2012
El albedrío y la responsabilidad
Septiembre de 2012


Para la Fortaleza de la Juventud

El albedrío y la responsabilidad

Élder Shayne M. Bowen

Se cuenta la historia de un anciano chéroqui que le estaba enseñando a su nieto sobre la vida. “Hay una lucha dentro de mí”, le dijo al niño.

“Es una lucha terrible, y es entre dos lobos. Uno es malo: es el enojo, la envidia, el pesar, el remordimiento, la avaricia, la arrogancia, la autocompasión, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad y el ego”.

Siguió diciendo: “El otro es bueno: es el gozo, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la bondad, la benevolencia, la empatía, la generosidad, la verdad, la compasión y la fe. Esa misma lucha se libra dentro de ti y dentro de toda persona”.

wolf’s head, half dark and half light

Ilustración por Allen Garns.

El nieto pensó por un minuto y luego le preguntó a su abuelo: “¿Cuál de los dos lobos ganará?”.

El anciano chéroqui simplemente respondió: “El que tú alimentes”.

El albedrío y la vida premortal

Hace millones de años, cuando todos estábamos en la presencia de nuestro Padre Celestial, se llevó a cabo un gran concilio. En ese concilio, nuestro Padre, que deseaba que tuviéramos la misma dicha y felicidad que Él goza, presentó Su plan mediante el cual podíamos venir a esta tierra, obtener un cuerpo físico y experimentar lo amargo y lo dulce de la vida. Podíamos escoger guardar Sus mandamientos y llegar a ser como Él o escoger no guardarlos y negarnos a nosotros mismos el gozo y las bendiciones que Él promete.

Una parte fundamental del plan de nuestro Padre era que seríamos libres de escoger. Ese don se llama albedrío, el poder de escoger. Al albedrío siempre lo acompaña la responsabilidad. Cada uno de nosotros es responsable de las decisiones que tomamos.

Cuando nuestro Padre Celestial preguntó quién pondría en efecto su plan, Lucifer ofreció redimir a todo el género humano bajo sus condiciones, según las cuales, no se otorgaría el albedrío y él recibiría toda la gloria. Eso frustraría el plan eterno de felicidad de Dios.

Jesucristo se ofreció a Sí mismo para ser el Salvador en el plan del Padre. Él optó por someterse al plan del Padre. Nosotros depositamos nuestra fe en nuestro hermano mayor Jesucristo, sabiendo que Su misión era esencial para que pudiésemos regresar al reino de nuestro Padre.

¿Qué pasó con Lucifer? El Padre dijo:

“Pues, por motivo de que Satanás se rebeló contra mí, y pretendió destruir el albedrío del hombre que yo, Dios el Señor, le había dado, y que también le diera mi propio poder, hice que fuese echado abajo…

“y llegó a ser Satanás, sí, el diablo, el padre de todas las mentiras, para engañar y cegar a los hombres y llevarlos cautivos según la voluntad de él, sí, a cuantos no quieran escuchar mi voz” (Moisés 4:3–4).

Debido a que el albedrío es un principio eterno y el Padre Celestial no lo quebrantaría, Él perdió un tercio de Sus hijos que escogieron seguir a Satanás.

El albedrío y la vida mortal

¿Cuál es, entonces, el propósito de la vida sobre esta tierra? Un propósito clave es probar nuestra fidelidad (véase Abraham 3:24–25). Tenemos la capacidad de distinguir entre el bien y el mal; tenemos el poder otorgado por Dios de “actuar… y no… que se actúe sobre [nosotros]” (2 Nefi 2:26). En última instancia, recibiremos el reino que deseemos según los mandamientos que obedezcamos, las ordenanzas que recibamos y los convenios que cumplamos.

Como lo explicó el anciano chéroqui, dependía de él a qué lobo alimentar. Él tenía el albedrío y él solo sería responsable de su decisión. Él tendría que vivir con las consecuencias de sus decisiones.

Ustedes son los jóvenes de noble linaje; han sido enviados a la tierra cuando la plenitud del Evangelio se encuentra en ella; han sido bautizados y confirmados para tener, si lo desean, al Espíritu Santo como compañero constante. Han hecho convenios bautismales; y ustedes, hombres jóvenes, han hecho convenios adicionales del sacerdocio.

Tienen el albedrío para escoger la vida eterna si se conservan puros y dignos de entrar en el santo templo de Dios y de recibir las ordenanzas que les permitan regresar a la presencia del Padre. Pueden escoger la bendición de la vida eterna, es decir, vivir la vida que vive Dios por toda la eternidad junto con sus familias. Tienen el potencial de recibir todo lo que el Padre tiene; la decisión es de ustedes.

Usen con prudencia el albedrío que Dios les ha dado.