Vengan listos para jugar
El simple hecho de estar presente no es suficiente.
El básquetbol es una de las cosas más importantes de la vida de Roger Enrique Velásquez Paredes, a quien llaman Koki por ser más sencillo cuando se va acabando el tiempo del reloj y el resultado del partido está en juego.
Koki, miembro del Barrio Victoria, Estaca Puno Perú Central, es delantero titular del equipo Benson Jazz para jóvenes menores de diecisiete años, un equipo de la liga de la comunidad, patrocinado por miembros de la Iglesia de Puno, Perú. El equipo de Koki entró invicto al partido de campeonato de las últimas dos temporadas y salió segundo los dos años.
La experiencia que Koki ha tenido en el equipo le ha enseñado mucho acerca del básquetbol y, además, mucho sobre vivir el Evangelio y hacer que seminario valga la pena.
“Las clases de seminario y el básquetbol no son tan diferentes”, dice, y luego se ríe. “Para los dos tengo que despertarme temprano”.
Dejando las bromas de lado, Koki realmente ve algunas similitudes importantes entre el deporte que tanto le gusta y el Evangelio que vive: uno tiene que escuchar al entrenador, aplicar lo que él enseñe y no dejar de poner en práctica lo que se ha aprendido.
Escuchar al entrenador
Koki dice que su entrenador es magnífico, pero que no importa cuán bueno sea el entrenador si uno no escucha. Con seminario sucede lo mismo.
“Tanto en básquetbol como en seminario, tengo buenos entrenadores”, dice Koki. “Pero si yo no escucho, no mejoro en nada”.
El entrenador trata de enseñarle a un jugador las cosas que lo harán ser mejor, como la manera de tirar al aro. “El maestro hace lo mismo”, dice Koki. Entre otras cosas, los maestros tratan de ayudar a los alumnos a vencer a su oponente en la vida. “Tratan de enseñarnos cómo dejar el mundo y fortalecernos en contra de la tentación”.
Koki ha aprendido que el simple hecho de estar presente, ya sea en una práctica de básquetbol o en seminario o la iglesia, no es suficiente para ser mejores. Uno tiene que escuchar al entrenador.
Poner en práctica lo que se predica
Koki trata de escuchar mientras el entrenador explica algo nuevo; pero ha aprendido que, si realmente desea comprender lo que el entrenador está diciendo, tendrá que llevarlo a la práctica.
Poner algo en práctica, o aplicarlo, es una parte importante del aprendizaje, dice Koki. El entrenador puede pasarse el día entero hablando acerca de una buena técnica para tirar al aro e incluso hacer una demostración tras otra, pero hasta que uno no ponga en práctica lo que él dice, no habrá aprendido a hacerlo por sí mismo.
“Así fue como yo aprendí acerca de la oración”, dice Koki. Le habían enseñado que la oración personal regular le brindaría la ayuda del Señor. “Pero recién después de haberlo probado descubrí que era cierto”.
El poner en práctica los principios del Evangelio le da al Espíritu Santo la oportunidad de testificarnos que son verdaderos.
“Si aprendemos algo nuevo, pero no lo llevamos a la práctica, es como si en realidad nunca lo hubiésemos aprendido”, dice Koki.
Usarlo o perderlo
Koki escuchó cuando su entrenador les enseñó a tirar al aro y trató de aplicar lo que había aprendido. Ahora, a fin de mejorar, Koki tiene que ser diligente y practicar.
Ser diligente implica ser dedicado o perseverante para aplicar lo que uno haya aprendido, incluso cuando enfrentamos oposición.
“Tengo que ser dedicado”, dice Koki. “Si dejo de entrenar, mi habilidad se irá oxidando”.
Ésa es una lección importante que aprendió después de no haber podido practicar por un tiempo porque se fracturó la nariz en un partido amistoso un tanto brusco que tuvieron con unos jugadores más grandes que ellos.
“Si no practicamos, no sólo dejamos de progresar, sino que además retrocedemos”, dice Koki. “Lo mismo sucede a nivel espiritual. Si prestamos atención y aplicamos lo que aprendemos, podemos aprender más. Si no lo hacemos, perdemos incluso lo que tenemos”.
No darse por vencido
Los compañeros de equipo de Koki se han esmerado por escuchar al entrenador y por poner en práctica lo que les ha enseñado. Pasan horas practicando para no perder lo que han aprendido.
También han aprendido que, incluso después de todo eso, es posible —y desalentador— no tener un desempeño perfecto. “Nos habíamos esforzado mucho”, dice Koki. “Nos desanimó volver a perder el campeonato”.
Si bien la perfección inmediata no está garantizada, sería imposible lograrla si dejaran de esforzarse. Mientras tanto, Koki se ha dado cuenta de que las recompensas son muchas, y entre ellas se encuentran el mejoramiento y el progreso que provienen del esfuerzo.
Koki, que es misionero de barrio, ha visto las recompensas de ser diligente también fuera de la cancha. Ha ayudado a organizar noches de películas, campamentos y actividades deportivas con el fin de atraer el interés de dos hombres jóvenes de su barrio que habían dejado de asistir a la Iglesia durante algún tiempo. “Al principio teníamos que ir a buscarlos; si no, no venían”, dice. “Ahora vienen solos. Llevó un poco de tiempo y muchas visitas, pero ahora asisten con regularidad”.
Entre jugar al básquetbol, ir a seminario y servir en la Iglesia, Koki está aprendiendo lo que quiso decir el rey Benjamín cuando dijo que debemos ser diligentes a fin de “[ganar] el galardón” (Mosíah 4:27).
También está aprendiendo que, tanto dentro como fuera de la cancha, las recompensas hacen que valga la pena el esfuerzo.