¿Sabías que…?
El púlpito del Centro de Conferencias
Del presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008), “Mi testimonio a todo el mundo”, Liahona, julio de 2000, pág. 6.
El púlpito del Centro de Conferencias tiene una historia única, la cual relata a continuación el presidente Gordon B. Hinckley:
“Me encantan los árboles. Cuando yo era niño, en el verano vivíamos en una granja en la que cultivábamos fruta. Todos los años en esta época plantábamos árboles. Creo que nunca ha pasado una primavera desde que me casé, excepto durante los dos o tres años en los que estuvimos lejos de la ciudad, en la que no haya plantado árboles …
“Hará unos 36 años, planté un nogal en un lugar denso donde creció derecho y alto para captar la luz del sol. Hace un año, por alguna razón, el nogal murió. Como la madera de nogal es valiosísima para hacer muebles, llamé al hermano Ben Banks, de los Setenta, que, antes de dedicar todo su tiempo a la Iglesia, administraba un negocio de madera dura. Fue con sus dos hijos, uno de ellos obispo y el otro recientemente relevado como obispo, que ahora están encargados del negocio, a ver el árbol. Por lo que podían apreciar, esa madera era sólida, buena y hermosa, y uno de ellos sugirió que con ella podría hacerse un púlpito para este salón. La idea me entusiasmó. El árbol se taló y su tronco se cortó en dos trozos pesados. Después siguió el largo procedimiento de secar la madera, primero en forma natural y luego en un horno especial. Los troncos se cortaron en tablas en un aserradero de Salem, Utah. Las tablas se transportaron a la planta de ebanistería Fetzer donde expertos ebanistas diseñaron e hicieron este magnífico púlpito con esa madera.
“El producto final es hermoso. Ojalá todos ustedes pudiesen examinarlo de cerca. Es de espléndida hechura, y aquí estoy dirigiéndoles la palabra desde lo que era el árbol que cultivé en el patio de mi casa donde jugaron y también crecieron mis hijos.
“Esto es conmovedor para mí. He plantado uno o dos nogales más. Me habré ido de esta vida mucho antes de que maduren. Cuando llegue ese día y este bonito púlpito haya envejecido, quizá uno de ellos sirva para reemplazarlo. Al élder Banks y a sus hijos, Ben y Bradley, así como a los diestros ebanistas que diseñaron e hicieron este púlpito, expreso mi profundo agradecimiento por haber hecho posible que quede una pequeña parte de mí en este gran salón desde donde saldrán las voces de los profetas a todo el mundo para dar testimonio del Redentor del género humano”.