Espíritu Santo”7.
Alma dijo: “…el que endurece su corazón recibe la menor porción de la palabra; y al que no endurece su corazón le es dada la mayor parte de la palabra”8.
Mormón escribió acerca de los nefitas: “[Sus almas se llenaron] de gozo y de consolación… que viene de entregar el corazón a Dios”9.
Luego, el salmista escribió con sencillez: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón”10.
¿No es eso algo que todos buscamos, hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos visite, que el Señor se acerque a nosotros, encontrar gozo y consuelo en la vida? Si es así, entonces el evaluar cuidadosamente la condición de nuestro corazón es una de las cosas más importantes que podemos hacer en esta vida.
El corazón es delicado, sensible a muchas influencias, tanto positivas como negativas. Otras personas lo pueden lastimar; el pecado lo puede insensibilizar, y el amor, suavizar. Muy pronto en la vida aprendemos a proteger nuestro corazón; es como si levantáramos a su alrededor una cerca con una puerta: nadie puede entrar a menos que se lo permitamos.
En algunos casos, la cerca que levantamos alrededor de nuestro corazón se asemeja a una cerca pequeña que tiene un cartel de bienvenida. Otros corazones han sido tan lastimados o insensibilizados por el pecado que tienen una valla alambrada de dos metros y medio que termina en alambre de púas; la puerta tiene candado y un cartel grande que dice: Prohibido el paso.
Apliquemos la idea de una puerta al corazón al hecho de recibir revelación personal. Nefi enseñó: “…cuando un hombre habla por el poder del Santo Espíritu, el poder del Espíritu Santo lo lleva al corazón de los hijos de los hombres”11. El élder David A. Bednar notó el uso de la palabra al: “Fíjense en que el Espíritu lleva el mensaje al corazón, pero no lo introduce necesariamente en su interior… sin embargo, el contenido de un mensaje y el testimonio del Espíritu Santo penetran el corazón sólo cuando lo permite el receptor”12.
¿Por qué sólo al corazón? El albedrío personal es tan sagrado que nuestro Padre Celestial nunca forzará el corazón humano, aún con todo Su infinito poder; muchos tratarán de hacerlo, pero Dios no. En otras palabras, Dios nos permite ser los defensores o guardianes de nuestro propio corazón; debemos, de nuestra propia voluntad, abrir el corazón al Espíritu, ya que Él no nos impondrá su presencia.
Entonces, ¿cómo abrimos el corazón?
En el Sermón del Monte, el Salvador dijo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”13. Algo que es puro no está contaminado ni manchado por cosas que no deben estar allí. La pureza de corazón es sin duda una de las cualidades más importantes para recibir la inspiración de Dios. Aunque ningún corazón es perfecto, cuanto más nos esforcemos por eliminar las impurezas o sacar lo que no debe estar allí, más abrimos nuestro corazón al Espíritu Santo. Noten la dulce promesa del profeta Jacob: “¡Oh todos vosotros que sois de corazón puro, levantad vuestra cabeza y recibid la placentera palabra de Dios, y deleitaos en su amor!”14.
En la cárcel de Liberty, el profeta José Smith recibió una revelación que describe la condición de algunos corazones:
“He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?
“Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres”15.
Muchos en el mundo de hoy viven en circunstancias prósperas y tranquilas. Con frecuencia, en el Libro de Mormón, la prosperidad alejaba a la gente del Señor. Mormón advirtió: “…podemos ver que es precisamente en la ocasión en que hace prosperar a su pueblo, sí, en el aumento de sus campos, sus hatos y sus rebaños, y en oro, en plata y en toda clase de objetos preciosos de todo género y arte… entonces es la ocasión en que endurecen sus corazones, y se olvidan del Señor su Dios”16.
El Señor observó tres consecuencias naturales de poner el corazón en las cosas del mundo: Primero, buscamos encubrir los pecados en vez de arrepentirnos de ellos; después, buscamos satisfacer el orgullo y las vanas ambiciones en vez de buscar las cosas de Dios; y finalmente, empezamos a ejercer injusto dominio sobre los demás17.
Observen que el orgullo es una consecuencia natural de poner el corazón en las cosas del mundo. El orgullo rápidamente insensibiliza el corazón a los susurros espirituales. Por ejemplo, el Señor dijo: “…yo, el Señor, no estoy complacido con mi siervo Sidney Rigdon; se enalteció en su corazón y no aceptó consejos, antes contristó al Espíritu”18. Comparen eso con esta promesa: “Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones”19.
En la revelación de la cárcel de Liberty, el Señor describe el efecto de un corazón mundano: “…he aquí, los cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido… [y] he aquí, antes que se dé cuenta, queda abandonado a sí mismo”20. Hermanos y hermanas, en estos “tiempos peligrosos” no podemos ofender al Espíritu y quedar abandonados a nosotros mismos.
Nuevamente les digo, la condición de nuestro corazón afecta en forma directa nuestra sensibilidad a los asuntos espirituales. Esforcémonos a diario por abrir nuestro corazón al Espíritu. En vista de que somos los guardianes de nuestro corazón, podemos escoger hacerlo; escogemos lo que dejamos entrar o no. Afortunadamente, el Señor desea ayudarnos a escoger sabiamente.
Para concluir, testifico de dos de las promesas que Él ha hecho a aquellos que procuran venir a Él: “Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de [Su] amor… que seamos purificados así como él es puro”21.
Y para finalizar esta conmovedora declaración del apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”22.
Que siempre pidamos a Cristo que fortalezca nuestro corazón y lo llene con Su amor, es mi ruego, en el nombre de Jesucristo. Amén.